Hace unos meses escribí un post sobre Akron, el proyecto de Mireia c. Saladrigues en el Espai Guinovart de Agramunt. Sin demasiada información sobre el ciclo Impossibilitats del que forma parte este proyecto me fui hasta allí en parte porque no había podido ver su trabajo para el Espai 13 en la Fundació Miró y tenía ganas de escribir algo sobre ella. Sobre lo que vi y creí entender lo escribí ya en su momento y Mireia tuvo el detalle de comentar el post y animarme a asistir a la conclusión del proyecto.
En este sentido mi experiencia como público con Akron se ha desarrollado en dos tiempos, el primero a ciegas, en frío, y el segundo empezando por su final y con la posibilidad de reconstruir el proceso que lo ha hecho posible. Precisamente este proceso, el de la práctica artística no sujeta a certezas sino expuesta al azar y a la probabilidad, es el que ha investigado Jordi Ansa como comisario del ciclo Impossibilitats. Así pues, Akron se planteó como un proyecto sujeto a lo imprevisible que fue tomando forma paso a paso en un proceso que es parte constituyente de la instalación final en Agramunt, en el mapa conceptual representado en los plafones de la exposición.
Recordemos que la imposibilidad de Akron era doble, por una parte técnica, ¿es posible hacer funcionar un antiguo proyector con carbón? y la otra forzada por la propia Saladrigues al querer proyectar con él material que en su día le hubiese sido prohibido proyectar. De manera menos explícita que en sus proyectos anteriores la artista también nos habla aquí del público, de cómo éste se construye a través del control de los discursos que se le ofrece o deja de ofrecer, cuestión que viene proyector hasta la institución.