Revista Deportes
Muchos nos frotábamos los ojos, nos pellizcábamos, mirábamos al compañero de butaca... Parecía increíble pero estaba ocurriendo. Las lanzas del viernes en Granada se convirtieron ayer el Córdoba en cañas hacia el que ya algunos califican como "héroe" de la tauromaquia moderna, como el torero que ha reventado, literalmente la presente edición de la Feria de Ntra. Señora de la Salud y que, salvo sorpresa mayúscula, se hizo ayer merecedor de la inmensa mayoría de los trofeos puestos en juego.
La corrida "estrella" del ciclo cordobés no dejó indiferente a nadie, ya que hacía tiempo que no se vivía en los tendidos califales esa histeria colectiva que desde el segundo de la tarde se apoderó del respetable, que tuvo su preámbulo en una actuación también "diferente" de Juan Serrano, ya que tras su inusual larga cambiada, el Fino recordó en varios pasajes con la muleta el que otrora fue capitán del escalafón y encandiló a una afición que le sigue echando en falta.
Pero digo que el climax comenzó a gestarse en el segundo, de nombre "Fabuloso", causalidades de la vida, y que protagonizó otro de esos momentos "cuasi" irrepetibles de la tarde, cuando tras derribar al caballo que hacía puerta, el monosabio, en un gesto heróico, no abandonó a la cabalgadura y evitó que el morlaco se encelara con ella y le pudiera haber provocado una herida. ¡¡Bravo por el chaval!!. Ésto también es toreo y el público se lo reconoció con una sonora ovación.
Y en este "Fabuloso" de Juan Pedro Domecq hizo acto de presencia el Morante que arrastra legiones de seguidores y, por qué no decirlo, también cuenta con legiones de detractores que ayer, nos les quedó más riles que tragar y claudicar ante un torero único, singular, con duende, con embrujo, y con la capacidad poner a más de 12.000 almas de acuerdo con un sólo adorno, algunos delicias que aún hoy estamos saboreando. Faena de muleta con memorables tandas por el pitón derecho, lento el viaje, lentísimo, parando las agujas del reloj para dibujar en cada pase la perfección, el sumun con la firma inequívoca y personal de Morante.
Pero por si nos habíamos quedado con ganas, con "Guasón", el juampedro que hizo quinto, del delirio general se pasó al éxtasis, ya que ante un ejemplar que necesitaba un toreo de mando, el de La Puebla del Río, prácticamente en una pulgada de terreno, sin moverse, volvió a dibujar otra faena para la que, por mucho que lo intentemos, faltarían palabras. Inenarrable, como el admirado por un servidor y gran crítico Carlos Crivell indicaba emocionado por teléfono a la redacción de su periódico. No era para menos, ya que superar lo realizado en el primero de su lote era algo difícil de conseguir, aunque para los tocados por la barita mágica, nada es imposible y ayer Morante, con un toreo de fantasía, inventando incluso pases rematados con adornos que hacían enloquecer a los ya entregados tendidos. Y por si faltara una guinda a este sabroso pastel, en la suerte suprema, el gran talón de Aquiles de este héroe, una media lagartijera, legado del gran Rafael Molina, terminaba de manera fulminante con la muerte de "Guasón" y otras dos orejas, a las que se unía un rabo, once años después de que en Los Califas se vieran tres pañuelos consecutivos en el palco.
Delirio en el público, en un buen número seguidores acérrimos de este torero particular, capaz de lo mejor y lo peor en tan sólo 24 horas y que ayer en Córdoba escribió una de las más brillantes páginas de la historia de la tauromaquia actual.
Los gritos de "Viva el Toreo" cuando salía por la puerta de Los Califas lo decían todo.
Los comentarios en los alrededores de la plaza, una vez finalizado el festejo, hablaban por sí solos de que lo sucedido el 1 de junio en Córdoba dará que hablar y será recordado durante mucho, mucho tiempo, porque el duende de la Fiesta, ayer se dio cita en la ciudad califal para asombro de propios y extraños.