y quisiera soltar de esa correa que está marcando tu piel,
y quisiera poder gritar que ya soy libre,
pero duele soltar y el dolor me persigue".
Nos duele ver la situación que envuelve a muchas personas alrededor del mundo. Nos toca el corazón y nos apena. Nos llenamos de acciones e iniciativas pero se apagan a los dos días. Nos decidimos a ayudar pero no lo hacemos desde nuestras personas. Un poco de dinero, ropa y comida bastará. Hay mucho más detrás de una simple foto, de una barbarie y de las guerrillas. Detrás está una persona. Estamos nosotros que hacemos eso posible o evitarlo. Pero nos equivocamos en el modo de evitarlo. Sígueme hasta el final y me entenderás.
La vida no es justa. Y ahí se queda todo el problema. Tranquilizamos nuestras conciencias buscando culpables. Nos miramos las manos, nos las lavamos y continuamos con nuestro quehaceres. Y así una y otra vez, hasta la próxima.
La vida no es justa. Miramos hacia otra parte. Caminamos por caminos contrarios. Escuchamos sólo lo que queremos. Abrazamos a quien nos quiere. Y seguimos nuestra vida encerrados en nuestra burbuja.
La vida no es justa. Nos encontramos en la Red. Conectamos con desconocidos. Llamamos sólo a los del servicio técnico. Y madrugamos para ir a las tiendas. Mientras, nos creemos que nos merecemos eso y más.
La vida no es justa. ¿Quién dice eso? Porque no es la vida sino quien la vive quien la embellece o la denigra. No es a nosotros a quien nos toca juzgarla sino vivirla. ¿Que la vida no nos parece bella? Embellezcámosla. ¿Que nos parece denigrante? Cambiémosla. Pero no podemos juzgarla pues es un regalo del cielo.
Nos parece injusta porque se empeñan, y nos empeñamos, en hacernos ver lo gris de todo cuanto nos rodea. Periódicos, radios, revistas, Internet... Todos bombardeando la mediocridad, la suciedad, la basura que habita en el mundo. ¿Y qué consiguen con eso? Lo acabáis de leer. Consiguen que dedique cuatro pequeños párrafos que reflejan la desconfianza en el ser humano. Pero un corazón inquieto y un alma despierta en relación con otro corazón y alma, logran desviar el objetivo al que nos dirigen los medios (las personas que están detrás) y juntos enfocar nuestra mirada. Sí, enfocar, ajustar la mirada y poner la atención en lo que realmente importa.
Basta sentarse a conversar y compartir momentos con las personas que tenemos a nuestro lado para ver que todo aquéllo es tan sólo un reflejo de lo que llevan esas personas en su interior. De la comodidad y del anhelo de poder, de una vida sin complicaciones, de una falsa vida que les ha nublado la vista y endurecido el corazón. Y de ahí sólo puede salir todo cuanto vemos a nuestro alrededor, todo cuanto nos hacen ver porque no es toda la realidad así. Lo he dicho, basta compartir con las personas (familia, amigos y ¡hasta desconocidos!) para darse cuenta de que estamos hechos de la misma pasta, flaqueamos en las mismas cosas, y nos fortalecemos del amor. Y en esa vida de amor vemos que aquella realidad puede cambiar. ¿Quién no lo ha vivido? Si tienes amor en tu vida, si te sientes amado y amas, puedes seguir caminando aun tormentas, aun cargas pesadas. Y si no hay tormentas ni cargas (lo dudo, siempre las hay y las habrá, pues las necesitamos para fortalecer nuestro corazón y alma), el sentirse amado nos capacitará para amar sin medida y llegar aún más lejos en el camino de la Vida, a acoger aún más y mejor.
Creo en el ser humano. Creo en las personas. Reconocerme y reconocerlas a ellas en ese propio conocimiento. Quizás por no conocernos hay tanta capa gris que tiñe el mundo. Quizás por no vernos en el otro existe tanta desconfianza. Quizás por el qué dirán no hay ninguna acción. Gracias a Dios, todavía hay personas con un corazón inquieto y un alma despierta. Personas que no se dejan vencer por la tristeza y la rabia que sólo apresan a uno dejándole inmóvil ante la injusticia humana. No necesitamos imágenes que despierten nuestra conciencia. No hace falta que nos manifestemos cada dos por tres. No podemos recoger firmas. No debemos levantar la voz. No necesitamos hacer cosas externas cuando lo que sale de nuestro interior es lo que provoca todo cuanto pasa en la vida: lo que la embellece o lo que la denigra.
Entonces, ¿por qué no mirar hacia adentro primero? Todos sabemos (espero) lo que embellece o denigra a uno mismo, al otro y al mundo. El paso que lleva al Camino, a esa Belleza del Camino, empieza por uno mismo, dentro de uno. Lo curioso pero a la vez reconfortante es que lo que uno lleva dentro, al compartirlo, es cuando fecunda ese paso hacia el Camino. La capa gris que tiñe la realidad de nuestro mundo no dejará de tener ese color hasta que no nos decidamos a conocernos, reconocernos en el otro tras compartir y caminemos juntos a devolverle el color vivo y bello que tiene la Vida. Despertar las conciencias se hace desde el propio testimonio de vida, desde el cuidado de nuestro interior. Porque una actitud coherente, una vida que tiende al amor hacia los demás, hacia Dios y hacia uno mismo llama la atención y remueve el interior de las personas que reciben ese amor y el de las que lo observan desde la distancia.
Las palabras de Jesús son reveladoras:
Jesús le respondió: "¿Ni siquiera vosotros sois capaces de comprender? ¿No sabéis que lo que entra por la boca pasa al vientre y se elimina en lugares retirados? En cambio, lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que mancha al hombre. Del corazón proceden las malas intenciones, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las difamaciones. Estas son las cosas que hacen impuro al hombre, no el comer sin haberse lavado las manos".