Que no se preste a errores: amo a mi país. Me parece el sitio más hermoso, lleno de bellezas de toda clase, lleno de gente talentosa, genial, cálida, inteligente, me parece un lugar bendito por todos los dioses en los que no creo, me parece el único lugar donde pude haber nacido para ser quien soy.
Sin embargo, son tantas las cosas que uno va perdiendo la paciencia. Y llega un momento en el que se satura, en el que dice, ya, no quiero saber más nada de las noticias, no quiero más ruido, no quiero más estrés; llega un momento en el que uno se sienta y se dice, ¿es éste el lugar donde quiero criar a mis hijos?
Y la verdad es ésta; yo no me atrevería a tener hijos aquí, ahora. Admiro a los valientes que lo hacen, que se atreven, y que incluso lo hacen bien. Yo quiero vivir en un sitio donde se pueda caminar por la acera sin que venga una moto en dirección de contraflujo, a cien kph… sobre la acera.
Donde los conductores respeten la luz roja y los peatones respeten el rayado blanco.
Donde no se metan a robar a punta de pistola a la universidad, dentro de los salones, en plena clase.
Donde un profesional graduado, con tres años de experiencia, no pase año y medio buscando trabajo en su campo, sin ninguna esperanza a la vista.
Donde un salario de cuatro sueldos mínimos alcance para ahorrar, donde se pueda pensar en la posibilidad de comprar una vivienda propia, o por lo menos te alcance para pagar un alquiler.
Donde no maten a un chamo nada más para robarle un celular.
Donde no haya que pasar por seis farmacias buscando una medicina básica que no se consigue.
Donde se pueda uno desconectar de la realidad y estupidizarse con una telenovela, sin que te encadenen unas interpelaciones por horas y horas y horas (para no llegar a nada).
Donde se pueda caminar de noche por la calle. No a las dos a.m., no, por lo menos a las ocho.
Donde no tenga uno que encontrarse que, el día menos pensado, al ir a trabajar, la ciudad está trancada de lado a lado porque hay manifestaciones de ida y vuelta, a favor, en contra, o todo lo contrario.
Donde las calles no estén llenas de basura regada por las aceras, donde no tenga que pasar todos los días por delante de tres o cuatro indigentes que viven en el sótano del edificio donde trabajo, y por favor, que no sea sólo porque ahora viven en otra calle.
Donde un libro normal y corriente no cueste medio salario mínimo. Me gusta la literatura nacional, pero no quiero que sea lo único que tengo para leer.
Me encantó eso de la participación protagónica, es buenísimo, pero ahí se los dejo. Disfrútenlo. Yo ahorita sólo quisiera recuperar un poco mi paz mental. No tengo ganas de ser protagónica. ¿No tienes un papel de extra por ahí?