…o cómo tener presente el fin al comienzo de nuestros relatos.
Escribir es una forma de comunicación, es decir, que implica a un emisor, un receptor, un mensaje y un canal. Para qué o para quién escribir hace referencia al receptor que siempre es una persona o varias personas, pero nunca se escribe para un zapato ni para un dolor de muelas. Pero primero tuvo que haber un emisor que es el propio escritor, una persona también, es Quién no un objeto, un qué. No escribe mi mano sola ni mi pensamiento, ni mis emociones, escribe la persona al completo.
Aclarado esto, lo que sí es cierto es que lo imprescindible, la verdad de escribir está en su fin, en para quién. De forma consciente o inconsciente siempre escribimos para alguien, queremos comunicar algo, y toda comunicación lleva consigo una relación que nos lleva a otra u otras personas. Aunque uno piense que no escribe para nadie, lo está haciendo siempre. Por ejemplo en un adolescente que escribe una poesía a una chica que le gusta y que nunca se la va a entregar a ella, ya está escribiendo unas palabras hermosísimas de amor a una mujer aunque sea idealizada. Por ejemplo cuando escribes un relato, no sólo es para proyectar una serie de sentimientos que llevas dentro de ti o de heridas emocionales si no que lo que tratas es de compartirlo porque todos los sentimientos por su propia esencia tienden a expresarse a otras personas porque es una forma de integrarlos y de racionalizarlos al hacerlos conscientes, aunque sean disfrazados y ese es su cometido.
El fin de escribir está ya proyectado en lo escrito.
Antonio W. -El Domador de Letras-