Revista Arte

Y un siglo después la imagen sigue vigente y sin reparos: el Arte emocionará menos tiempo que la vida.

Por Artepoesia
Y un siglo después la imagen sigue vigente y sin reparos: el Arte emocionará menos tiempo que la vida.

Y un siglo después la imagen sigue vigente y sin reparos: el Arte emocionará menos tiempo que la vida. Y un siglo después la imagen sigue vigente y sin reparos: el Arte emocionará menos tiempo que la vida.
La Pintura fue la forma que el hombre tuvo para mostrar gráficamente la vida, el mundo y sus realidades. A veces con metáforas, con mitos -las más-, otras con el reflejo más descarnado y sincero, pero todas con belleza, con un tipo de belleza que nos llegará, se supone, mucho más que si lo que muestra el Arte no agradara ahora a nuestra alma -conciencia, interior, sentido, o lo que sea...-. ¿Qué explicación se ha dado a lo largo de la Historia para calmar la indignación o la flaqueza? Porque no hay nada más frágil que la indignación. Porque, ¿cuánto durará? ¿Cuánto mantendremos esa emoción que se supone se enfrentará a las cosas insensibles de la vida? Tan poco como la sensación que ocupa el tiempo de mirar a ya dejarlo. 
En el origen el mito comenzó tratando de explicar el mundo y sus destrozos. La maldad, la ferocidad de la maldad, la ingratitud de la maldad, la desfachatez de la maldad empezó ya cuando dejó de asombrarse alguien ante la desgracia ajena, cuando las cosas humanas se añadieron a las otras cosas restantes de la vida. La conciencia, eso que nos distingue de los otros seres animados y no humanos, es lo único que poseemos para ser verdaderamente humanos. Nada más. Tanto para sentir como para comprender; tanto para permanecer como para abandonar; tanto para omitir como para determinar una acción. Y es ahora, en este mismo momento, cuando la tendremos, ni antes ni después de la vida. La conciencia no nos sobrevive; nos podrá sobrevivir, si acaso, alguna sustancia ignota y liviana, algo sin recuerdo ni memoria, sin sentido temporal ni identitario, pero no lo vivido, ni sufrido ni alcanzado. 
Y es justo ahora, cuando la conciencia latirá, cuando notaremos cómo ya lo hace, cuando comprenderemos cómo la mirada de los otros no es más que un reflejo de la nuestra, es ahora cuando las cosas hay que girarlas de alguna forma para verlas mejor. Después de que los mitos calmaran vagamente la conciencia de aquellos primeros hombres maldecidos, el mundo se volcó en buscar fuera un Ser imponente que justificara ya las cosas y sus descalabros. Así nació la religión, y la cultura que la sostuviera. Luego, el tiempo evolucionaría para llegar a entender que los designios trascendentes no son tales para que las cosas duras, inevitables y desoladoras no tengan una respuesta. Así, la ciencia pronto calmaría otra conciencia. 
Los creadores de Arte fueron los testigos más tangibles de esos procesos culturales. Por esto se pintó el mito, la religión y la ciencia. Porque eran las cosas que los seres comprenderían si acaso, porque eran los detalles, los únicos, que todos habrían oído más que visto. Nada de lo que se ve cotidianamente se mantiene unido a la belleza. Y la belleza era garantía de permanencia, de sublime permanencia, de grandeza, de analgésico espiritual que llegaría a todos para entender así mejor el mundo y sus desdichas. Hasta que llegaron otros que se acercaron, tímidamente, a mostrar la realidad sórdida de siempre, la que no había que alejarse mucho para verla, la que no era solo oída desde lejos sino vista cada día en cada instante. Pero, era una realidad ahora diferente. Los seres habrían nacido y sufrido y desaparecidos ya por algo concreto, tajante, ineludible e inevitable. Las guerras siempre habrían existido, y con ellas las enfermedades inmediatas y la muerte.
Pero, llegó luego un tiempo diferente. Entonces las cosas comenzaron a cambiar como cambian los colores de una tierra antigua y lastimosa, lenta, inapreciablemente. Ya no era solo que la gente pereciera como siempre, no, era que el tiempo ahora se había aliado con la muerte. No era una muerte definitiva y definida, no, era otra cosa, era un recibir cada día algo menos, era ver amanecer como siempre pero sin poder mirar el sol y deslumbrarse, y sin poder tampoco volverse ya a mirarlo, aunque el tiempo no durara más que un instante. Porque ahora, sin embargo, todo duraba más. Ahora las cosas lacerantes no mataban, seguían como si lo hicieran sin hacerlo. Y, además, estaban los seres en el mismo sitio de antes, con el mismo mito, la misma religión y la misma lógica aplastante. 
Y así un nuevo modo de ver las cosas surgió hace ya cien años casi. Los pintores tuvieron que esforzarse para tratar de seguir emocionando como antes. Inútilmente. Por eso no pudo ya sino inventarse por entonces otras formas y otras realidades para el Arte. Hasta hubo que volcar el concepto realista de la vida en una imagen para hacer con ella ahora otra cosa, justo del todo la contraria, el surrealismo y sus alardes. Porque, sin embargo, las imágenes más realistas dejaron ya de estar fijadas en un lienzo para repetirse, una detrás de otra, con sutilezas, variaciones, sensaciones y detalles. El Cine llegó para suplantar por completo la emoción antes tan solo ya sublimada por el mito, la religión o la lógica. Las nuevas imágenes dinámicas eran ahora ya la vida, la emoción descubierta de la vida en un trozo de tiempo recreado mucho mayor que antes. Y así empezaron a sentirse, y así empezaron a crearse. Pero, nada más. Las cosas de la vida de los seres no cambiaron ni han cambiado para nada desde entonces. Cien años después casi, la emoción -la más desgarrada, la indignante-, esa que subyace a veces en un Arte, seguirá durando aún menos tiempo que la de la vida real del ser más real que ahora la sufriese.
(Óleo realista del pintor británico Thomas Benjamin Kennintong, Sin hogar, 1890, Museo Art Gallery de Bendigo, Australia; Vídeo de la película muda Ménilmontant, 1926, Francia; Óleo de Thomas B. Kennintong, Pandora, 1908, Colección Privada; Cuadro del mismo pintor Kennintong, Pan diario, Walker Art Gallery, Liverpool, Inglaterra.)

Volver a la Portada de Logo Paperblog