Y volver, volver, volver…

Han sido sólo dos semanas en las que me he ido asomando al mundo escrito de los diarios como si de una incursión de guerrilla se tratara. Me asomaba para comprobar que el mundo seguía ahí, como siempre, como si todo lo escrito no hubiera ocurrido nunca. Cada historia pasaba por primera vez y, pese a todo, cada línea tenía algo de familiar, un extraño parecido con algo parecido al apocalipsis.

Bastaba dar un golpe de timón a la cabeza y levantar la mirada de la repisa de los diarios para comprobar que nada de todo aquello estaba siendo realidad ni había sucedido nunca. Tras el timonazo, vuelta a la realidad, a esquivar turistas y esperar amablemente a que hicieran su foto para no quedar eternizada en el álbum de vacaciones 2011 de una familia de Munich o esquivar los helados voladores que, en manos de los niños, amenazaban con romper mi precario equilibrio estilístico de vacaciones.

Total, que una no se puede ir ni un momento. He tenido que volver para que ayer y hoyvuelva a subir la Bolsa, para que el pérfido Gaddafi recibiera su merecido y empezara ya elreparto del botín y la reconstrucción de los platos rotos, para que el honorable Strauss-Kahn sea por fin declarado no culpable y para que (¡dónde vamos a ir a parar!?) se toque lo intocable, la Constitución, aunque para refrendar un ajuste agotador. También he tenido que volver porque me pareció que el consignatario de Dios en la tierra no era del todo un buen ejemplo para nuestros jóvenes en paro. Total, que no se puede ir una ni un momento, que el mundo empieza a recolocarse siguiendo sus instintos y luego todo queda hecho una birria…