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Ya están aquí... Brujas Anónimas

Publicado el 15 diciembre 2012 por Lorena
   Buenas tardes a todos. Me complace informales que las brujas ya están aquí.    Brujas Anónimas es una novela juvenil fantástica que escribí este año y ahora comparto con ustedes. Será publicada en un blog propio; debido a la extensión de los capítulos, se publicarán en partes.    ¡Aquí va la primera parte del Capítulo I!
Capítulo I - parte I a
   Estaba regresando de la facultad tarde en la noche, como todos los lunes. Al igual que los jueves, volvía a casa casi a medianoche. Hundió la barbilla en el cuello alto del pulóver e hizo un puño con las manos dentro de los bolsillos. Se inclinó hacia adelante, como si cabeza fuera proa abriendo paso entre el viento frío.    No escuchó los pasos a su alrededor ni advirtió las sombras que se le acercaban hasta que, al llegar la mitad de la plaza, se vio de repente en el suelo con un peso caliente sobre la espalda.    Respiraba con agitación mientras trataba de decidir cómo reaccionar. No sentía las piernas y las manos todavía estaban en sus bolsillos, con los dedos aplastados. Le dolía la barbilla y creía que se había mordido la lengua ya que sentía un gusto amargo en la boca. Intentaba moverse cuando sintió un aliento cálido en la oreja izquierda y su corazón se detuvo.    ―No te muevas, no grites ―dijo una voz ronca de mujer―. No tengo mucho tiempo.    Unos dedos ardientes caminaron por su frente y se clavaron en el punto entre las cejas. Otros se movieron por su estómago, bajando hasta la cintura de su pantalón y más abajo. Por un momento creyó que… pero se detuvieron un poco debajo del ombligo.    Unas palabras guturales, inentendibles y de una vibración espeluznante resonaron en sus oídos, vibraron en su interior a medida que los dedos, cada vez más calientes, se clavaban en su piel.    Percibió cómo líneas de calor la recorrían por dentro, uniendo esos dos puntos y extendiéndose por todo el cuerpo. Los oídos le zumbaban, la vista se le nubló y un sabor ácido se elevó por su garganta, pero fue incapaz siquiera de toser o de hacer el más mínimo ruido.    Cuando todo acabó, sintió tanto frío por dentro que creyó que nunca más iba a poder moverse.    ―Vete ―la voz sonaba cansada―. Vete ahora, me queda muy poco tiempo, usaré el resto de mis fuerzas para ocultarte de ellos mientras te alejas. Debes irte ahora.    Sintió que el peso se levantaba de su espalda, pero aun así no se movió.    ―Vete ―sintió una patada en su costado―. Vamos, niña, vete ahora.    Se levantó con lentitud y trató de volverse.    ―¡Vete!    Pegó un salto y salió corriendo. Solo se detuvo cuando había terminado de cruzar la plaza y estaba en la otra cuadra. Se volvió con lentitud, algo entorpecía su brazo y tardó en reconocer su bolso enredado en su brazo derecho.    En mitad de la plaza, varias sombras se acercaban a otra solitaria que parecía estar esperándolas. Esta última se volvió hacia ella. Era una mujer, alta, morena y con mirada que la taladró, aun a esa distancia.    «Vete», volvió a escuchar la voz en su cabeza.    Las otras sombras se acercaron a la mujer, levitaban sobre el césped, con jirones ondulando a su alrededor. Emitían un silbido tenue cuando se desplazaban. Cayeron sobre la mujer y poco después se escucharon ruidos de mordiscos y masticación. Ella se estremeció.    ―¡Vete! ―sonó como un chillido. Sigue leyendo

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