Revista Insólito

Ya nadie teme a un caballero barroco

Publicado el 06 mayo 2021 por Doctor Krapp @Dr_Krapp
Ya nadie teme a un caballero barrocoAquella mañana decidió ponerse su traje invisible de caballero barroco antes de salir al trabajo. Al llegar al portal, se encontró con el vecino del segundo en el preciso momento en que era regañado por su hijo de seis años. El niño no quería ir al colegio y las constantes súplicas de su padre hablándole del trastorno emocional que le estaba causando,  solo desencadenaban la furia del pequeño sádico.
  • Póngalo en su sitio. Demuéstrele quien tiene la autoridad ¿No se da cuenta de que siendo tan blando solo conseguirá crear un déspota cruel y caprichoso? 
  • Métase en su vida y déjeme criar a mi hijo en paz. Parece mentira que todavía existan personas que defiendan el paternalismo represor. 
  • En buena hora quedéis, señor. Disculpad si mis palabras no mitigan la impotencia que veo en vuestra faz anegada de lágrimas.
Salió del portal haciendo un gesto con el sombrero invisible y llegó a la parada en el preciso momento en que entraba el autobús. Una señora gruesa muy mayor se disponía a subir cuando un grupo de mozalbetes de instituto la empujaron a un lado, se abalanzaron sobre los escalones y entraron corriendo en el vehículo. Él ayudó a entrar a la mujer y tras pasar su tarjeta en la máquina se fue directo a por los chicos. 
  • ¿Pero qué clase de malandrines sois? Estuvisteis a punto de arrollar a esa señora sin disculparos y ahora ponéis los pies encima de los asientos vacíos para que nadie se siente. 
  • ¿Qué dice este tío? 
  • Debe estar trastornado. 
  • Cállate y no jodas, mamón.
  • Idiota. 
  • Puto imbécil.
Antes de que el bus reiniciase la marcha un coro de angelicales insultos acompañado de risas despectivas lo rodeo por todas partes. Abrumado, se dirigió al conductor.
  • Haga algo, regañe a esos malhechores.
  • ¿Está de coña? No soy policía, ya tengo bastante con el tráfico como para meterme en los follones de los pasajeros. Además solo son unos chavales.
  • Es intolerable tanta insolidaridad, tanta impune bravuconería. ¿Dónde ha quedado el antiguo honor? Déjeme salir de este antro infernal.

El bus arrancó en el preciso momento en que bajaba los últimos escalones de la escalerilla lo que le hizo trastabillar y caer de rodillas sobre la acera. Oyó las risas juveniles y pudo percibir de refilón el corte de mangas del conductor.
Se levantó dignamente del suelo, ajustó sus gafas y se recolocó su traje de caballero barroco. Sabía que podría haber usado su magnífica espada contra aquellos truhanes con acné, pero se consoló pensando que su vileza no era digna de consideración para un esforzado caballero barroco.
 

Llegó tarde al trabajo y fue llamado al despacho del jefe. 

  • El cliente tenía prisa y como no venías tuve que pasarle el proyecto a tu joven ayudante que se encargará de todo.
  • No hay para qué conmigo amenazas, que yo no soy hombre que robo ni mato a nadie: a cada uno mate su ventura, o Dios, que le hizo.
  • ¿Qué dices? No te entiendo.
  • Joder, jefe, llevaba mucho tiempo detrás de esa cuenta y ahora tú vas y se lo das a un muchacho inexperto. 
  • Parece mentira, no te conozco ¿es que no quieres dar oportunidades a los jóvenes? ¿Ni siquiera a tu propio ayudante? Te creía más solidario y participativo, un auténtico caballero de la vieja escuela.
  • No dije nada de eso, era una cuestión de mérito obtener ese trabajo y me siento defraudado.
Dio un portazo y se dirigió al aseo. Se miró al espejo, hizo una reverencia y se despidió de su imagen soñada: 
  • Adiós, caballero barroco. Ha sido un privilegio conocerte y compartir unas horas contigo, pero hay que aceptarlo, este no es tu sitio. 
Sintió un vacío en el cuerpo. Luego le pareció escuchar el lejano sonido de un duelo de espadas y el galope de caballos alejándose.

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