Decía mi abuelita que cuando las aves vuelan mas bajo, sobre todo las golondrinas que vuelan casi rozando el piso es que va a llover, del mismo modo cuando vemos las gaviotas a bajo vuelo.
Cuando te pitan los oidos es que alguien esta hablando mal de ti.
Si tienes las orejas rojas es que va a llover.
Si te pican las manos es que algo de dinerito te va a caer.
Si ves las vacas echadas en el campo, es que lloverá.
Si llueve en la Purísima Concepción, lloverá en carnavales, semana Santa y Resurrección.
Hasta el 40 de mayo, no te quites el sayo.
Cuando los caballos corren en el campo es que lloverá.
Cuando los perros están panza arriba es que lloverá.
Recuerdo una frase que muchas abuelas decían y dicen, es: Esto es el acabose. Simpática en sí misma.Tambien me gustaría citar, tan sólo dos o tres dichos populares:
A buenas horas mangas verdes
· Dícese de todo lo que llega a destiempo, cuando ha pasado la oportunidad y resulta inútil su auxilio.
· Alude a que en tiempos de los cuadrilleros (cuadrilla= de 4 hombres) de la Santa Hermandad (Siglo XVI) como casi nunca llegaban a tiempo para capturar a los bandidos, los delitos quedaban impunes. Los cuadrilleros vestían un uniforme de mangas verdes y coleto ( gorro a modo de casco). Como se ve, ya de antiguo viene la creencia de que los guardianes del orden suelen acudir tarde o a destiempo al lugar donde son necesarios.
Armarse la marimorena
· Armarse gran riña o pendencia.
· Alude a las quimeras que armó en el Siglo XVI una tabernera de Madrid, conocida con el nombre de Mari Morena Está documentado en los Archivos de la Casa y Corte de la Villa de Madrid dentro de las causas judiciales que ocurrieron en el año 1579, en donde una de ellas era contra Alonso de Zayas y Mari Morena, su mujer, tabernera de corte, por tener en su casa cueros de vinos y no querer venderlos. Es por esto que el nombre y el apellido de esta mujer encausada, su clase y la calidad de su culpa, han dado origen desde el año 1579 a la expresión, hoy muy usual de Marimorena por pendencia.
Despedirse a la francesa
· Corroborado por el propio DRAE es, separarse de otras personas sin decírselo o sin saludarlas.
· Este Dicho, como tantos otros de nuestra Lengua, ha pasado a expresar lo contrario que expresaba en su inicio.
En el siglo XVII se puso de moda en Francia el no despedirse de nadie cuando se abandonaba una reunión. Era ello muestra de finura y acto exigido por la etiqueta, por lo que interrumpir la reunión para despedirse era considerado como una falta de educación. Pero la moda cambió y con ella el Dicho que paso a expresar descortesía y mala educación.
Estar entre Pinto y Valdemoro
· Se aplica al que está medio borracho o entre dos luces. Y al que vacila entre dos cosas u opiniones, o adopta una actitud ecléctica que no es ni lo uno ni lo otro.
· Alude a la estrecha linde geográfica de dos pueblos madrileños. Efectivamente, Pinto y Valdemoro son dos pueblos de las cercanías de Madrid, cuyos térrminos está separados por un arroyo o riachuelo. En el cual los lugareños de los dos lugares se bañaban, estando en ese momento entre Pinto y Valdemoro.
Y es que…
Ya no quedan viejas originales de fábrica. Quiero decir encorvadas, vestidas sin estridencia y abocadas a la labor del punto cruz. Ya no queda ni un espécimen entrecano y silencioso, al que nombrábamos abuela —aunque no lo fuese— cuando nos pedía ayuda peatonal.
- Venga que la cruzo, abuela.
Ya no queda ni una en las grandes ciudades y en breve no las habrá tampoco en el mundo, por culpa del colágeno.
Las viejas de entonces poseían una especie de saber oculto, rústico y efectivo, para casi todos los males posibles: los del cuerpo, los del corazón y los del alma. Sabían solucionar un dolor de muelas con la ayuda de un sapo, por ejemplo, magia que la vieja moderna ya no practica. Sabía mezclar yema de huevo, azúcar y vino de misa para alegría de los nietos jóvenes; ahora las viejas les compran Danoninos.
Sabían, en realidad, utilizar la experiencia de los años, no las avergonzaba el calendario.
Eran tiempos, los de mi infancia, en que todavía podíamos ver por la calle a señoras mayores con canas.
¡Qué bello era el delantal de la abuela!
La principal función del delantal de la abuela era proteger el vestido que estaba debajo, pero además servía de agarradera para retirar la sartén más que caliente del fuego.
Era una maravilla secando las lágrimas de los niños, y en ciertas ocasiones, limpiando sus caritas sucias.
El delantal servía para transportar desde el gallinero los huevos, los pollitos que necesitaban terapia intensiva, y a veces los huevos golpeados que terminaban en la hornalla.Cuando llegaban visitas, el delantal de la abuela servía de refugio a los niños tímidos, y cuando hacía frío, la abuela se envolvía los brazos en él.
Aquel viejo delantal, agitado sobre el fuego, oficiaba de fuelle.
Y él era el que cargaba con las papas y la leña hasta la cocina.
Servía también de canasto para llevar las verduras desde la huerta.
Cuando alguien llegaba inesperadamente, era sorprendente la rapidez con que el viejo delantal podía sacar el polvo de los muebles.
Y cuando se acercaba la hora de comer, la abuela salía a la puerta y agitaba el delantal, y entonces los hombres que estaban en los campos comprendían de inmediato que el almuerzo estaba listo.
¿Por qué ya no tejen escarpines, ni bordan mantillas, ni cuentan historias de desaparecidos? ¿Por qué las abuelas de ahora, en lugar de a Gardel, escuchan a Julio Iglesias, y algunas a su hijo Enrique? (Las del pelo azul.) ¿Por qué ya no se espantan las señoras mayores con los chistes picantes, sino que hasta son capaces de contarlos en la sobremesa? ¿Por qué nuestros hijos habrán de privarse de la calidad de las abuelas que tuvimos?.
Y si no era abuela, era esa mágica mujer vecina, amiga de la infancia, amiga de mis padres, la cuidadora de mi calle , que se llamaba Pepa noria.
Ésta entrañable mujer vivía en la calle Silos, frente por frente al numero 11. Tan sólo y sola vivía en un pequeño cuartito, que daba a un patio de vecinos. Con el excusado afuera y con las puertas tintadas de marrón claro. Con un pequeño hornillo que olía a gloria con cualquier caldito. Con ese matojo de laurel seco encima de la mesa camilla. Con esas velas y estampas de sus santos, pidiendo por toda su familia y seres queridos.
Esta bella mujer que nos contaba historias antiguas, nos cuidaba y nos enseñaba el valor del alma.
Espero sinceramente que las pocas viejas del alma que todavía quedan no se extingan en la soledad de los geriátricos y en los pueblos chicos.
Y en no muchos años, las criaturas ya no sabrán que en el mundo había ancianas cocineras que empezaban a preparar el estofado cuatro horas antes, ancianas reales con canas y trucos para el mal de amor, que recitaban coplas antiguas y las repetían mil veces por las tardes de mi infancia y que ya son coplas inolvidables.
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 14 junio a las 22:33
pedazo de historia con fundamento que me ha echo evocar mis abuela con tristeza y alegría, pues eran unos tiempos en los que el recuerdo nos deja una impronta sensación de que la vida era mejor.