Sábado,
un día más en el calendario de diciembre.
Del mismo año que lleva siendo desde hace meses,
con otro amanecer y trescientas noches a su espalda.
que parece un poco menos y más frío,
que se corta al chocar con las mejillas
no hace de ellas un lugar para soñar despierto.
Ni tampoco invita a dormir en la curva
como el tic-tac del minutero,
que se precipita contra el asfalto.
Como suicida que contempla por última vez el paraíso.
Y suscita a despedirse de las noches,
de los años bisiestos.
hace presumir hoy a los edificios,
que no se atreven a acariciar el cielo.
Y tal vez también quieran
ser tan altos como la luna.
Los soñadores y su afán de protagonismo.
que dedica sonetos a las gotas
que se clavan en su corazón de enamorado.
Pero la lluvia es lluvia y nada más.
Nunca ha pretendido actuar como Cupido.
sentir más cerca de su reina blanca.
Y emociona los latidos congelados
Que esnifan las nubes para sentirse vivos.
Y nos transporta en su submarino amarillo,
al rededor de la tormenta.
Que nunca es para tanto.
Y ya podría llover vodka.
Pues que mala fama tienen los días sombríos.
Y como les gustan a los que
aprovechan cualquier ocasión
para tirar la caña.
Que excusa más buena para buscar abrigo.
existe armonía en el caos de la lluvia cayendo.
Y disfruta calando sus huesos
de eso que otros aman con locura.
No baila agarrado de la cintura.
No busca desesperadamente un beso.
Se deja mover por los instintos,
es el adagio en el aire el que dirige su cuerpo.
