Revista Cultura y Ocio
Por C.R. Worth
Se sentía orgulloso de ser comunista, la lucha de clases estaba en su sangre por varias generaciones, y su corazón palpitaba al ritmo de «La internacional».
Este joven de la cantera del proletariado, en vez de partirse los cuernos estudiando, su recorrido por la universidad (que estaba financiado por su partido) estaba diseñado para fomentar el alboroto público, convocar huelgas y marchar en manifestaciones protestando sobre cualquier cosa. Estaba dispuesto a vivir permanentemente en el Mayo francés.
El enemigo declarado era los Estados Unidos, símbolo del imperialismo capitalista, y ¡el origen de todos los males del mundo!
Con su iPhone, convocó a sus amigos a través de la californiana WhatsApp para ir a la manifestación, y en su página de Facebook emplazó el evento, usando el americano Internet, en su computadora Vizio.
Se encasquetó en sus vaqueros, su camiseta de Calvin Klein y sus zapatillas Nike, se montó en su Ford Fiesta, y se dirigió hacia la manifestación.
Él y sus amigos, hoy volvían a protestar contra los americanos y sus bases, y con el megáfono en mano (inventado por Thomas Alva Edison) gritaban «Yankie go home» protestando por los «malos, malísimos» estadounidenses, que son la personificación de la decadencia del mundo y no aportan nada al progreso de la sociedad.
Tras la manifestación se fueron a comer unas hamburguesas a McDonalds, y luego al cine, a ver la nueva película de Star Wars. Tras ello, se dirigió a su casa. Allí se subió en el ascensor Otis, para ir a su apartamento, que estaba en el quinto piso, y ya en casa enchufó su aparato de música Bose, para escuchar a Metallica mientras jugaba Call of Duty en su flamante Xbox.