Érase una vez una niña que nació en Japón en el año 1929. Cuando vino a este mundo, sus padres, que le pusieron el nombre de Yayoi, no se imaginaban que llegaría a ser la artista viva más conocida de su país.
Yayoi Kusama, ése era su nombre completo, comenzó estudiando pintura nihonga en la ciudad de Kioto, una tendencia pictórica emparentada con el nacionalismo que buscaba recuperar las raíces de la tradición japonesa debilitadas ante la creciente occidentalización del arte.
Foto extraída de http://www.museoreinasofia.es/.
Pronto se le quedó pequeño Japón y empezó a investigar sobre la vanguardia europea y americana buscando información en libros y revistas. Experimentaba con pinturas domésticas corrientes mezcladas con arena y empleaba sacos de semillas del negocio de sus padres, en lugar de lienzos.
Foto extraida de http://www.museoreinasofia.es/.
Teniendo ya un reconocimiento considerable por parte de la crítica de su país, Japón se le quedó "pequeño, demasiado servil, demasiado feudal y demasiado desdeñoso con las mujeres", como ella misma decía. Y decidió irse a Estados Unidos. Primero a Seattle y seis meses después a Nueva York.
En Nueva York, como era de esperar, cambió totalmente su forma de pintar y realizó enormes lienzos titulados "Infinity Net Paintings" o cuadros de redes infinitas.
http://www.christies.com/LotFinder/lot_details.aspx?intObjectID=5372149
Y este estilo que anticipó el minimalismo y el arte conceptual se convertiría en el lenguaje personal de imágenes de Yayoi, al que acudiría en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera.
Pero su mente inquieta seguía investigando y se lanzó a hacer esculturas que incluían elementos cotidianos, como muebles, ropa y accesorios, cubiertos por una proliferación de formas repetidas.
Codeándose ya, a través de su arte burbujeante y surrealista, con otros artistas de la talla de Andy Warhol, George Segal o James Rosenquist, Yayoi Kusama logró introducirse de lleno en el corazón de la escena neoyorquina plagada de psicodelia y de arte pop.
En 1966 creó una obra que reflexionaba sobre su doble condición de forastera, mujer y asiática en un mundo del arte predominantemente blanco y masculino. En esta serie de fotografías, la artista se convirtió en protagonista de su obra.
http://imaginepeace.com/archives/4096
A Yayoi le gustó eso de integrarse en sus propias piezas, y en la segunda mitad de los años 60, fue ganando protagonismo su imagen con la que, todo hay que decirlo, siempre fue muy cuidadosa.
http://www.codeforsomething.com/2010/01/yayoi-kusama-we-are-all-dots/
En 1973, regresó a Japón y tras un intento fallido de presentar los happenings (performances) en los que aparecía desnuda ante el conservador público de Tokio, Yayoi Kusama se estableció como marchante de arte.
No pude evitar tocar esta escultura aunque sabía que me llevaría una reprimenda. Vosotros, ¡no lo hagáis!
Pero su vida no fue fácil cuando regresó a su tierra, el negocio no duró más de dos años, y ella llegó a internarse voluntariamente en el hospital psiquiátrico que a día de hoy, sigue siendo su hogar y donde continúa desarrollando su carrera artística y también literaria.
Girad un poquito la cabeza hacia la izquierda para ver bien el cuadro.
En la propia institución médica montó un estudio, volvió a la escultura y a crear objetos a pequeña escala. Siguíó experimentando con la pintura y sus obras comenzaron a evocar mundos microscópicos o marcroscópicos con patrones abstractos repetidos que recuerdan a imágenes biológicas o astronómicas.
A finales de los años 90, Yayoi Kusama regresó a las instalaciones a gran escala, pero siempre con ese halo de surrealismo y extrañeza. Las experiencias alucinatorias acompañarían a Yayoi desde niña y eso se ha reflejado siempre en su obra.
Lo más increíble de la exposición.
En noviembre de 2008, Kusama pasó a la historia ya que alcanzó el record de mayor precio pagado por la obra de una artista viva. Se vendió una obra suya por algo más de cinco millones de dólares en la galería Christie's.
Y esta es la historia de la niña Yayoi Kusama, excéntrica, genial y fascinante, que hoy es una mujer madura que ha decidido compartir por un tiempo sus obras en el Museo Reina Sofía de Madrid para que todos podamos divertirnos con ellas, admirarlas y disfrutarlas.
Muchas gracias al Museo Nacional de Arte Reina Sofía, http://www.museoreinasofia.es/, de cuyo folleto informativo he tomado la gran mayoría de los datos de su biografía, a la Tate Modern de Londres, http://www.tate.org.uk/, y a Yayoi Kusama, www.yayoi-kusama.jp/, por esta inolvidable experiencia muy recomendable para evitar depresiones postvacacionales.
Hasta el 12 de septiembre de 2011 en el Museo Reina Sofía, en calle Santa Isabel, 52, de Madrid.Teléfono 91 774 10 00.De lunes a sábado de 10.00 a 21.00.Domingo de 10.00 a 14.30.Martes, cerrado.
http://www.yayoi-kusama.jp/e/information/index.html, ...
¡Un beso fuerte!
Sylvie Tartán.