La montaña de cajas sin desembalar aún me acecha por la espalda, pero ya tenemos las necesidades básicas cubiertas (colchón, azúcar e internet).
Lo malo es que no hay manera de encontrar la hoja en la que apunté la receta de los muffins salados que os iba a enseñar, de modo que me reservo esa carta para cuando le dé por aparecer.
Hoy os traigo, como humilde estreno de la temporada otoño - invierno, una receta rápida como ella sola, de esas que te hacen parecer una diosa doméstica (o dios para los cocinillas masculinos) pero que realmente has hecho a toda prisa en 20 minutos. La perfección, vamos.
Lo mejor es cuando además dices, así como quien no quiere la cosa "... pues las he hecho en nada, 20 minutillos... ". Ahí lo petas y todo el mundo querrá ser como tú de mayor.
Yemas de coco: Dificultad, así de primeras: muy fácil. Posibles complicaciones: no colar las yemas y que se formen grumos. Presentación: sencilla y perfecta. Sabor: a yema dulce, un poco a limón, y un poco a coco. Recetas de inspiración: vídeo receta de Paradores INGREDIENTES (para unas 10 yemas pequeñas, si queréis más doblad las cantidades):
6 yemas de huevo
100 gr. de azúcar
250 ml. de agua
piel de un limón (no rallada, sino lo más entera posible)
80 ml. nata líquida para montar
30 gr. de azúcar glas
50 gr. de coco rallado (o más, al gusto)
papeles de mini magdalenas o de trufas para la presentación
PREPARACIÓN: Si se tienen yemas de sobra de alguna receta anterior, genial, si no, siempre podéis hacer merengue o un soufflé con las claras restantes.
Lo primero, es pelar el limón y echar la corteza en un cazo al fuego junto con el azúcar y el agua. Se trata de conseguir un almíbar con punto de bola fuerte (o dura): los puntos del almíbar y el caramelo son difíciles de pillar, sobre todo si no se tiene un termómetro especial como es mi caso. En esta receta en particular, se trata de conseguir una termperatura de unos 120 ºC. Midiéndolo a ojímetro, sería cuando el almíbar empieza a formar burbujas grandes sin que haya cogido color, o cuando introduciendo una gota de la mezcla en un vaso de agua fría se crea una bolita dura. En ese momento hay que sacar la corteza de limón.
Punto del almíbar (el color es por la piel del limón!) Aspecto de la mezcla con las yemas incorporadas
Las yemas, previamente batidas, han de incorporarse al almíbar retirado del fuego pasándolas por un colador, para que no haya grumos innecesarios. Si el calor residual del cazo hace que se os formen como coágulos de huevo, no pasa nada: revolvéis bien y pasáis todo un momento por la batidora hasta tener una crema homogénea.Hay que volver a colocar el recipiente al calor y batir todo el rato durante unos minutos, hasta que la pasta haya espesado y se empiece a despegar de las paredes. Cuando haya alcanzado ese punto, le agregamos el coco, 2 o 3 cucharadas, y el resto lo reservamos.
Extendemos la pasta de yema en un plato para que se enfríe. Cuando esté tibia, echamos el azúcar glas sobre el mármol de la encimera o en un plato grande. Tendremos a mano también el coco y unas cápsulas de mini magdalenas o trufas (de venta en cualquier chino).
Echamos la yema sobre el azúcar y vamos incoporando suavemente éste a la masa con las manos. Se trata de que la pasta deje de ser tan pegajosa, no de amasarla: cuando haya admitido suficiente azúcar (esto más o menos también a ojo, dependiendo de la consistencia que queráis y de vuestra tolerancia/adicción al dulce) la dejamos tranquila y empezaremos a hacer las bolitas.
Cogemos un pellizco de la masa con los dedos o con una cucharilla, lo rebozamos muy ligeramente en azúcar glas y formamos una bolita de unos 3 cm. entre las palmas de las manos. Ya sólo queda pasarla otra vez por coco y colocarla dentro de su papel.
Y comerla, claro, que es lo mejor de todo.
Os dejo aquí el vídeo de la receta de Yemas de Santa Teresa en la que me inspiré: lo explica todo muy bien y podéis optar por su versión, sin coco y con la ralladura de limón presente en la masa.