Publicado por Joaquín Saravia
¿Me estoy convirtiendo en un conspiranoico de manual? ¿Nadie lo ve tan claro como yo? Por el contrario, ¿No estaré perdiendo el tiempo en mi actual oficio? ¿No debería dejarlo y dedicarme a ser analista político, vulgo tertuliano?.
Todas estas preguntas, aparentemente inocentes, encierran un debate muy perverso y muy peligroso. Casi tan perverso y tan peligroso como las figuras públicas a que en adelante me voy a referir.
¿De verdad nadie ve que el numerito de Monedero es una farsa política y una burda estrategia?
Repasemos los antecedentes, así a lo bruto:
Tras décadas de paro, corrupción, y cachondeos varios de la súper profesionalizada clase dirigente, en chunga coalición con bancos y empresas IBEX, y tras la explosión – por otro parte previsible- de aquel periodo manirroto, excesivo y hortera de la historia de España que hemos dado en llamar la “Burbuja Inmobiliaria”, el país sufre una trágica crisis económica y social, en la que gran parte del pueblo llano se cuestiona las bases mismas del sistema y del bipartidismo reinante.
Ante esa situación, la gente sale a la calle y protagoniza lo que dio en llamar movimiento 15- M. Dicho movimiento popular, en caliente, no llegó a cristalizar en ningún movimiento político, más que nada porque no se puede montar un partido con el simple leit motiv de estar hasta el Cayetano de algo, o alguien. ¿O sí?
Esta última pregunta, relativa a la capitalización política del 15M se la hacen un puñado de sesudos y molones politólogos (una de las herencias de Podemos será la recuperación de esta palabra para el castellano de uso común) de la izquierda. Entre ellos Pablo Iglesias, Monedero, Errejón y otras chicas del montón.
Y la respuesta les sale afirmativa. Al principio tímidamente, diseñan un partido básicamente online, con un programa de izquierda agresiva y ultramontana, y lo petan en las elecciones europeas.
Tras ello, viene el éxito por todos conocidos. Líderes en las encuestas, principal tema de debate en los medios día sí y día también… Todo parecía indicar que la formación liderada por Iglesias se encaminaba a pasar las próximas navidades en la Moncloa. Quién lo diría.
Pero hete aquí que, como dicen los castellanos, iban dejando mucha lana entre las zarzas, y levantando sospechas en muchos observadores externos tan neutrales como lo pueda ser Suiza.
En primer lugar, aquello de ocupar la centralidad del tablero político. Pero a ver criaturas, si la mitad de vosotros todavía saluda con el puño derecho cerrado en los mítines, y tenéis todavía el pelo de la dehesa de partidos como Izquierda Anticapitalista y otras hierbas del mismo jardín. ¿Qué centralidad ni que niño muerto, o es que ahora queréis ser los sucesores de Adolfo Suarez y Leopoldo Calvo Sotelo?
También estuvo aquello tan divertido de encargar un programa económico a dos catedráticos, olvidándonos del pueblo para su confección, de la democracia participativa y, salga el sol por Antequera, pasándose por el forro el programa llevado a las Europeas, siguiendo puntualmente los preceptos de Marx, pero sección Grouxo: “Si no le gustan mis principios, tengo otros.”
Tras ello, las numerosas quejas en los círculos locales sobre la falta de democracia del proceso, los escándalos económicos de Monedero y Errejón, la sempiterna acusación de connivencia con el régimen chavista…
Cierto es que nada de esto siquiera empata la oleada de porquería de los dos partidos del bipartidismo que nos ahoga a diario.
Pero hete aquí el problema de Podemos.
Ellos nunca se han jactado de que vayan a mejorar la economía, reducir el paro o gestionar cojonudamente la cosa común. Ni siquiera han prometido que vayan a bajar los impuestos, ni en realidad se sabe nada de lo que pretenden hacer con el gobierno una vez que lo consigan.
Ellos solo tienen un capital político, una bandera, una oferta al pueblo: somos limpios, somos puros, el dios de la política nos ha iluminado con el don de la integridad inquebrantable y con el talento necesario para gobernar un país de cuarenta y cinco millones de personas consultando al pueblo hasta el más mínimo detalle. Los otros son la sucia casta, corrupta, maniobrera, poco democrática, nada que ver con ellos, politólogos madrileños ungidos por la verdad y la honestidad, en exclusiva.
Y la gente se lo creía. Hasta que dejó de creérselo. Dejen que explique esta perogrullada.
Tras el semi-fiasco de las andaluzas, las encuestas han ido confirmando, una por una, una tendencia de voto que permite aseverar que Podemos está perdiendo fuelle político de forma alarmante (para ellos) con especial inri en la última encuesta de la SER, que únicamente les confiere un 17.9 %, empatados en la cuarta plaza, cuando hace tan sólo tres meses optaban claramente a ganar las elecciones.
Y aquí viene el quid de la cuestión. ¿Ante un historial tan prefabricado, con tanta media verdad, tanta manipulación mediática, tanta falsa democracia interna, tanto politólogo de salón, alguien duda que lo de Monedero es una farsa? ¿Es ahora, precisamente ahora, cuando el bueno de Juan Carlos no ha podido más y ha rajado en los medios? ¿Justo después de la encuesta de la Cadena SER?
Que podría ser, eh, que yo no digo que no. Que al contrario que nuestros amiguitos del partido morado, yo no tengo la verdad absoluta. Pero el objeto de este artículo es ofreceros mi visión, sobre el tema, a modo de hipótesis alternativa, para que penséis en vuestras casas. Yo con eso ya me voy contento.
¿No podría ser que la rajada y fulgurante dimisión de Monedero obedeciera a un plan preconcebido? Tal que así:
- Podemos pierde fuelle, las acusaciones de procedimientos antidemocráticos y los escándalos están a la orden del día.
- Monedero, quemado y amortizado como figura política, hace de Pepito Grillo, criticando desde el mismo partido los defectos que les achacan desde fuera. Control de daños y Derribo controlado.
- Dimisión “amable” de Monedero, expresiones de gratitud de Iglesias, comentarios acá y acullá de que “nos hace falta del aguijón de su crítica”.
- Tras esto, escenificar un golpe de timón democrático, mucha foto con círculos locales, declaraciones altisonantes, reconocimiento de errores, y mucha fanfarria de democracia real, terminando con un abrazo entre Pablo y Juan Carlos, o algo que se le parezca. De esta forma recuperamos nuestra pátina de iluminados salvapatrias, único motivo por el que pueblo nos vota.
Tras haber expulsado de mi cuerpo esta inquietud, debo volver a las preguntas iniciales: ¿me estoy convirtiendo en un conspiranoico de manual? ¿Nadie lo ve tan claro como yo? Por el contrario, ¿No estaré perdiendo el tiempo en mi actual oficio? ¿No debería dejarlo y dedicarme a ser analista político, vulgo tertuliano?
Y añado otras cuestiones a debatir, ¿Soy otro majara más de internet, un sencillo blogger no puede mirar directamente a los ojos a los profetas politólogos que conducen al pueblo al nuevo Canaán? O por el contrario, ¿lo que digo es razonable y podré convencer al Juez de que paralice el procedimiento de incapacitación que mis familiares han iniciado contra mí? ¿Puedo seguir llevando barba y, en su caso, gafas de pasta, después de haber criticado a Podemos? ¿Se liga escribiendo para La Cloaca?
Y la pregunta más sesuda y profunda, para el final:
¿Es Podemos la historia de una idea maravillosa echada a perder por cuatro listos sofisticados y maquiavélicos?