Tenía pendiente esta entrada desde que se me vino a la cabeza leyendo algunos comentarios de Carmina y Lammermoor, en los que decían que tenían entradas pendientes y también entradas fantasmas…
Porque es verdad que a veces no somos capaces de plasmar lo que queremos decir, y parecía tan sencillo, ¿verdad? Ya no sólo que no nos salga esa palabra que tengamos en la punta de la lengua, sino que nos pongamos a escribir una entrada en el blog y no se nos ocurre ni el título.
Mi técnica es la siguiente: hasta que no tengo moldeada la entrada en mi cabeza, no empiezo con ella y, es más, prefiero darle forma unos días hasta que la pobre -la entrada, no la cabeza- se siente oprimida, falta de espacio y aire, y a punto de explotar a no ser que la plasme por escrito, momento en el cual lo hago sin apenas complicaciones. Supongo que será un momento de esos de inspiración en las que las palabras fluyen por arte de magia. De hecho, si espero hasta que esto ocurra, normalmente incluso puedo escribir más de una en esa tarde. Es decir, que me pongo a escribir cuando realmente tengo algo que poner, si no, ya sé que no voy a llegar a ninguna parte.
Una vez que empiezo la entrada procuro terminarla, a falta de alguna pequeña revisión, claro. Resulta que a veces he dejado alguna a medias y, cuando lo retomo (al día siguiente, a los dos días), tengo que cambiarla entera porque ya no me gusta: borro todo y lo reescribo con otras palabras. Esto podría ser un bucle interminable si lo volviera a dejar a medias para otro momento, por lo que generalmente escribo cuando sé que dispongo de un buen rato.
Evidentemente siempre lo corrijo; ¡ya me gustaría que me quedara perfecto nada más escribirlo! -perfecto según mi criterio, se entiende-. La primera corrección es al acabar la entrada; planto la vista previa y ya me lo voy imaginando como post. Cambio frases, añado otras ideas, etc. Confieso que casi nunca quito nada. La última corrección (puede haber alguna más de por medio) siempre es justo antes de publicar; en esta sólo son comas, acentos o alguna palabra que se repite indiscriminadamente y se me había pasado.
Siempre tengo abierto la página de la RAE -no es por hacer la pelota a Azote, es porque muchas veces lo necesito de verdad-, y procuro explicarlo todo de la mejor manera posible. A veces me doy cuenta de que pongo demasiadas comas… Y puntos suspensivos… Pero esto no viene en la RAE
Se supone que en internet los lectores dejan las entradas largas a la mitad por aquello de que el tiempo es oro y de que la pantalla cansa la vista, supongo. Yo creo que los lectores de mi blog, al ser lectores (de libros), tratan de leerlo completo, más que nada porque es lo que suelo hacer yo misma en los demás blogs. Últimamente he notado que hago las entradas más largas, lo cual es un misterio, pero es que cuando lo repaso, simplemente no puedo quitar nada (un misterio también, eso de no quitar), será que no sé seleccionar muy bien lo importante… Pero bueno, suelo estar contenta con la mayoría de los posts.
No tengo entradas fantasmas: yo las dejo aparcadas para cuando tenga un rato, pero a veces ellas salen sin avisar y me tengo que poner a escribir. De todas maneras, como se hace por placer y por afición, siempre me resulta satisfactorio ponerme a escribir y a divagar sobre las lecturas.
Acabando ya la entrada, lo que quería era preguntaros si vosotros seguís una pauta, por ejemplo escribir la reseña justo al terminar el libro, o es más espontáneo y al azar; si lo repasáis mil veces como yo, cambiando unas cuantas comas y palabras; si os salen solas las entradas u os persiguen durante días. En definitiva: lo quiero saber todo.
Bueno, voy a repasar esta entrada (me ha quedado larga, ¿eh?).