Yo procrastino, tu procrastinas, ellos procrastinan…
El verbo procrastinar está de moda, ahora es fácil escucharlo en distintos escenarios, así que la mayoría sabréis seguro que procrastinar es aplazar algo, dejar algo para después.
Y nuestra sociedad cada día es más procrastinadora, y sino ahí van algunas reflexiones:
- Procrastinamos cuando decidimos no tener hijos con múltiples excusas como mi carrera profesional me lo impide, mi situación económica me lo impide, las letras del coche me lo impiden, y después acabamos teniendo hijos con más de 40 años.
- Procrastinamos cuando decidimos comprometernos con una persona para que sea nuestra compañera, mejor no nos casamos, o mejor tenemos una relación abierta, o mejor simplemente somos folla-amigos, y perdonadme la vulgaridad que acabo de soltar, pero me ha salido así.
- Procrastinamos hasta para tener contacto con las personas que queremos: Padres, hermanos, tíos, sobrinos, hijos, amigos. ¿cuántas veces echamos la culpa a la falta de tiempo para justificar nuestra ausencia? Por no hablar de ese café que nunca llega o de esa copa de vino que se convirtió en vinagre esperando a que un día esas dos amigas sacaran media hora para recordar viejos tiempos.
- Por procrastinar, procrastinamos hasta para hacer dieta, y si no que me lo digan a mí, que llevo semanas y semanas pensando cuándo es el momento adecuado para comenzar a deshacerme de esos 18 kilazos que se me han pegado en estos últimos tres años.
Al final acabamos interpretando el papel de Escarlata O’Hara y su “Ya lo pensaré mañana” y mientras la vida sigue su curso, y nuestro tiempo limitado continua agotándose, y al final, de esta reflexión me viene a la cabeza esa parábola de las doncellas que esperaban al señor con lámparas de aceite y tenían que estar en vela, pues así es la muerte, un día llega y se acabó todo, y lo que no te dio tiempo hacer o a decir pues se quedó así, sin hacer o sin salir de tu boca.
Anuncios