La disfruté, sí, mucho. La vi tranquila, en una tarde de invierno y me maravillé ante la idea de recibir inesperadamente un presente como ese. Es curioso, porque una de las ideas que ronda en la película (y que se aprecia mayormente en el libro) es el carácter inesperado de las cosas. Quizás el misterioso sujeto del regalo quiso transmitir eso también, quién sabe.
Este libro intenta retratar el encuentro de dos solitarias: Paloma, de 12 años, perteneciente a una familia francesa acomodada, definiéndose como una intelectual con ideas profundas (y también suicidas) y presentando una teoría sobre el mundo que le rodea ("la pecera") y Renée, la portera del edificio donde vive Paloma, que es amante de los libros, el chocolate y el arte, pero que se esfuerza por disimular quien es y trata de mostrarse como una simple portera. Este encuentro se vuelve posible mediante la llegada de un nuevo residente al edificio: el señor Ozú, un japonés que consigue despertar la curiosidad entre los habitantes del lugar, pero por sobre todo, se transforma en un puente entre estos dos seres, que deciden abrirse, mostrarse y compartir un trozo de existencia.
Una pregunta por el sentido de la vida. Un relato sobre la belleza del mundo, las máscaras sociales, la infelicidad. La búsqueda. El amor. Pero sobre todo, una historia donde los milagros son posibles, "porque una camelia puede cambiar el destino".