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Yo, sujeto. Por Manuel R. Vásquez

Por Eltallerdelaeam @elTallerdelaeaM

Nos llega una interesante reflexión sobre la cuestión de la responsabilidad en “esta que está cayendo”. Muy rica. Podéis leerla aquí mismo, o en el blog <<La silla de Perls>>, del terapeuta madrileño Manuel R. Vásquez.

Yo, sujeto. Por Manuel R. Vásquez

Click sobre la imagen para ir a "La silla de Perls"

Si están de vacaciones y en modo ‘desconexión’, quizá deseen reservarse esta entrada para otro momento, porque voy a abordar, de nuevo, la crisis actual. Me anima a ello la convicción de que el trabajo de conciencia que se realiza en las consultas y despachos no puede quedarse ahí sin más, sino que debe traspasar esas paredes. Es una invitación que hacemos a lxs pacientes, y es una invitación también válida para lxs terapeutas. Así que hablemos de conciencia, sin ponerle barreras al campo.

En esta última semana, se ha producido un incremento de las manifestaciones más o menos espontáneas en respuesta al deterioro de los derechos sociales, como consecuencia de los continuos recortes y demás medidas que están adoptando las administraciones en España. Si han participado en alguna de estas marchas, es probable que hayan escuchado y coreado lemas con los que estén absolutamente de acuerdo, y otros con los que no comulguen. Hay uno que a mí no me gusta: ‘¡Sí se puede!’.

No es que me considere un pesimista o que tache ese grito de iluso. Lo que me pregunto es: ¿quién puede? Cuando dices ‘¡Sí se puede!’, ¿a quién te refieres? ¿No echan en falta un sujeto? Yo sí. Los cambios profundos no surgen porque sí; a veces no queda otra ya que es la vida la que te tumba la realidad frente a tus narices, pero, incluso en esas situaciones, hay una decisión que estás adoptando, la de aceptar que tu mentira, tu fantasía no tiene más recorrido, o no tanto como desearías, al menos.

Así que el motivo de que ‘¡Sí se puede!’ no me guste es porque adolece de una figura que se haga cargo de ese poder. En otras palabras, ‘¡Sí se puede!’ viene a subrayar uno de los males que, como sociedad, necesitamos curarnos: la no responsabilidad.

La falta de responsabilidad es lo que echamos en cara a la clase política, a los altos cargos de las entidades financieras, al gobierno de la judicatura… Y con motivos más que suficientes. Pero, un momento, ¿y yo, como persona, cuál es mi pedacito de responsabilidad para cambiar el momento actual? “Yo es que no puedo modificar las leyes, porque si fuera presidente del gobierno…”. Pero, ¿tú votaste? “No, es que no sirve de nada”. ¿Y cuál es tu manera de cambiar este sistema que no sirve de nada? “No hay manera”. ¿Y qué vas a hacer con eso, entonces? “No sé”. Y como ésta, múltiples variantes de la conversación que acaban llegando a un destino: ‘no se puede’. O si se alcanza el ‘¡Sí se puede!’, éste se convierte en impulso de poco recorrido, un coitus interruptus, porque unx sigue delegando en otras manos el inicio de lo nuevo.

Yo no tengo la solución al cambio que necesitamos. No creo que haya una respuesta exclusiva, única y definida para propiciar una evolución, de igual manera que cada proceso terapéutico que acompaño es distinto, y no puedo pretender anticipar el siguiente paso, porque es faltar a la verdad. Creo, más bien, que tan válido es salir y gritar en la calle; como procurar redistribuir el dinero al darle uso y que llegue a más manos; como dar consuelo, apoyo, escuchar y sonreír a una amistad, persona familiar o del vecindario que lo esté pasando mal; como escribir unas reflexiones sobre la situación actual y compartirlas; como apostar por modelos de productividad sostenibles y respetuosos con la naturaleza…

En definitiva, no es la respuesta lo relevante, sino si me estoy preguntando “¿y yo qué puedo hacer?”, o no. Si apuesto por el ‘¡Sí podemos!’, en el que yo me considero y me hago partícipe de la acción (sujeto de la oración), aunque aún esté buscando la manera de llevarlo a cabo, frente a un ‘¡Sí se puede!’ más difuminado, donde unx sigue decantándose por la forma reflexiva de los verbos. Creo que en esta empresa estamos todos. Y es esencial que tomemos conciencia de ello.

Escuchaba hace poco a un joven político, Alberto Garzón, que decía por la radio: “la política es el arte de organizarnos como sociedad”. Entendida así, la política llama a todas las puertas y todos los días. Pues bien, la terapia gestalt es el arte de organizarnos internamente y en la vida como personas complejas que somos. Curiosamente, cuanto más conciencia de ello se adquiere (cuanto más conocimiento hay de las escisiones internas), más puede unx simplificar su camino, ponérselo fácil.

En cualquier caso, tanto la política como la terapia, sociedad y persona, necesitan de un elemento para ser herramientas de transformación: un sujeto que elija hacerse cargo de sí.

Y compartamos las respuestas y soluciones a las que cada unx llegue. La generosidad inspira nuevas ideas, y también puede prender el movimiento en otras personas que no saben cómo ponerse en acción. Si quieren hacerlo a través de los comentarios a esta entrada, sus ideas y experiencias serán muy bienvenidas ;-)

 


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