Revista Filosofía

Yo, un lápiz.

Por Juanferrero

Yo, un lápiz.
El artículo (brillantísimo sin duda) titulado Yo, el lápiz traslada la visión del uso común y en muchos casos insignificante deun lápiz a la producción casi imposible de ese lápiz por parte de un solo individuo.Sin embargo, es interesante no perder de vista que lo que sea el lápiz nodepende del proceso de producción. La empresa que fabrica los lápicesdesarrolla el proceso con materiales que ya han sufrido un largo proceso detransformación, sin embargo, tampoco estos “saben” lo que es un lápiz(entiéndase que no lo saben en tanto que productores de lápices). Los que sabenlo que es el lápiz son los usuarios, por tanto, cualquiera que lo use paraaquello que se supone que sirve un lápiz, a la sazón para lo que sirve un lápizes resultado de la acción de los usuarios. Por lo que poner el acento de nuevoen el uso del lápiz no es desmerecer el artículo de Leonard Read, sino llevarloa su verdadera dimensión y es que no es otra cosa que la división delconocimiento, frente a la primera percepción que nos haría pensar que es ladivisión del trabajo. De ahí que el título de esta entrada se refiere a un lápiz,a uno cualquiera pero que se determina según el uso que le lleve a cabo elsujeto y a este es al que hay que atribuir un conocimiento cualquiera. Ahorabien, el contexto en el que más rápidamente asociamos los lápices es el de laescuela dónde los niños acceden al conocimiento de una sociedad concreta y esteconocimiento es irreductible al control (completo) por cualquier proceso deproducción. Es decir, son los niños los que están aprendiendo a usar loslápices, y los que muestran que el conocimiento que adquieren siempre es únicopor individuo y circunstancias. Un niño puede usar el lápiz para sacarle punta,para sacarle punta y hablar con el compañero en la papelera de clase, paramorderlo, para hacerse chuletas cuando son algo más mayores, para mostrar suhabilidad con las manos dándoles vueltas como si de un molinillo se tratara. Sepodrá objetar que ese no es el uso recto o correcto del lápiz, pero es lairreductibilidad del conocimiento del uso del lápiz a una fórmula previa la quehace absurda la cuestión del uso recto de un lápiz, en el que se empeña elmaestro.  Esta es la cuestión y no otra,que no es sino la noción de praxis la que hace de un gesto aparentementeinsignificante, el uso de un lápiz, el martilleo en una mina para sacargrafito, el uso de una sierra para cortar un árbol y así un sinfín de accionesque por sí mismas son en diverso grado insignificantes y cruciales las quetraman  el proceso de producción que nose deja someter a ninguna forma, a la manera platónica, a no ser que las Formasde Platón hablaran de usos y acciones y no de cosas realizadas.Pero aquí no acaba todo y es que la acción no alcanza sumáximo esplendor en las acciones de los trabajadores implicados de maneradirecta o indirecta en la fabricación del lápiz, sino que hay otro conocimientoque no deja de tener la misma naturaleza, la de no dejarse reducir a formaprevia que remite a las negociaciones de los distintos agentes a la hora denegociar las compras y ventas de la materia para hacer un lápiz, hasta lanegociación del mismo tendero o persona al cargo de la papelería o kiosko quevende el lápiz o un lápiz a un niño.

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