El Yoga como disciplina psicofísica concede una atención especial a las llamadas asanas o posturas extáticas. Se dice que existen tantas asanas como uno pueda ser capaz de imaginar, pero en realidad solo son unas cuantas, las consideradas básicas, y el resto serian variaciones de ellas. A pesar de la similitud existente entre variantes, cada una es distinta en sí misma. Por ello, se puede decir que cada postura tiene personalidad propia en el Yoga.
Una pequeña variante en la postura que estemos realizando será suficiente para alterar ciertos aspectos de la fisiología anatómica y orgánica, en relación a su predecesora.
Las asanas no podrían disponer del éxito que las acredita, si estas no son mantenidas durante un tiempo que nos permita llevar a cabo una cierta relajación en la misma y si no son acompañadas de una respiración consciente y una atención plena en cuanto a lo que estamos haciendo.
Uno de las atributos que ensalza la práctica del hatha yoga o yoga psicofísico es la de facilitar la consciencia y disolución de algunos automatismos, o mecanismos de respuesta inconsciente, que nos llevan a reproducir, una y otra vez, pautas o patrones de comportamiento que puedan afectar a nuestra salud emocional o mental. El hecho de ceñirse a la toma de consciencia en la postura llevada a cabo, a la adaptación de la actitud anatómica, muscular y respiratoria, de sentirse lo más presente, lo más receptivo a sí mismo, irrumpe y facilita la modificación del procesamiento de respuestas automáticas.
Por el mismo procedimiento se consigue serenar la mente con el Yoga.
Cuando somos capaces de mantener la receptividad, el enfoque sobre nosotros mismos, durante el tiempo de duración de una clase, la tendencia habitual a la dispersión o a ese dejarnos someter por los pensamientos que nos acosan, el ritmo de los mismos, se reduce considerablemente, emitiendo nuestro cerebro, lo que se conoce como ondas de frecuencia alfa. Este tipo de ondas son las propicias para el desarrollo del aprendizaje. Esto significa que, cada vez que practicamos esta disciplina, rejuvenecemos nuestro cerebro influyendo sobre el lóbulo frontal, centro de funciones cognitivas y conductuales, y sobre la comunicación neuronal y su sinergia entre hormonas neurotransmisoras, neuropéptidos y aminoácidos tales como la dopamina, la serotonina, melatonina, tirosina y endorfinas, que intervienen en los estados de bienestar y salud del individuo.
Y cuando la mente está serena, todo se ve con más claridad y optimismo.
Si a ello añadimos el efecto que produce la técnica esencial respiratoria del Hatha Yoga, obtenemos una armonía interior. Manteniendo una práctica continuada, de al menos dos veces por semana, experimentaremos, en un tiempo prudencial, una estructuración de todo nuestro ser o de equilibrio integrativo entre vitalidad, emociones, intelecto y vida interior.
Cómo es la respiración en el Yoga
Aunque hay diversas técnicas respiratorias, algunas más estimulantes y purificadoras, otras más relajantes e introspectivas, durante la práctica de esta disciplina haremos uso de una respiración sencilla, en las múltiples asanas a realizar, en la cual, el diafragma, el músculo respiratorio más importante, se ponga en funcionamiento para intervenir como bomba mediadora de abdomen y pulmones, aumentando la riqueza del oxígeno ingerido y la detoxificación celular.
Cuando se sufre de ansiedad su precursor suele ser la inquietud o la angustia, resultado de una deficiencia respiratoria y de la intervención de dos emociones asociadas: preocupación y temor, estableciéndose un círculo vicioso entre emociones y respiración.
Ello produce una sensación que habitualmente se experimenta como vacío, hormigueo, nerviosismo en la boca del estómago, justo a la altura del diafragma, cuya sintomatología puede irradiarse hacia los riñones, con constricción de los mismos, causando diversas molestias lumbares o la alteración de su mecánica fisiológica. Igualmente se puede experimentar la alteración del ritmo cardiaco con sensación de palpitaciones o aumento de la presión sanguínea, que en casos extremos, pudiera confluir en riesgo de algún tipo de infarto.
Es bien evidente que en estas situaciones el oxígeno no desciende, dado que el diafragma está paralizado por la tensión. La respiración es reducida y agitada. Si habitualmente observamos nuestra respiración comprobamos que la utilización del diafragma suele ser pésima o nula en la mayoría de las personas.
El aíre que debe descender de los pulmones al abdomen no lo hace, causando la insuficiencia respiratoria, la agitación mental y los consecuentes síntomas ansiosos.
La respiración esencial es un tipo de respiración completa o semi-completa, en la que, el esfuerzo inspiratorio parte del vientre causando una expansión del mismo, seguido de los pulmones interviniendo conjuntamente, en la cual, se proporcionan pequeños espacios de intercambio entre el prana y apana, es decir, entre oxígeno y bióxido de carbono, o tiempos muertos, al final de la inspiración y de la expiración, en los cuales se contiene la respiración durante breves segundos. Esto se conoce en el Yoga como kumbhakas (antar kumbhaca, retención del aire con los pulmones llenos y batir kumbhaka, retención del aire con los pulmones vacíos) un proceso que se va aumentando con la práctica en posturas meditativas y que facilita espacios de silencio mental en los cuales, el adepto puede experimentar estados de paz profunda y éxtasis (nirvana).