Revista Arte

Yukio y la máscara

Por Peterpank @castguer

Yukio y la máscara

El 25 de Noviembre de 1970, el escritor Mishima Yukio, que lleva toda su vida planeando el incidente, acompañado de cuatro jóvenes miembros de su Tateno Kai, su sociedad del escudo, ha retenido a la fuerza al general Mashita en su despacho del campamento Ichigaya, ha lanzado desde una terraza, a voz en grito, una proclama a los soldados sin poder acallar las burlas y los insultos pidiéndoles volver a los valores que han forjado el alma japonesa, y finalmente se ha arrodillado ceremoniosamente y ha cometido seppuku. Es un poeta, ha buscado hacer de su vida una obra de arte. El suicidio ritual es la pincelada maestra que define el mundo. El corte del acero es la última mano de barniz sobre el lienzo. La muerte violenta por la propia mano es un verso que canta al honor. Si la vida ha entrado por sus tripas, por su vientre, es lógico que salga por el mismo sitio. Ha liberado el fuego. El fuego es lo ultra vivo, es íntimo y universal, vive en el corazón, desciende en la materia y se oculta. Lo denso se retiró para que lo sutil revelase su tesoro. Y entonces, la boca, que antes se abría para amar, se abrió en un grito terrible que le permitió seguir cortando. En el brillo de los ojos el oro volvió al sol y el vientre luchó para expeler el cuerpo extraño que segaba su vida. Qué difícil es morir!

Mientras está cayendo hacia delante, ofreciendo el cuello al golpe de la katana de Morita, se ve en manos de su padre. Es una de esas raras ocasiones en que le ha liberado de las garras de la tiránica abuela. Están en la vía del tren. Al padre la gusta elevarle en vilo y alzar su cara a unos centímetros de los trenes que pasan a toda velocidad. El riesgo es evidente. Es un ejercicio de formación samurai. El niño no grita y mira con ojos de máscara el convoy que le conmueve entero y agita sus cabellos. Ni un gesto. Ahora está muriendo y el tren se acerca, quizá en las nubes de humo que expele la locomotora reconozca las volutas que escapan cadenciosas de la central de Fukushima.

el pincel y la espada


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