La creación de un museo judío aportaría un referente cultural más a la ciudad y daría carácter permanente a los avances científicos aportados en tres años de congresos en los que se ha analizado el legado de la cultura hebrea
06.07.2015 | 08:43
JOSÉ MARÍA SADIAacudieron a Zamora llamados por el "tirón" del célebre legado románico de la ciudad y, aunque no hallaron un centro específico sobre arte medieval, pudieron visitar algunas de las iglesias que vertebran el casco urbano. Sabían que la capital había ingresado hacía unos años en la Red Europea del Modernismo y, si bien los folletos turísticos se habían agotado, recorrieron los edificios de la Plaza Mayor, la plaza del Fresco, Santa Clara y terminaron frente al imponente Mercado de Abastos.
Sintieron curiosidad por la primera Semana Santa del país que, en su conjunto, acababa de recibir el reconocimiento de Bien de Interés Cultural Inmaterial y, como la Pasión quedaba aún lejos en el calendario, decidieron visitar el Museo. La exposición no estaba pensada para transmitir los valores y la filosofía de las procesiones, pero, al menos, tomaron conciencia de la figura de Ramón Álvarez y apreciaron la calidad de obras de reconocidos escultores como Mariano Benlliure.
El Gobierno acababa de autorizar la concesión del pasaporte español a personas judías que acreditaran su origen familiar en Sefarad. Interesados en el hecho y seducidos por el misticismo de esta cultura, habían recorrido ya las estrechas calles del casco histórico de Girona y visitado más de una vez Toledo, cuna de las tres culturas. En esta ocasión viajaron a la provincia de Cáceres para caminar por la coqueta judería de Hervás y se acercaron al Museo David Melul de Béjar. Se informaron, por los medios de comunicación, del congreso anual que acoge Zamora desde hace unos pocos años, en plena exploración de su pasado hebreo. Sabían que la ciudad había dado importantes rabinos como Isaac Campantón y probaron suerte. Al llegar, acudieron a las oficinas de turismo, pero no les pudieron ofrecer folleto alguno. No existía. Les hablaron de la nueva Ruta Sefardí, señalizada por varios monolitos en diferentes puntos de la ciudad. Pero, al no conocer la capital y sin información específica sobre el recorrido, optaron por marcharse, un tanto decepcionados.
Son hechos ficticios? o quizá no. Puede que esto haya pasado ya. Las novedades sobre Sefarad -el país imaginario que los judíos españoles tejieron al ser expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos- circulan a la velocidad de los nuevos medios digitales de comunicación y las redes sociales. El patrimonio judío es un tema universal que conecta rápidamente con los sefardíes que viven en Estados Unidos, México, Grecia, Turquía o Siria. Apenas hallan un mínimo motivo, hacen las maletas y visitan la tierra que sus antepasados abandonaron cinco siglos atrás con las llaves de sus casas en el bolsillo, convencidos de su regreso. Decenas de conferencias y la implicación de estudiosos americanos e israelíes han colocado ya a Zamora en el mapa de Sefarad? Pero la ciudad solo puede ofrecerles un congreso anual en fechas específicas que acabará por extinguirse si no encuentra un asidero. Hasta la fecha, la iniciativa se ha financiado con el interés de cada ponente en exponer las novedades de sus trabajos de investigación. Poder compartir el conocimiento ha sido la compensación recibida.
También existe una interesante ruta, sí, aunque no ha sido inmune a los ataques vandálicos que han desnudado de información algunos de sus monolitos.
Y la pregunta es: ¿realmente es utópico plantear la creación de un museo que recoja la historia y el papel de Zamora en Sefarad? Este viernes pude plantearle esta cuestión a Manuel Moratinos, uno de los ideólogos del celebérrimo cambio de nombre de la localidad burgalesa de Castrillo Mota de Judíos. "¿Utópico?", me contestaba sorprendido. "No es utópico si el proyecto está históricamente documentado y consigue el apoyo de las instituciones", me argumentaba el arqueólogo.
Cuando el Centro Campantón que dirige el profesor cubano Jesús Jambrina plantea la creación de un museo, estoy seguro de que no se refiere a un gran edificio repleto de vitrinas y provisto de audioguías. Supongo que habla, más bien, de un salón en alguno de los inmuebles municipales -el exconcejal de Turismo, Francisco Javier González, llegó a plantear el malogrado Centro de Ciudades Medievales- donde exponer cómo era la comunidad judía de Zamora en la Edad Media o dónde se ubicaban sus sinagogas, carnicerías, baños rituales? En este sentido, se percibe con demasiada nitidez el silencio de los muchos y excelentes historiadores locales. Su colaboración ha de ser clave para cimentar la arquitectura científica que precisa el proyecto.
Sobre el apoyo público y aunque de forma embrionaria, el Ayuntamiento y la Diputación han prestado su apoyo estos años a las iniciativas del Centro Campantón. No dudaron en recibir a los participantes en los congresos en sus instituciones, arropando el sentido de las sesiones de estudio. El citado exconcejal, Francisco Javier González, se implicó en la construcción de esa Ruta Sefardí que precisaba más voluntad que medios, convencido de la "deuda histórica" de la ciudad con los muchos judíos que marcharon ligeros de equipaje rumbo a Portugal o a los puertos marítimos, en busca de un barco que los condujera a su nueva vida. El equipo de Gobierno actual acertaría, sin duda, en recoger el testigo.
Parafraseando el eslogan de un emergente grupo político, el momento de plantear seriamente el proyecto "es ahora". La apertura de un centro en el que sumergirse en esta desconocida etapa histórica de Zamora daría carácter permanente al esfuerzo que historiadores, arqueólogos, biólogos o escritores vierten cada año en los congresos sobre la huella judía. Su interés por la ciudad pasará o, simplemente, acudirán a otros lugares donde exponer sus progresos. Entonces se entenderá, en su correcta dimensión, el lujo que ha supuesto tener en Zamora a expertos en la cultura sefardí venidos de la universidad israelí de Ben Gurion o de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
Cuestión aparte es la romántica iniciativa de realizar excavaciones para terminar de ratificar lo que ya dicen los documentos históricos. Aunque "Historia no solo es arqueología", resulta apasionante la perspectiva de certificar si el mikvé o baño ritual escondido en la antigua Hostería Real fue utilizado por nuestros antepasados judíos. O resolver el desconcertante misterio que envuelve la llamada Cueva Árabe: almacén, bodega, sinagoga? Y de entre todos los arcanos, uno: ¿dónde se encuentra el antiguo cementerio judío? Las obras realizadas en la Huerta de la Frontera de Valorio para construir el actual parque de recreo no detectaron evidencia alguna. ¿Dónde se halla el camposanto de la Zamora sefardí? Sobre la viabilidad de la exploración arqueológica, podría plantearse que la ciudad carece de medios para abordarla o que existen otras prioridades. Sin duda, es así. Pero entonces habría que explicar cómo el actual Castrillo Mota de Judíos, un pueblo de solo 55 habitantes, ha sido capaz de impulsar un proyecto cultural al que fía su futuro y Zamora -cuyo principal valor es, precisamente, su patrimonio material e inmaterial- renuncia a intentarlo. La ciudad es románica y semanasantera desde el corazón de la Edad Media. Ya entonces, por las calles de los Barrios Bajos también corría sangre judía.