El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presenta una exposición del proyecto fotográfico Somnyama Ngonyama [Salve! oscura leona] de la sudafricana Zanele Muholi ( 1972; vive y trabaja en Johannesburgo), artista y activista. Lesbiana y negra, en un país que aún enfrenta más de un apartheid: la raza, el género, el fluir sexual. Allí, ella habita su cuerpo a pesar de todes. Allí construye su obra para armar la identidad de muchxs excluidos y criminalizadxs, de muchxs que forman parte de su comunidad, de su red, de su raza y de su rechazo a obedecer porque sí.
La construcción de su obra y su reputación está basada en el registro de los crímenes de odio: contra los negros, contra los negros de la comunidad queer más específicamente.
En esta serie que se presenta en Buenos Aires a partir del 15 de marzo, Zanele da vuelta su cámara. Ahora se retrata a sí mismx y, al hacerlo, pone en evidencia la propia historia de ellxs (su pronombre preferido) —la negritud, la historia política de su país, la condición de género—, al tiempo que compromete la mirada del espectador que, ante sus imágenes, se ve obligado a preguntarse sobre el cómo, el cuándo, el dónde y el por qué de la construcción de estas imágenes.
Este viraje al autorretrato contrasta, repetimos, con el proyecto al que Muholi dedicó toda la vida: registrar a los miembros de la comunidad negra LGBTI de Sudáfrica y a la vez afirmar su misión de “reescribir una historia visual de los negros queer y trans para que el mundo sepa sobre nuestra resistencia y nuestra existencia, víctima de la mayor cantidad de delitos de odio dentro y fuera de Sudáfrica”.
“Exagerando lo oscuro de mi piel estoy recuperando mi negritud -dijo al diario El Pais el año pasado- que siento que está constantemente producida por el otro privilegiado. Mi realidad es que no tengo que hacer mímica, soy negra, como mis ancestros. Vivimos como negros los 365 días del año y deberíamos hablar sin miedo”, explica.
También cuenta que en su familia no hay fotos de sus abuelos ni de sus bisabuelos. Borrando la estirpe deliberadamente, en Sudáfrica, no se hace otra cosa que remarcar la falta, y ese sentimiento de nostalgia es, según Muholi, el que la ha acompañado durante toda su vida: “Si hubiera podido conocer sus caras, una parte de mí misma se sentiría menos vacía”.