Revista Espiritualidad
Al principio zazen (me parece) se hace para uno mismo, tiene poco sentido y no suele suceder, que a uno se le ocurra algo parecido a "voy a hacerle un favor al mundo: me voy a sentar" (¡!).
Y generalmente, que no siempre, se encuentra con un regalo de bienvenida: un algo más de serenidad, un algo menos de rabia, tristeza o lo que sea que a uno le sobra.
Pasa un tiempo de luna de miel y poco a poco puede ser que llegue un tiempo de aburrimiento supino o eso al menos le escuché decir a una compañera de dojo: "me aburro como una ostra durante el zazen", dijo.
Tiene su explicación, claro, porque es que la encantaba hablar y que la miraran (y lo digo como descripción de su persona, nada de censuras porque humanos somos y algo de eso tenemos todos). Y en zazen ni podía hablar (bueno, que poder, lo que se dice poder, se puede, pero casi nadie lo hace excepto uno que respondió a un kusen y fue uno de los mejores momentos que recuerdo dentro de un dojo. Resulta que el monje habló algo sobre el láser añadiendo que no recordaba bien el significado de las siglas y ése que os cuento, por allí al fondo, mientras continuaba inmóvil mirando sin ver su trocito de pared, contestó: "light amplification by stimulated emission of radiation, amplificación de luz por emisión estimulada de radiación"... genial! y más genial todavía fue que el monje, usando su mejor estilo zen estándar, le contestó a su vez: "no te he preguntado". El practicante nuevo, porque si no es nuevo ni se le ocurre comentar nada, dijo en voz alta y con toda cortesía: "perdón, como has dicho que no lo sabías"...).
Retomo, que mi compañera ni podía hablar ni nadie la miraba y esa era la causa de su tedio.
Personalmente no me he aburrido nunca porque, contraviniendo todas las instrucciones, tengo que reconocer que de vez en cuando, en zazen, también me dejo pasear por mis mundos internos, charlar con sus habitantes y proyectar escenarios, por ejemplo. Vale, que no hay que hacer eso pero que conste que sé que no soy la única, que sé de quien se dedica a hacer circular órbitas microcósmicas, quien recita mantras o mil otras cosas con tal de no caer de golpe en nada. O sea, igual que yo :)
Pero si uno decide no hacer caso de esa etapa y continúa impertérrito como si tal cosa en la práctica, hay un momento (que viene después del mesiánico de: "lo hago por la humanidad"...) en el que zazen se incorpora él solito a la lista no escrita de necesidades básicas y fisiológicas que ni se ponen en duda ni se eligen tales como cocinar y comer, procurarse techo y cama y dormir, respirar, comprar (pedir prestado o robar) ropa y vestir, llorar, reir.
O morir de la muerte verdadera o de la otra.