Hoy, que tanto se habla de los influencers, cuando tantos jóvenes sueñan con serlo y, gracias a la informática y las redes sociales, tan relativamente fácil resulta alcanzarlo -incluso sin méritos reales-, viene a cuento recordar la figura de Ziryãb, quien ya en el siglo IX logró influir no solo en y reinos cristianos peninsulares, sino en toda Europa, implantando modas y refinadas costumbres orientales. Pero, en contra de lo que muchos creen y como a continuación probaremos, su influencia no se limitó al ámbito de la mera frivolidad, sino que alcanzó verdadera relevancia cultural.
Ziryãb fue algo más que el Petronio andalusí -aunque eso también-, fue un artista consumado en diversas ramas e, incluso, un auténtico pedagogo de la Música.
Su verdadero nombre fue Abũ-l-Hasan Alí ibn Nãfi (أبو الحسن علي ابن نافع), aunque fue más conocido como Ziryãb -"Mirlo" en árabe-, a causa de su piel oscura, su canto melodioso y su carácter agradable. Nació aproximadamente en 789 d.C. en la ciudad iraquí de Mosul, bajo pleno dominio del Califato Abbasida, y según algunas fuentes era de origen kurdo. Durante su infancia y adolescencia, fue discípulo del eminente músico Ishãq ibn Ibrahĩm al-Mawsilĩ (767-850) -venerado maestro de la escuela Udist en Bagdad y músico oficial de la Corte califal-, quien lo aceptó entre su muy escogido alumnado cuando se percató de su ansia de saber, su inteligencia y notables dones.
Algún tiempo después, fue presentado por el maestro como su alumno más aventajado ante el califa Hãrũn al-Rašĩd (786-809), quien quedó muy favorablemente impresionado por el joven músico, por su originalidad como cantante y, sobre todo, por el uso que hacía de un "ũd" [1] de propia invención. Como el califa pidiera que le hiciera una demostración, respondió el joven:
"Si Su Alteza quiere oírme tocar algo a la manera de mi maestro, me acompañaré de su instrumento, pero si quiere conocer el método que inventé, necesito el ũd que elaboré para mí mismo. Mi instrumento, si bien tiene las mismas dimensiones y madera que el ordinario, es alrededor de un tercio menos pesado; sus dos primeras cuerdas (zĩr/mathnã) están hechas de seda hilada en agua fría, bien tensadas, pero flexibles sin ser blandas, y son más fuertes que las cuerdas utilizadas habitualmente, cuya seda ha sido torcida después de empapadas en agua muy caliente. En cuanto a la tercera y la cuarta (mathlath/bamm) de mi ũd, se hacen con los intestinos de un cachorro de león, lo que les permite sonidos más melodiosos, claros y densos. Su uso es más duradero y son más resistentes a los cambios de temperatura que las cuerdas hechas con los intestinos de otros animales".[2]
Autorizado por el califa, el joven Ziryãb entonó los versos y la música que había compuesto especialmente para él, y lo hizo tañendo su propio ũd. El soberano no pudo ocultar su entusiasmo y manifestó su afán por convertirlo en músico de su corte. Pero su maestro Ishãq al punto se percató de que las cualidades y el Arte de Ziryãb eran más inefables incluso de lo que él había intuido; advirtió que, siendo aún su alumno, ya podía hacerle sombra y que él mismo había facilitado la entrada al palacio de quien sin duda estaba resuelto a desplazarlo de su posición de privilegio. A partir de ese momento todo su afán estribó en librarse del rival más peligroso para sus ambiciones, el competidor más serio que podía encontrar en todo el Califato de Bagdad; y para lograrlo no dudó en emplear todo su poder y cuantos medios halló a su alcance para librarse de su antes dilecto discípulo y obligarlo a abandonar el país. Dolido con la actitud de su admirado maestro y no ignorando el poder que había llegado a acumular Ishãq al-Mawsilĩ, determinó emigrar.
Después de pasar por Alejandría, viajó hasta al-Magreb y se asentó en Ifrĩqiyya[3], país donde entonces reinaba la dinastía aglabí. Tras instalarse en la capital, Qayrawãn, fue dándose a conocer, relacionándose con los músicos más afamados, hasta que consiguió deslumbrar al emir aghlabí Ziyãt-Allãh I (816-837), quien contrató sus servicios con muy ventajosas condiciones y emolumentos. Allí la reputación del genial artista creció pronto y se extendió hasta más allá de las fronteras del país. La vida artística del barrio de Qayrawán donde residía hervía de animación gracias a él; la alegría y el nivel de sus actividades creativas lograron que aquel barrio llegara a ser conocido por su nombre: "al-hay al-ziryãbĩ ". Este hecho habla por sí solo de la importancia que tuvo la estancia de Ziryãb en la capital aghlabí. Y así fue gracias a la protección del emir; hasta que perdió ese favor con que era distinguido al sentirse Ziyãt-Allãh ofendido por unos versos del artista, que en consecuencia fue sentenciado al látigo y, más tarde, desterrado. Corría el año 821 d.C.
Este penoso incidente fue presenciado, casualmente, por un embajador del emir omeya al-Haqem I de al-Ándalus ante la corte aglabí; el embajador Mansũr al-Mughannĩ había viajado a Qayrawãn con alguna misión política, pero también llevaba el objetivo de conseguir músicos para la corte andalusí, ya que hasta Córdoba había llegado noticia del ambiente cultural que Ziryãb había creado en Ifrĩqiyya. Al-Mughannĩ lo invitó a seguirle hasta Córdoba para entrar al servicio del emir omeya. Pero, ya en 822, apenas pisado suelo peninsular en al-Jazĩra al-Hadrã (Algeciras, la Isla Verde), la suerte le volvió una vez más la espalda al recibir la noticia de la muerte de al-Haqem I. "Algunos lo describieron cuando su llegada a al-Jazĩra, con un sombrero de astrakán que cubríale la frente hasta las cejas, despejando sus orejas y cuello, con su barba teñida de henna y, bajo sus párpados ennegrecidos con kohol, sus ojos brillan... A su paso, rodeado de sus mujeres jóvenes y hermosas y sus muchos hijos, emana un agradable aroma de flores"[4] (Mahmoud Guettat). No obstante, aunque al-Haqem hubiera muerto, Abd al-Rahmãn II, su hijo y sucesor, era aún mayor amante de la poesía y la música que su padre y contrató sus servicios; le ofreció un palacio en Córdoba, una al-munya en su alfoz valorada en 40.000 dinares, una pensión anual de 5.640 dinares, 300 almudes anuales de cereales y otros muchos privilegios, y todo ello antes de haberlo oído cantar.
No tardó en darse a conocer Ziryãb en la corte cordobesa; no era su misión pasar inadvertido y, además, estaba incapacitado para conseguirlo. Pronto alcanzó renombre, y todo el que quisiera deslumbrar con sus fiestas no podía olvidarse de invitarlo; entre la jassa (aristocracia andalusí) ya no se pudo prescindir de él. No solo introdujo usos y refinamientos orientales, también creó modas nuevas tanto en el vestir como en el peinado o en el corte de barba, implantó usos culinarios, como el orden en que debían servirse los platos en la mesa, el cambio de las copas de metal por las de cristal para degustar el vino, los manteles de cuero fino, alimentos desconocidos hasta entonces... y convirtió en distracción obligada en reuniones de la alta sociedad el juego del ajedrez ( al-šatrãn).
Según el cronista al-Maqqarĩ, confeccionó diferentes modelos de alfombras y cobertores suaves y flexibles en vez de lonas de lino, se especializó en la organización de grandes banquetes, presentación de las mesas con jarrones de oro y plata para las flores, y entre las novedades gastronómicas que introdujo podemos citar delicias desconocidas hasta entonces en al-Ándalus, como las ensaladas de alcauciles, los espárragos ( al-isfiraj) o la "naqayã", un pastel de pasta de almendras y pistachos con azúcar y agua de cilantro. Al-Maqqarĩ menciona con detalle su famosa " zalãbiya", una especie de buñuelos de miel que todavía se degustan en algunos países árabes, sobre todo en Túnez. Pero quizás el que más influencias dejó en otros paises fue su " zirbãya" (en referencia a Ziryãb), elaborado con queso fresco o leche, cordero, almendras, vinagre y azúcar. Trocando el cordero por pollo se convirtió en el de Cataluña, el blanc-manger de Francia o el biancomangiare de Italia. No todo lo que aportó lo trajo de Oriente, que muchas de sus creaciones lo fueron a partir de productos autóctonos andalusíes, como es el caso de uno de sus platos estrella ideado en Córdoba: el ziriabí, una exquisitez cuya base es la sencilla alubia blanca, aunque él aconsejaba elaborarlo preferentemente con habas tiernas, cuando por temporada se podían conseguir.
Hay autores que le atribuyen también la creación de las albóndigas (al-bundĩqa/s).
Respecto a sus innovaciones en el atuendo, los cordobeses (y a partir de ellos toda la península) aprenderían gracias a él a vestir con elegancia según cada estación del año: en primavera, vestidos ligeros y de colores vivos; durante los meses de verano, ropa ancha y blanca o de color claro preferentemente en algodón o lino; para la temporada de invierno aconsejaba seda y lana en los vestidos, y abrigos (pellizas enguatadas y en forma de túnica) y sombreros de piel. Le entusiasmaba que las chicas jóvenes usaran ropa alegre, de color azafrán, amarillo o escarlata y echarpes bordados de seda. Llegó a fabricar un desodorante ( al-martak) que reemplazó a los polvos que antes se usaban a tal fin (polvo de rosas, albahaca, jazmín, ámbar, almizcle, etc); incluso descubrió la forma de hacer desaparecer el cerco que su desodorante podía dejar en la ropa.
El pago tan generoso que recibía de Abd al-Rahmãn II fue considerado excesivo por otros personajes de la corte andalusí, como fue el caso del también célebre poeta Yahya al-Ghazãl[5] y del mismo tesorero del emir, quien se negó a abonar a Ziryãb las desorbitadas sumas que tenía asignadas; pero tan convencido estaba el soberano de los merecimientos de su protegido que terminó pagándolas de su propio bolsillo. Las prósperas condiciones de vida del músico en Córdoba causaron asombro incluso fuera de al-Ándalus, y otro eminente músico de Bagdad llegó a lamentarse ante el Califa Abbasida de que, "mientras Ziryãb con los omeyas de al-Andalus cabalgaba rodeado de más de un centenar de esclavos y poseía treinta mil dinares, él, Allũyah, probablemente moriría de hambre..." [6] Mientras tanto, en la península, los celos de Yahya al-Ghazãl hiciéronse patentes en una ácida sátira que compuso contra su rival, pero que Abd al-Rahmãn II, pese a la predilección que siempre mostró hacia al-Ghazãl, no solo ignoró, sino que impuso silencio al poeta celoso y le ordenó retirarse de Córdoba por un tiempo. Y es que " aparte de la música, este hombre excepcional (Ziryãb) tenía un profundo conocimiento de las diversas ramas de las letras y también de astronomía y geografía. Pero además de por sus vastos conocimientos, destacó por su brillante ingenio, su deslumbrante don para la conversación y también por su distinción, elegancia y refinamiento de sus modales " (Mahmoud Guettat).
Iván F. Moreno Landahl[7] añade sobre él: " A Ziryãb nunca le tentó ni la política ni el poder ni quiso inmiscuirse en las intrigas palaciegas, lo que contribuyó a elevar su posición en la corte y aumentar una fortuna calculada en 300.000 dinares, además de varias alquerías de la campiña cordobesa. Ni en Bagdad ni en Bizancio había sido jamás pagado tan generosamente el arte de un músico ".
Debido a sus influencias, Córdoba alcanzó un alto grado de arabización y, aunque culturalmente llevó aparejado un enorme esplendor, también se derivó de esto -más o menos directamente- una situación religiosa que llegó a revestir enorme gravedad: el problema de los mártires voluntarios o suicidas[8]. A través de los párrafos siguientes en cursiva, seleccionados de mi novela " El Halcón de Bobastro", un hijo de Omar ben Hafsún, el protagonista, nos refiere como narrador la situación creada:
"Era Abd al-Rahmãn II un emir tan intrépido y fuerte en la guerra como humano y moderado en la paz; rigió sus estados por igual con gran talento organizador, sin olvidar a las comunidades dimmíes -o protegidas- de mozárabes y judíos... Fue este Emir gran protector de las Artes y las Letras. Se complacía rodeándose de los mejores poetas del momento. Gracias a su mecenazgo, vino a Córdoba desde el Oriente un famoso poeta liberto. Se llamaba Ziryãb y se convirtió en el maestro de la elegancia; él enseñó el orden en que se debían servir los platos en la mesa, a usar los cubiertos y a comer con distinción. Introdujo las modas de Bagdad e influyó en el vestir y en el corte de pelo y barba. También dejó su huella en la poesía y la música, por medio de las grandes fiestas que ofrecía a la nobleza e intelectualidad cordobesas. Y este hecho, en apariencia tan frívolo, tuvo una trascendencia impensada y trajo en consecuencia unos acontecimientos de enorme gravedad. Abd al-Rahmãn II, que había puesto especial cuidado en su relación con las comunidades cristiana y judía, que había hecho aplicar estrictamente las leyes que los beneficiaban y había sabido pasar por alto aquellas que resultaban impopulares, se encontró con un conflicto que no merecía, y los dos últimos años de su reinado se vieron empañados por unas disensiones religiosas que amargaron sus últimos días. La gran influencia que ejerció Ziryãb sobre los cordobeses llevó a una orientalización y arabización de la capital como nunca se había dado con anterioridad. Los nativos hispanos escriben el latín, pero hablan su lengua tradicional, el romance, que se encuentra en continua evolución. Esta diferencia entre lengua hablada y escrita que se da entre la población ha facilitado la arabización. Los cristianos o mozárabes siguen siendo muy numerosos y, en especial en Córdoba, constituyen un importante grupo social, ilustrado, bien acomodado y muy arabizado. Pero los más celosos guardianes de la lengua y las tradiciones hispanas eran los clérigos. Fue en las iglesias y en los cenobios donde se preservaba el latín y donde a diario se leía a los clásicos romanos... En torno al abad Speraindeo, párroco de la iglesia de San Zoilo, surgió un movimiento de oposición, origen de los acaecimientos que pronto sobrevinieron y que mucho contribuyeron a prender la chispa nacionalista. Entre los discípulos que en San Zoilo asistían a sus prédicas se contaban Eulogio y Álvaro. Ambos se quejaban con gran amargura de que los ciudadanos de la capital desertaran de sus señas de identidad, y ese abandono les dolía sobremanera en los cristianos. Se lamentaban de que éstos rivalizasen en lograr escribir en el más elegante estilo árabe, mientras que Horacio, Séneca, Virgilio, Tito Livio y otros eran ya desconocidos por los cordobeses. Pero, al defender incluso la lectura de escritores paganos, mostraban que las razones de su descontento eran más de índole nacionalista que religiosa. En realidad, sentían no ser perseguidos; intuían que, sin la tolerancia árabe, la población se habría resistido más a la arabización. Las ideas de Speraindeo, Eulogio y Álvaro llevaron a la clerecía de la ciudad a un desatino colectivo y, como el martirio no parecía querer venir a su encuentro, resolvieron ir ellos al encuentro del martirio. La catedral de San Acisclo, la iglesia de San Zoilo y el cenobio de Tabanos fueron los tres focos más enconados de la rebeldía. Un sacerdote de San Acisclo, llamado Perfecto, fue el primer mártir, condenado por haber injuriado a Mahoma en lugares públicos y ante testigos. Fue decapitado en abril de 850 d.C. Tras él, en las semanas y meses que sucedieron, fueron muriendo otros muchos, todos ellos por blasfemias contra Alá e insultos contra el Profeta.El Emir, preocupado por el cariz que iban tomando los acontecimientos y convencido de que la espada del verdugo no era la solución en este caso, encargó al metropolitano de Sevilla, Recafredo, que convocara en concilio a los Obispos y fuera la Iglesia quien afrontara el problema. Reuniéronse los Obispos en el año 852 y desaprobaron aquella resistencia... En lo que atañe a los "mártires", se vieron los prelados en una posición embarazosa. Al final concluyeron con una solución de compromiso: no se pronunciaban sobre si los casos habidos hasta entonces eran suicidio o martirio, pero dejaban bien claro que los que se produjesen por las vías de la provocación a partir de ese momento serían considerados simples suicidios. La conclusión clara fue que no se había perseguido a los cristianos por el hecho de serlo ni por practicar su culto y costumbres, sino a los que blasfemaban en público contra el Islam y su Profeta". (El Halcón de Bobastro, Carmen Panadero).
La rápida y enorme arabización que originó la influencia de Ziryãb en la lengua y las costumbres, en efecto, alcanzó como hemos podido ver, incluso a las comunidades de cristianos y judíos. Sin embargo, como ya adelantamos, ninguna de sus invenciones tuvo la relevancia que alcanzó su aportación musical. Su influencia en este campo llegó hasta la Baja Edad Media y el Renacimiento. Introdujo una quinta cuerda al laúd, situada entre la segunda y la tercera, aminoró el peso del instrumento con maderas más finas y de mejor resonancia y sustituyó el plectro[9] de madera por otro elaborado a partir de uñas y picos de aves o de los cañones de plumas de águila, que roza más suavemente la superficie de las cuerdas y aporta intensidad a los sonidos. Su fama como músico eclipsó, con razón, a todas sus demás gracias, ya que demostró ser profundamente versado en todas las ramas del arte relacionadas con la música. Llegó a conocer de memoria más de diez mil canciones ( aghãnĩ) con sus melodías asociadas ( alhãn) e impartía las enseñanzas de tan vastos conocimientos a sus alumnos en el Conservatorio que fundó en la capital andalusí, el primero de todo el mundo entonces conocido, y no solo del mundo musulmán.
Su método pedagógico de la música, que generó con el tiempo en al-Ándalus los mejores especialistas de su época, seguía las siguientes fases: 1) Estudio preliminar de la voz del estudiante, que, sentado erguido en un taburete alto ( miswara), debía gritar lo más alto posible: "¡ Yã hajjãm!" (¡Oh barbero!), para sostener esa "ãh" prolongada entonando la escala, ascendente y descendente. Con esta prueba descubría las virtudes vocales del candidato y si mostraba timbre nasal o dificultades respiratorias. Si la voz era débil, practicaba el vendaje del vientre con un turbante para reducir el espacio y el aire en la zona abdominal, facilitando la emisión de los sonidos. A los discípulos que presentaban difícultades para la apertura total de la boca les aconsejaba colocar entre los dientes un trozo de madera de un ancho de tres dedos durante el sueño de varias noches seguidas. 2) Sistema pedagógico en avance progresivo desde lo fácil hasta lo complejo: - Recitación del poema con acompañamiento de percusión para apreciar ritmos y acentos. - Aprendizaje de la melodía en toda su sencillez y despojada de adiciones superfluas. - Estudio de matices y ayudas ornamentales para aportar a la obra la expresión, el encanto y la creatividad del artista o instrumentista. 3) Canto sometido a la secuencia musical llamada " nawba " o nuba, regla que aportó y que supuso el predominio del ritmo musical sobre la métrica poética.
En sus composiciones, Ziryãb daba siempre " preponderancia a lo misterioso, lo mágico-místico y religioso de la música, así como su poder expresivo y terapéutico y sus poderosos efectos sobre el alma humana (Ethos)..... Esta concepción ganó todas las consideraciones en el Occidente musulmán, donde constituirá los cimientos mismos del edificio musical: las veinticuatro nubas imaginarias y el árbol simbólico de los "temperamentos" (shajarat al-tub') -colérico, sanguíneo, flemático y melancólico-, según una tabulación que asigna un carácter para cada nuba; la concordancia de las cuerdas del "ũd" con los dones cósmicos y las diversas manifestaciones psicofisiológicas del hombre; la estrecha relación entre el origen mágicoreligioso de la música y la cosmología, la medicina, las matemáticas y la ética " (Mahmoud Guettat).
Su hijos siempre colaboraron con él y contribuyeron al negocio familiar, primero como discípulos y propagandistas de su escuela; entre ellos destacaron 'Ubayd Allah como cantor -el que alcanzó más alto nivel-, Gasĩm y Abd al-Rahmãn. Todos fueron buenos artistas, pero ninguno logró igualar a su padre. Entre sus hijas, 'Ulayya llegó a ser exquisita en el canto y muy solicitada, ejerciendo también el magisterio junto a su padre, al tiempo que Hamduna, destacada artista instrumental, contrajo matrimonio con el Hašĩm ibn 'Abd al-'Azĩz, el hombre más poderoso de al-Ándalus durante el reinado de Mohamed I,[11] hijo de Abd al-Rahmãn II. También educó a esclavas y esclavos de los principales harenes de Córdoba, además de a intelectuales y poetas bien conocidos, como Abbãs ibn Firnãs, Aqĩl ibn Tasãr, etc.
La implantación de la "" en al-Ándalus, que él enriqueció con influencias mozárabes, sefardíes y beréberes, propició la aparición de nuevos géneros poéticos y musicales, en especial la moaxaja andalusí y otros géneros de poesía estrófica, una auténtica revolución musical y poética que " rompió el rígido marco de la antigua qasida al abandonar la estructura de la métrica clásica y adoptar, en cuanto a su ritmo y rima, nuevas combinaciones y variedades".[12] Fue Aslam ibn Abd al-Azĩz ibn Hašĩm, familiar del esposo de su hija Hamduna, quien escribió la primera Antología de su obra, Agani Ziryãb, su gran legado musical. De dicha obra solo nos queda constancia gracias a haber sido citada por Ibn Hazm en Tawq al-Hamãma (Collar de la Paloma) y por al-Humaydĩ en Yadwat al-muqtabis.
Ibn Khaldun escribió sobre él: " Fue autor de un repertorio inmenso de canciones que llegó hasta el período de las taifas y, como un océano, sumergió a Sevilla para luego alcanzar a las otras provincias andaluzas y más tarde al Magreb." Entre sus sucesores, quizás el que mejor asimiló su herencia y la enriqueció fue otro genio andalusí, el gran ibn Bãjja, más conocido entre nosotros como Avempace.
Afirma el arabista Emilio García Gómez que con Ziryãb entraron en al-Ándalus las melodías orientales de origen árabe conocidas como "nubas", que serían los cimientos de buena parte de las músicas tradicionales posteriores de la península ibérica. Este gusto por la poesía y música estróficas se afianzó de tal modo en al-Ándalus que, unos años más tarde, un poeta ciego de Cabra (Córdoba) daba vida a la moaxaja hispanoárabe y a su forma más original andalusí, el zéjel, así como a la música que les acompañaba, porque tanto la moaxaja como el zéjel eran canciones; puede considerarse por tanto a Ziryãb un precursor del flamenco. Con el tiempo, estas creaciones estróficas, llevadas a los reinos cristianos peninsulares por juglares y juglaresas mudéjares y moriscos, alcanzarían el ámbito de los trovadores provenzales e influirían en la música de toda Europa.
Varios instrumentos musicales árabes y andalusíes se incorporaron a la música europea -incluso conservando sus nombres originales, como el ũd, el rabãb, etc.-, donde su uso se prolongó durante siglos. Los músicos españoles del Siglo de Oro (s. XVI-XVII) se distinguían claramente de otros grandes compositores contemporáneos europeos (italianos, flamencos...). Tal vez el caso más evidente sea el de Tomás Luis de Victoria (1540-1613): Tras una larga permanencia en Roma como maestro de capilla del Colegio Germánico, ni él ni su obra perdieron nunca su carácter hispano; del padre Victoria decían los autores italianos que "un poco de sangre árabe fluye en sus venas y confiesa su gusto por las guitarras moriscas; al igual que no ha renunciado a las vestimentas de su país de origen, su hermosa música está impregnada de sangre morisca".[13]
Ziryãb fue en su momento un músico universalmente adorado y admirado; su fama se mantuvo por largo tiempo, según nos informa Mª Jesús Rubiera Mata en su obra Literatura Hispanoárabe: " Todavía un siglo más tarde, Ibn `Abd Rabbih (860-940) recuerda a Ziryãb cuando escucha cantar a una muchacha en el interior de un palacio y escribió a su dueño:
¡Oh, quién atesora la voz del pájaro canoro!No creería capaz de esta avaricia a nadie,
pues aunque todos los oídos del mundo la escucharan,
la voz no sufriría menoscabo o aumento.
No me escatimes el escucharla, encerrando una voz
que ocupa lo que el alma en el cuerpo.
Si Ziryãb estuviese vivo, luego de escucharla,
moriría de envidia o de pena".[14]
Abũ-l-Hasan Alí ibn Nãfĩ, "Ziryãb", solo sobrevivió cinco años al emir Abd al-Rahmãn II; murió en Córdoba en 857 d.C., y su muerte fue llorada por todo el pueblo, por los nobles y los intelectuales, siendo acompañado hasta su última morada incluso por el emir Mohamed I y su haŷĩb.
" Siglos después este Petronio árabe sería aún invocado siempre que una nueva moda hacía su aparición en la Península, mientras que su música quedó tan arraigada que siempre se defendió frente a las recomendaciones restrictivas de religiosos y juristas. De este modo, al-Andalus, que había dependido de Oriente para su guía e inspiración religiosa, lingüística y cultural, adquirió conciencia de sí misma como metrópoli y con méritos propios de cara al resto del mundo musulmán " (Iván F. Moreno Landahl).
- Biografia de Abú al-Hasan Alí ibn Nafi Ziryãb, de Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E.- En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona, 2004.
- Crónica de los emires Alhakam I y Abderramán II entre los años 796 y 847, ( Al-Muqtabis II-1), ben Hayyãn.
- El esplendor de los Omeyas cordobeses, VV.AA.: Ziryãb, la música y la elegancia palatina, de M. Cortés García.- Ed. El legado andalusí.- Granada, 2001.
- El Halcón de Bobastro, de Carmen Panadero.- CreateSpace, 2015.- C. Panadero, Amazon.
- Enciclopedia del Islam, de Emilio Galindo Aguilar.- Ed. Darek-Nyumba. Madrid, 2004.
- Historia de la música andaluza, de A. Martín Moreno.- Biblioteca de la Cultura Andaluza. Sevilla, 1985.
- L´école musicale d`al-Andalus à travers l`oeuvre de Ziryãb, Mahmoud Guettat.-Música Oral del Sur. Revista Internacional, nº 1, Junta de Andalucía.- LA GRÁFICA S.C.- Granada, 1995.
- Literatura Hispanoárabe, M.Jesús Rubiera Mata.-Publicaciones Universidad de Alicante 2004.
- Poemas arábigoandaluces (Prólogo), Emilio García Gómez.- Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1940.
- Ziryãb: Abū-l-Hasan 'Alī b. Nāfi, de Iván F. Moreno Landahl- Boletín de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, Vol. 86, nº 153.- Córdoba, 2007.
- Ziryab y el despertar de al-Andalus, de Jesús Greus.- Ed. Entrelibros.- Linares (Jaén), 2006.
[1] -El ũd fue un instrumento musical de origen árabe; antecedente del laúd, pero de mástil corto y clavijero en ángulo.
[2] - L`école musicale d`al-Andalus á travers l`oeuvre de Ziryãb, de Mahmoud Guettat.
[3] - Actualmente, Túnez.
[4] - L`école musicale d`al-Andalus à travers l`oeuvre de Ziryãb, Mahmoud Guettat.
[5] - Que recibió el sobrenombre de al-Ghazãl (la Gacela) debido a su excepcional belleza.
[6] - Al-Maqqarĩ.
[7] - Académico de la Real Academia de la Historia.
[8] - Los mártires suicidas, Carmen Panadero, artículo en Las Nueve Musas.
[9] - Plectro, pequeña pieza que, cogida entre los dedos, sirve para pulsar las cuerdas de un instrumento.
[10] - Haŷĩb, Primer ministro o Gran Visir de un soberano musulmán.
[11] - El Halcón de Bobastro (novela), Carmen Panadero. Omar ben Hafsún, el rebelde de Bobastro (artículo), Carmen Panadero, en Las Nueve Musas.
[12] - L`école musicale d`al-Andalus ..., de Mahmoud Guettat.
[13] - Mahmoud Guettat.
[14] - Ibn Abd Rabbih, Dĩwãn, p. 110.
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