Antes de nada, dejadme que os advierta: Zombie Strippers es una película de serie B...incluso me atrevería a decir que de serie Z. No esperéis una buena historia, ni un guión original, ni unas interpretaciones de escándalo. Ni tan siquiera tendreís oportunidad de ver en pantalla unos FX decentes, sino todo lo contrario: son cutres y casposos, como el film en general. Os estareís preguntando donde radica el atractivo de una película así para que decidaís invertir una hora y media de vuestro tiempo en darle una oportunidad. Bueno, pues voy a tratar de explicarlo...
Los habrá quienes supongan que merece la pena ver Zombie Strippers por la gran cantidad de señoritas que pululan por la pantalla ligeritas de ropa y haciendo honor a su profesión (strippers!). Si, es cierto, hay strippers en esta película. Muchas, de hecho, y la primera media hora es un desfile de lapdances sin ton ni son, intercaladas con algún que otro pequeño pasito en la trama, pero poco más. También tenemos a los fieles aficionados al género zombie que disfrutan con cualquier película cuya historia gire en torno a los muertos vivientes y sucedáneos, y también estarán en lo cierto al interesarse por este film, pues ofrece la típica historia de zombies creados por el Gobierno para ser usados como armas biológicas, con el conocido y tópico resultado nefasto para la raza humana, con la salvedad de que esta vez la acción se centra en un club de streaptease.
Y qué decir del elenco de actores (si es que se pueden denominar asi...). El único que se salva es el siempre correcto Robert Englund, que en esta ocasión está realmente hilarante e histriónico, como en una parodia de si mismo y los últimos papeles que le ha tocado interpretar. Reirse de uno mismo es importante y denota inteligencia. Si dejamos de lado al bueno de Robert Englund, poco más tenemos que reseñar, a excepción de la presencia, exhuberante, de Jenna Jameson, resaltada de entre el resto de actores simple y llanamente por su pasado como actriz porno y gracias a su nombre, que aún es suficiente para atraer a un buen número de espectadores, esos que se acercan simplemente a curiosear a ver si es posible que Jenna enseñe otra vez las tetas (sí, lo hace, podeís estar tranquilos...).
Bien. Tenemos zombies, tenemos strippers, tenemos a Robert Englund haciendo de Robert Englund y a Jenna Jameson, ex-actriz porno, enseñando cacho. ¿Algo más digno de comentar? Poco más, pero vamos a comentarlo porque quizás sea lo más interesante de esta casposa, zarrapastrosa y bizarra comedia de terror. Lo primero es que en ningún momento la película se toma en serio a sí misma, y eso es un punto a su favor. Consciente de sus limitaciones (enormes) y de sus carencias (todas), Zombie Strippers sólo pretende resultar graciosa, hilarante, incluso divertida, y hacer pasar hora y media de forma intrascendente. Sobre todo disfrutarán los aficionados al género zombie que no tengan prejuicios a la hora de plantarse frente a la pantalla y tragarse hora y media de desvaríos y situaciones grotescas sin pies ni cabeza. Un par de momentos realmente descabellados e hilarantes (que no comentaré, para que os sorprendan en caso de que decidaís echarle un vistazo...) contribuyen a arrancarnos una carcajada entre el enorme montón de sangre, tangas y prótesis mamarias que desfilan ante nuestros ojos.
Y otro pequeño puntito a su favor es su descaro, su actitud gamberra a más no poder, que desemboca en una feroz crítica a los conflictos bélicos y al negocio de la guerra en general, con un ataque especialmente ácido y corrosivo a la administración Bush justo al comienzo del film. No cabe duda de que ese gancho directo a la mandíbula del nefasto ex-presidente de los EE.UU. sea quizás lo mas meritorio y salvable de una película realmente inclasificable como tal. Zombies, strippers, y poco más.