Revista Ciencia

Zorro, supuesto asesino.

Por Manuel Somavilla
-Mira, mira, un gato, qué tranquilo, -me dice Waneska.
-No, no es un gato, parece un perro de raza..., ¿de raza?, ¿de qué raza?.........aunque en verdad tiene pinta de... (no, debo estar equivocado, no puede ser un zorro, ¿un zorro en Brasil y en medio de la ciudad y entre la gente?, no, no es posible).
-Ni un perro ni un gato amor, es un raposo, jeje.
-Es verdad, ya me parecía a mi que tenía una cola enorme, típica de zorro. ¿Y qué cojones hace un zorro en medio de Palmas?
-Pues hay lo tienes, tan tranquilo.
Hace una hora acabamos de ser testigo auditivos de lo que bien prodria haber sido una cacería en el Serengheti. Actores del "documental sonoro", un raposo que previamente al hecho había pasado delante de nosotros dos, Waneska y un servidor, y de los demás clientes de la terraza en la que estábamos tomando un refresco, y un gato, identificado éste por los ensordecedores y trágicos maullidos que profería durante el crimen, momento del supuesto asesinato. El escenario de la batalla: la plaza de los Girasoles de Palmas, centro neurálgico laboral y de ocio de la ciudad en donde, además de un parque verde por donde pasear, se  encuentran los edificios de las secretarías más importantes y significativas del estado de Tocantins.
Previamente al crimen y mientras el raposo se pavoneaba delante de nuestras narices, momento en el que intenté intimar con él haciéndole gracietas con silbidos, respondidos con un giro de cabeza mientras se detenía, y chistándole para atraer su atención, a decir verdad sin mucho éxito, me acerque a un vendedor de palomitas que daba la impresión de conocerlo por cuestión de la proximidad de sus respectivos lugares de trabajo.
El vendedor de palomitas, llamado pipoqueiro por estos lares, me habló de los antecedentes familiares del raposo, sin ni siquiera imaginarnos que pocos minutos más tarde se convertiría en supuesto asesino.
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Salud y Suerte!

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