Revista Cultura y Ocio

12 años

Publicado el 17 diciembre 2015 por Molinos @molinos1282
12 añosSoy realista, de aquí a los doce años y medio serás más alta que yo y habrás llegado mucho más lejos que yo. Jamás he sido más alta que Abu y ella está extrañamente orgullosa de eso. A mí me gusta que seas más alta que yo y más guapa, y que nada te perturbe mucho ahora que eres casi casi adolescente. 
Cada año por tu cumpleaños, o cada vez que haces algo nuevo, recuerdo el día en que llorabas como un pequeño gremlin cabreado encima de la cama. Tenías una semana y yo te miraba, sobrepasada y desesperada por la maternidad, y pensaba ¿cuándo serás mayor? ¿Cuánto queda? ¿Cuánto falta? 
Puedo recordar las miles de veces que, durante estos doce años, he pensado ¿cuánto falta para que seas mayor? 
Ya no falta nada. Hemos llegado. Casi eres más alta yo, tienes llaves de casa, eres capaz de ducharte sola y, por fin, de lavarte el pelo sin dejarte espuma en él. Ha llegado el día en que podría heredar tus zapatos si no tuvieras el increíble superpoder de desintegrarlos hasta su completa desaparición. En un tiempo récord, además. 
El día que naciste era miércoles y hacía mucho frío. Hoy es jueves y si esto es un invierno yo soy Halle Berry, pero recuerdo perfectamente la estupefacción con que te mirábamos en la cuna. Eras minúscula y estabas gris. 
Han pasado doce años y no lo han hecho deprisa. Tu vida h cambiado, ya no eres minúscula ni gris. Nuestra vida también ha cambiado, pero seguimos mirándote con estupefacción. 
Me sorprende conocerte tanto y a la vez no conocerte nada. Cuando repaso lo que he escrito durante estos años sobre ti, cuando recuerdo las cosas que he pensado o las sensaciones que he tenido contigo, me doy cuenta de que he acertado en algunas cosas que pensé sobre cómo serías con 12 años y en otras he desbarrado por completo. 
Te miro caminar por la calle, andar por el pasillo o dormir, y me alucina la inconsciencia que tienes hacia tu cuerpo. No te miras al espejo, no pones posturitas de adolescente, te da exactamente igual la ropa que llevas y, por supuesto, no te peinas. No sé si es dejadez, inconsciencia o, muy al contrario, madurez y seguridad en ti misma. Pareces estar extrañamente cómoda con tu cuerpo y tenerlo todo bajo control. Me deja estupefacta porque mi yo de doce años hubiera vendido su alma al diablo por un transplante de cuerpo. 
Continúas perfeccionando el superpoder de ignorarme. Definitivamente, no hablo en una frecuencia sonora que tú percibas o, directamente, tu mundo interior es mucho más interesante que lo que yo te cuento, pido o, muchas veces, grito. 
Tu mundo exterior ha comenzado a ser muy interesante. La parte buena es que lo compartes conmigo; la mala, que me lo cuentas en tiempo real. He perdido la cuenta de todas las anécdotas que empiezan por algo como "¿Sabes que a Santiago le han puesto un parte?" y terminan con tu hermana y conmigo dándote un ultimátum 25 minutos después, diciendo: "tienes hasta la siguiente esquina para terminar con esto". 
Me fascina mirarte. Cuando no estás de cháchara estás abstraída en tu mundo. Desayunas cada mañana frente a mí, las dos calladas, en un silencio cómodo. Devoras tus tostadas, te bebes el Nesquick dejándote churretes de chocolate por toda la cara y sales disparada al colegio después de haber calentado el abrigo en el radiador. 
Adiós mami, que tengas buen día. Adiós princesa. ¡Lávate la cara!
Te vas y pienso en lo mayor que estás. Y me encanta. 
Feliz cumpleaños de la docena,  Princeza de los ojos azules. 

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