El viento está azotando implacable las notas musicales desprendidas de algunos árboles que danzan por la ribera, junto al río, sobre amantes en la hierba. Hace veinte años, recuerdo, también había viento. Y un extraño frío que alejaba de mayo para instalar un extraño otoño primaveral sobre el semblante de cualquier caminante a la deriva. Había también parques pero los besos de hoy, hace veinte años, solo existían en sus canciones, en la música que acompañaba y quizá en aquella voz que, desde esa distancia que solo otorga la muerte, sigue siendo lo más auténtico que mis oídos han escuchado, junto a algún 'te quiero' o quizá tres, de ribera y viento. Hace veinte años yo era un adolescente solitario,un mal estudiante con un viento oscuro adherido a la espalda y un walkman de los ochenta adherido a mis oídos y a mis bolsillos. Frank Sinatra sonaba y se repetía una y otra vez, cada mañana, cada café pero, especialmente, aquella jornada, aquel 14 de mayo de 1998, cuando la voz, la única voz que yo admitía, cruzaba al otro lado y decía Amén, por última vez. "Que viváis cien años y la última voz que escuchéis sea la mía" decía en sus conciertos. No lo dudes, Frank. Así será. Este mal estudiante que hoy sueña con una maestra de música, precisamente de música, lamenta profundamente todas las clases perdidas en el fondo negro de los cafés. Este mal estudiante, después de veinte años, también reconoce que no fueron las clases que recibió lo que le hizo amar la música y la voz de Frank Sinatra. Este mal estudiante ya no es estudiante pero sí alumno, para otro tipo de clases. Quizá no tenga importancia pero es un recuerdo que deseo recuperar aquí. Creo que era 5º o 6º de EGB. La profesora de música nos encargó un trabajo a un par de chicos de mi clase y a mí, sobre una figura musical del siglo XX que nos impactara. Mis amigos carecían, en aquella época, de ídolos musicales. Me dejaron hacer el trabajo solo. Llevé como ejemplo dos canciones. Una fue "Moonlight serenade" de Glenn Miller. Expliqué en clase que se trataba de una canción fundamental para la historia musicaldel siglo. Que Glenn Miller inventó la primera balada romántica sin instrumentos de cuerda y que fue una innovación asombrosa y muy moderna para la década de los cuarenta. La segunda canción que elegí fue "I've got you under my skin" de Frank Sinatra para demostrar cómo el tiempo no pasa cuando una canción es eterna. Pues bien, lo mismo ocurre con la voz de Sinatra. El tiempo no pasa por ella. El tiempo nunca pasa por los asuntos fundamentales de una vida ni por la belleza auténtica. Así pues, esa fue la única vez que mis oídos escucharon a Frank Sinatra en clase. Y lo puse yo.
Así pues, la muerte te sienta muy bien, Frank. Sigues igual de vivo que en 1915 y que en los cuarenta, los cincuenta, los sesenta...que en todas las décadas pues tus canciones no han perdido ni un ápice de actualidad. Yo te estoy enormemente agradecido porque, sin saberlo, has ido incorporando la banda sonora a los momentos más trascendentales en mi vida. Me has acompañado en las soledades de bar y has dotado de movimiento mis dedos en un chasquido, al escuchar el swing rabioso de una canción grabada en los años cincuenta mientras yo sonreía junto a una pelirroja de ojos coca cola en un bus atestado de sombras que no importaban. Te voy a contar una cosa, Frank. Puede que, sin saberlo, hoy haya celebrado el vigésimo aniversario de tu ocultamiento de manera totalmente inconsciente. Pues hoy, como tú hubieras hecho, he susurrado al oído de una chica las palabras más importantes que he pronunciado nunca y la he besado en un antiguo café que siempre huele a gabán, sombrero y literatura. Ese rincón ha quedado para siempre grabado a fuego en mi memoria. Pues bien, sin saber bien porqué, entre besos, confesiones y palabras de amor, al rememorar una canción que tú cantaste y que lleva su nombre, he recordado de súbito que hoy era tu aniversario para asombro de los ojazos que me acompañaban. Seguro que tú hubieras querido que todos tus admiradores, todos los que hoy te recuerdan como yo, lo celebraran así, en brazos de la mujer más hermosa del mundo.
Ava y Frank, saboreando
Bien, Frank. Vuelvo a brindar hoy por ti. De camino a casa, después de una tarde donde el potente cierzo ha quedado en muy segundo plano, un amigo me escribe para decirme que eres el mejor. ¡Claro que lo eres!. Y lo más importante es que, al terminar el siglo XXI, lo seguirás siendo. Eternamente. Como todo lo auténtico. Como todo lo bello. Un beso, Frank y gracias por todo. ¡Así es la vida!