Revista Cultura y Ocio
15 días en Irlanda e Irlanda del Norte. Día 13: Kilkenny - Glendalough - Dublín
Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy
Último día en el que vamos a tener el coche a nuestra disposición. Amanecemos en Kilkenny, después de un intenso día anterior, desde allí hasta Dublín vamos a cubrir una serie de paradas. Lo primero, visitar Kilkenny, lo siguiente parar en las Wicklow Mountains y ver Glendalough y, finalmente, llegar a Dublín, dejar el coche y comenzar a descubrir la capital de Irlanda.
Aquella mañana pretendíamos madrugar, pero remoloneamos un poco en la cama. Tras ducha y desayuno, a las 9:30 de la mañana tenemos el equipaje cargado en el maletero. Nos permiten dejar el coche aparcado en el aparcamiento del hotel, algo que nos viene perfecto para poder visitar la localidad.
Kilkenny probablemente fue el lugar que más nos gustó de Irlanda. Fue el conjunto en general, sus calles y zonas monumentales. Es la ciudad más pequeña de Irlanda.
Lo primero que hacemos es ir a la catedral que está al lado de nuestro hotel. Por suerte parece que ha parado de llover y el cielo quiere despejarse. Antes de entrar a visitar el templo llamamos a Europcar para preguntarles si cabría la posibilidad de devolver el coche en el centro de la ciudad, en vez de en el aeropuerto, donde lo habíamos recogido. Al principio, decidimos hacerlo en el aeropuerto para que fuera en el mismo lugar de recogida y, sobre todo, para evitar entrar por el centro de una ciudad conduciendo por la izquierda. Pero visto que estaba cogido perfectamente el tranquillo, pensamos que para ese día nos era mucho más operativo dejarlo en el centro de la ciudad, ganábamos tiempo y no teníamos que complicarnos con las maletas y el transporte público. Nos dicen que no hay problema y que no tiene coste adicional. Perfecto
La Catedral de Kilkenny tiene un precio de entrada de 4 euros. Tiene una torre circular de las que ya hemos hablado en otras entradas, si quieres subir a ella son 3 euros. Si quieres visitar la catedral y subir a la torre, el pack son 6 euros. Nosotros decidimos que solo queremos visitar la Catedral de Saint Canice, donde nos dan un documento que informa sobre los detalles de la catedral, que posteriormente tienes que devolver.
En el lugar donde se asienta la catedral previamente hubo un conjunto monástico. De él queda la torre circular, que se alza por encima de los 30 metros sobre el suelo. El interior de la catedral nos gustó bastante. Sus orígenes se remontan al s.XIII, aunque ha tenido que ser restaurada debido a los daños que recibió tras los pasos de Cromwell. A sus alrededores se extiende un cementerio.
Después de visitar la catedral, ponemos rumbo hacia la Abadía Negra. Pero en ese momento no podemos verla por estar en oficios, así que decidimos, para aprovechar el tiempo, continuar con la visita a la ciudad y dejar la abadía para el final.
Kilkenny es una ciudad de corte medieval. Seguimos camino al castillo y en el camino pasamos por la Catedral protestante.
Nos llama la atención porque por fuera tiene un aspecto bastante atractivo, pero al entrar sigue en la línea de los templos protestantes, bastante normal y con poco elemento atractivo, artísticamente hablando.
Al llegar al castillo de Kilkenny, lo primero que encontramos son los jardines, de acceso gratuito. Los que hay en la zona trasera tienen un cierto corte afrancesado, mientras que los que hay en la parte frontal son más británicos, una inmensa pradera en las que dan ganas de ponerte a saltar.
El castillo anglonormando es originario del s.XII y es visitable. La entrada tiene un precio de 7 euros, y con un guía tiene que ser bastante chulo. Nosotros no tenemos guía pero sí que decidimos entrar a verlo. Actualmente, es patrimonio de la ciudad. La familia que lo tuvo en su poder durante siglos decidió cederlo debido a los altos costes de mantenimiento. Por él solo pidieron 50 libras (en su momento), diciendo que no querían ver cómo se iba deteriorando.
El interior recuerda más a un palacio, pero está muy bien ambientado y la verdad es que disfrutamos mucho contemplando cada una de las estancias. La visita interior es corta.
Vamos tomando el camino de vuelta hacia el coche y, mientras, disfrutamos de unos rayos de sol que nos ciegan después de días sin verlos, de las calles y de la entrada en la Abadía Negra que, por fin, parece haber acabado con los oficios.
El nombre de este templo que suena como a misterio, leyendas y sucesos extraños, nada tiene que ver con ello. Los dominicos, conocidos como frailes negros porque vestían así, dieron nombre a este lugar en el que vivían y oficiaban sus misas.
Este templo, de entrada gratuita, es realmente bonito. Su interior es realmente llamativo y su exterior es como viajar directamente a la Edad Media. Se construyó en el s.XIII, aunque fue sufriendo algunas ampliaciones y remodelaciones en los s.XIV y XV. Las vidrieras son preciosas.
Salimos de la Abadía Negra (Black Abbey) y continuamos paseando por esta ciudad medieval, que se convierte en el destino urbano que más nos ha gustado del viaje.
Al llegar al coche, encendemos el GPS y… y la liamos. Los mapas de europa los llevamos en una tarjeta SD, la hemos sacado sin querer estando encendido, se queda pillado y no conseguimos que vuelva a funcionar hasta nuestra vuelta a España. Nos toca tirar de GPS de móvil.
Pues vamos hacia Glendalough, en la zona de las Wicklow Mountains. Gran parte del trayecto es por autopista, hasta que el Maps nos dice que tenemos que salirnos por una carretera estrecha. Nos dejamos llevar, aunque por allí no había señal alguna que indicara nuestro destino. Vamos pensando que igual somos de los que acaban saliendo en las noticias porque el GPS les ha llevado al fondo de un lago. Al cabo de unos 30 km, vemos la primera señal en esas carreteras estrechas, parece que no vamos mal…
El día se ha quedado espectacular. Un día de estos en los que brilla el sol y el cielo parece estar repleto de nubes algodonadas. Una preciosidad. De hecho, todo se ve mucho más bonito. Estamos seguros que debajo de esa nube que ha cubierto Irlanda durante nuestras vacaciones había un país precioso. Nosotros hemos hecho lo que hemos podido.
Nos encontramos un Mirador en el que poder parar: Mountain Gap. Vamos por la R756 que ofrece unos bonitos paisajes.
Al poco tiempo, paramos en el siguiente punto en el que hay un lugar para estacionar coches, con un puente sobre el río y una vista hacia el infinito. Está precioso, y sobre todo, nosotros nos sentimos muy liberados pudiendo disfrutarlo sin viento, ni lluvia castigándonos. Disfrutamos con las cámaras y de poder respirar tranquilos.
En poco tiempo, desde esa parada llegamos a Glendalough. Aquí se encuentra uno de los más populares recintos monásticos de Irlanda. Fundado por el monje Kevin lo compone algo más de 12 edificios de los siglos del X-XII.
Desde esta zona, donde se haya el Centro de Visitantes, hay diversas rutas para poder realizar en el entorno de las montañas Wicklow. Nosotros, como tenemos el día un poco apretado, lo que hacemos es ir andando desde el aparcamiento que está al lado del primer lago hasta el segundo.
Lo primero, paseamos por el entorno en el que se encuentra el cementerio y las ruinas. Luego ponemos rumbo hacia los lagos. Hacemos la ida por el lado derecho y la vuelta por el izquierdo.
Existe otro parking que está justo entre los dos lagos, por si no queréis caminar. Nosotros después de ver las ruinas intentamos poner rumbo hacia el lago, pero lo hacemos por la carretera, en vez de por la zona interior y, cuando llevábamos unos metros, nos vemos obligados a salta un muro de piedras que nos separaba del camino “verdadero”. Con lo que me gusta saltar…
Comemos en el camino, en un banco. El día sigue precioso y nos está dando mucha rabia no tener más tiempo para disfrutar de esta zona. De haber sabido cómo se iba a dar todo, nos habríamos quedado un día por este lugar para hacer algo de senderismo. Claro que si nos llega a llover como los días anteriores, seguro que no pensaríamos lo mismo.
Comemos a la velocidad de la luz. No nos podemos abandonar demasiado, ya que la oficina de alquiler de Dublín Center cierra a las 18:00 horas. El camino va por el margen del lago pero algo alejado. Es una pena que no sea una zona menos acondicionada que te permita salir del camino.
Llegamos al segundo lago (Upper Lake). La imagen es preciosa, habría merecido la pena comer allí, mejor que en el camino. Es una pena no tener más tiempo para continuar con el paseo.
Nos quedamos un rato por allí, haciendo algunas fotos y disfrutando del paisaje irlandés. No hemos tenido muchas oportunidades de ver Irlanda así y volvemos por el margen opuesto del lago, en unos treinta minutos más o menos.
El GPS nos díce que aproximadamente desde Glendalough a Dublín hay poco más de una hora. En el camino nos vamos planteando si ir primero al hotel a dejar las maletas y luego dejar el coche, pero según vamos echando cuentas vemos que el tiempo está bastante ajustado. Dudamos en, al menos, tres ocasiones, cambiando el destino del GPS, pero finalmente optamos por ir a la oficina de Europcar a devolver el vehículo.
Meterse por Dublín con el coche no supuso ningún inconveniente especial, el que no escribe es todo un profesional y quitando que se hace un poco raro moverte con más tráfico, se desarrolla todo con bastante facilidad.
Allí estacionamos el coche en la calle y entramos en la oficina. Hay muchísima gente devolviendo y cogiendo vehículos. Tras esperar un rato, nos atienden, no hacen prácticamente revisión al coche (llevábamos seguro a todo riesgo) y nos dan el visto bueno. Desde allí, se nos ocurre que lo mejor iba a ser coger un taxi hasta el alojamiento, así que les pedimos el favor de si nos pueden llamar a uno. En no más de 10 minutos nos está recogiendo enfrente de la oficina, a nosotros, nuestras maletas y todos los complementos.
El taxi hasta el hotel nos costó 11 euros, que bienvenidos fueron, porque ahorramos mucho tiempo, no cargamos con nada y fuimos de puerta a puerta. Además, el taxista resultó ser un cachondo. Nos fue dando conversación y además tuvimos la oportunidad de ver un choque entre coches en directo en medio de la calle y poder hacer los comentarios pertinentes. El conductor nos dio algunas recomendaciones, de las que entendimos el 25% y nos dijo que habíamos elegido buena zona para alojarnos. Llegamos a destino.
El hotel elegido en Dublín fue Albany House. A ver, cuando entras en este hotel tiene muy buena pinta. Los espacios comunes son bonitos y agradables, de estilo victoriano, parecen querer ser mucho más de lo que luego es. Cuando entras en las habitaciones es algo viejuno y decadente, a mí lo de ver desconchones en una pared nunca me ha dado confianza, Sabíamos que no tenía ascensor y habíamos leído que las escaleras tenían lo suyo. A nosotros nos dan sótano. Está claro que es nuestro sino, porque en Edimburgo también nos tocó habitación, sin vistas, en los infiernos. En este caso lo bueno es que no había demasiadas escaleras que subir y bajar, lo malo que los tranvías pasan por ahí, así que, de vez en cuando, se activa la función vibración del cuarto cuando pasa el tren. Tiene wifi. La habitación está bien de tamaño y la cama es cómoda, la ducha también está muy bien y las toallas en la línea de todas las que hemos encontrado en Irlanda… mal.
El desayuno es continental con algo de buffet, cereales, macedonia, zumo, yogurt. Poco donde elegir, tiramos de los clásicos, que nos valen perfectamente, tostadas y croissant. La cama normal, bien de tamaño.
El hotel está muy bien ubicado, a unos 10 minutos del centro, el barrio es de corte georgiano, al lado del Stephen Green Park.
Nos instalamos, nos vestimos de urbanitas y arriesgamos a no llevarnos el paraguas. Es un día de sol. En el hotel nos dan un mapa y nos vamos a pasear un poquito por Dublín.
Durante una hora y media, más o menos, nos damos una vuelta sin dirección concreta. Llegamos a Stephen Green Park, nos vamos adentrando en el casco y de golpe ¿Qué ven nuestros ojos? En Dublín no llueve pero ha sido tomado por el espíritu de Ennistymon y la Guerra de los Mundos. Dublín está levantado por obras.
Entramos en los jardines del Trinity College, el cual visitaríamos al día siguiente y nos acercamos al Temple Bar.
Temple Bar, ese barrio donde Dublín palpita, está llenísimo de gente. Suena la música por todas partes y el ambiente es espectacular. Nos gusta muchísimo la sensación que nos da.
Nos dejamos llevar por la emoción y entramos en el bar con el mismo nombre que el barrio y que es protagonista en la mayoría de fotografías de la zona, el Temple Bar y nos pedimos unas Guinnes mientras suena música en directo.
Así que decidimos cenar en el barrio. Elegimos la cadena GBK: hamburguesa de queso azul, para el que no escribe y ensalada de chili y pollo para mí. Agua para beber. Total 20€. El local, lleno de gente, nos pareció una buena opción para tomar algo informal a un precio ajustado porque, además, ambas cosas estaban buenas, resaltando la ensalada.
Después de cenar seguimos paseando un poco por el barrio, nos paramos a ver algunas actuaciones, tanto callejeras como otras que se vislumbran a través de las ventanas de los locales. Nos lanzamos a hacer a alguna foto nocturna y de vuelta al hotel.
Ha sido uno de esos días en que las cosas han salido bien. Kilkenny ha resultado ser una ciudad medieval con bastante encanto y edificios históricos, las Wicklow Mountains nos han regalado paisajes irlandeses soleados y la llegada a Dublín nos ha devuelto el ambiente de ciudad con mucha alegría.
El día siguiente lo dedicaremos íntegro a Dublín y aprovecharemos esa entrada para resumir los principales puntos de interés de la ciudad
El viaje está cerca de tocar a su fin…
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Ubicación en Google Maps
Aquella mañana pretendíamos madrugar, pero remoloneamos un poco en la cama. Tras ducha y desayuno, a las 9:30 de la mañana tenemos el equipaje cargado en el maletero. Nos permiten dejar el coche aparcado en el aparcamiento del hotel, algo que nos viene perfecto para poder visitar la localidad.
Kilkenny probablemente fue el lugar que más nos gustó de Irlanda. Fue el conjunto en general, sus calles y zonas monumentales. Es la ciudad más pequeña de Irlanda.
Lo primero que hacemos es ir a la catedral que está al lado de nuestro hotel. Por suerte parece que ha parado de llover y el cielo quiere despejarse. Antes de entrar a visitar el templo llamamos a Europcar para preguntarles si cabría la posibilidad de devolver el coche en el centro de la ciudad, en vez de en el aeropuerto, donde lo habíamos recogido. Al principio, decidimos hacerlo en el aeropuerto para que fuera en el mismo lugar de recogida y, sobre todo, para evitar entrar por el centro de una ciudad conduciendo por la izquierda. Pero visto que estaba cogido perfectamente el tranquillo, pensamos que para ese día nos era mucho más operativo dejarlo en el centro de la ciudad, ganábamos tiempo y no teníamos que complicarnos con las maletas y el transporte público. Nos dicen que no hay problema y que no tiene coste adicional. Perfecto
La Catedral de Kilkenny tiene un precio de entrada de 4 euros. Tiene una torre circular de las que ya hemos hablado en otras entradas, si quieres subir a ella son 3 euros. Si quieres visitar la catedral y subir a la torre, el pack son 6 euros. Nosotros decidimos que solo queremos visitar la Catedral de Saint Canice, donde nos dan un documento que informa sobre los detalles de la catedral, que posteriormente tienes que devolver.
En el lugar donde se asienta la catedral previamente hubo un conjunto monástico. De él queda la torre circular, que se alza por encima de los 30 metros sobre el suelo. El interior de la catedral nos gustó bastante. Sus orígenes se remontan al s.XIII, aunque ha tenido que ser restaurada debido a los daños que recibió tras los pasos de Cromwell. A sus alrededores se extiende un cementerio.
Después de visitar la catedral, ponemos rumbo hacia la Abadía Negra. Pero en ese momento no podemos verla por estar en oficios, así que decidimos, para aprovechar el tiempo, continuar con la visita a la ciudad y dejar la abadía para el final.
Kilkenny es una ciudad de corte medieval. Seguimos camino al castillo y en el camino pasamos por la Catedral protestante.
Nos llama la atención porque por fuera tiene un aspecto bastante atractivo, pero al entrar sigue en la línea de los templos protestantes, bastante normal y con poco elemento atractivo, artísticamente hablando.
Al llegar al castillo de Kilkenny, lo primero que encontramos son los jardines, de acceso gratuito. Los que hay en la zona trasera tienen un cierto corte afrancesado, mientras que los que hay en la parte frontal son más británicos, una inmensa pradera en las que dan ganas de ponerte a saltar.
El castillo anglonormando es originario del s.XII y es visitable. La entrada tiene un precio de 7 euros, y con un guía tiene que ser bastante chulo. Nosotros no tenemos guía pero sí que decidimos entrar a verlo. Actualmente, es patrimonio de la ciudad. La familia que lo tuvo en su poder durante siglos decidió cederlo debido a los altos costes de mantenimiento. Por él solo pidieron 50 libras (en su momento), diciendo que no querían ver cómo se iba deteriorando.
El interior recuerda más a un palacio, pero está muy bien ambientado y la verdad es que disfrutamos mucho contemplando cada una de las estancias. La visita interior es corta.
Vamos tomando el camino de vuelta hacia el coche y, mientras, disfrutamos de unos rayos de sol que nos ciegan después de días sin verlos, de las calles y de la entrada en la Abadía Negra que, por fin, parece haber acabado con los oficios.
El nombre de este templo que suena como a misterio, leyendas y sucesos extraños, nada tiene que ver con ello. Los dominicos, conocidos como frailes negros porque vestían así, dieron nombre a este lugar en el que vivían y oficiaban sus misas.
Este templo, de entrada gratuita, es realmente bonito. Su interior es realmente llamativo y su exterior es como viajar directamente a la Edad Media. Se construyó en el s.XIII, aunque fue sufriendo algunas ampliaciones y remodelaciones en los s.XIV y XV. Las vidrieras son preciosas.
Salimos de la Abadía Negra (Black Abbey) y continuamos paseando por esta ciudad medieval, que se convierte en el destino urbano que más nos ha gustado del viaje.
Al llegar al coche, encendemos el GPS y… y la liamos. Los mapas de europa los llevamos en una tarjeta SD, la hemos sacado sin querer estando encendido, se queda pillado y no conseguimos que vuelva a funcionar hasta nuestra vuelta a España. Nos toca tirar de GPS de móvil.
Pues vamos hacia Glendalough, en la zona de las Wicklow Mountains. Gran parte del trayecto es por autopista, hasta que el Maps nos dice que tenemos que salirnos por una carretera estrecha. Nos dejamos llevar, aunque por allí no había señal alguna que indicara nuestro destino. Vamos pensando que igual somos de los que acaban saliendo en las noticias porque el GPS les ha llevado al fondo de un lago. Al cabo de unos 30 km, vemos la primera señal en esas carreteras estrechas, parece que no vamos mal…
El día se ha quedado espectacular. Un día de estos en los que brilla el sol y el cielo parece estar repleto de nubes algodonadas. Una preciosidad. De hecho, todo se ve mucho más bonito. Estamos seguros que debajo de esa nube que ha cubierto Irlanda durante nuestras vacaciones había un país precioso. Nosotros hemos hecho lo que hemos podido.
Nos encontramos un Mirador en el que poder parar: Mountain Gap. Vamos por la R756 que ofrece unos bonitos paisajes.
Al poco tiempo, paramos en el siguiente punto en el que hay un lugar para estacionar coches, con un puente sobre el río y una vista hacia el infinito. Está precioso, y sobre todo, nosotros nos sentimos muy liberados pudiendo disfrutarlo sin viento, ni lluvia castigándonos. Disfrutamos con las cámaras y de poder respirar tranquilos.
En poco tiempo, desde esa parada llegamos a Glendalough. Aquí se encuentra uno de los más populares recintos monásticos de Irlanda. Fundado por el monje Kevin lo compone algo más de 12 edificios de los siglos del X-XII.
Desde esta zona, donde se haya el Centro de Visitantes, hay diversas rutas para poder realizar en el entorno de las montañas Wicklow. Nosotros, como tenemos el día un poco apretado, lo que hacemos es ir andando desde el aparcamiento que está al lado del primer lago hasta el segundo.
Lo primero, paseamos por el entorno en el que se encuentra el cementerio y las ruinas. Luego ponemos rumbo hacia los lagos. Hacemos la ida por el lado derecho y la vuelta por el izquierdo.
Existe otro parking que está justo entre los dos lagos, por si no queréis caminar. Nosotros después de ver las ruinas intentamos poner rumbo hacia el lago, pero lo hacemos por la carretera, en vez de por la zona interior y, cuando llevábamos unos metros, nos vemos obligados a salta un muro de piedras que nos separaba del camino “verdadero”. Con lo que me gusta saltar…
Comemos en el camino, en un banco. El día sigue precioso y nos está dando mucha rabia no tener más tiempo para disfrutar de esta zona. De haber sabido cómo se iba a dar todo, nos habríamos quedado un día por este lugar para hacer algo de senderismo. Claro que si nos llega a llover como los días anteriores, seguro que no pensaríamos lo mismo.
Comemos a la velocidad de la luz. No nos podemos abandonar demasiado, ya que la oficina de alquiler de Dublín Center cierra a las 18:00 horas. El camino va por el margen del lago pero algo alejado. Es una pena que no sea una zona menos acondicionada que te permita salir del camino.
Llegamos al segundo lago (Upper Lake). La imagen es preciosa, habría merecido la pena comer allí, mejor que en el camino. Es una pena no tener más tiempo para continuar con el paseo.
Nos quedamos un rato por allí, haciendo algunas fotos y disfrutando del paisaje irlandés. No hemos tenido muchas oportunidades de ver Irlanda así y volvemos por el margen opuesto del lago, en unos treinta minutos más o menos.
El GPS nos díce que aproximadamente desde Glendalough a Dublín hay poco más de una hora. En el camino nos vamos planteando si ir primero al hotel a dejar las maletas y luego dejar el coche, pero según vamos echando cuentas vemos que el tiempo está bastante ajustado. Dudamos en, al menos, tres ocasiones, cambiando el destino del GPS, pero finalmente optamos por ir a la oficina de Europcar a devolver el vehículo.
Meterse por Dublín con el coche no supuso ningún inconveniente especial, el que no escribe es todo un profesional y quitando que se hace un poco raro moverte con más tráfico, se desarrolla todo con bastante facilidad.
Allí estacionamos el coche en la calle y entramos en la oficina. Hay muchísima gente devolviendo y cogiendo vehículos. Tras esperar un rato, nos atienden, no hacen prácticamente revisión al coche (llevábamos seguro a todo riesgo) y nos dan el visto bueno. Desde allí, se nos ocurre que lo mejor iba a ser coger un taxi hasta el alojamiento, así que les pedimos el favor de si nos pueden llamar a uno. En no más de 10 minutos nos está recogiendo enfrente de la oficina, a nosotros, nuestras maletas y todos los complementos.
El taxi hasta el hotel nos costó 11 euros, que bienvenidos fueron, porque ahorramos mucho tiempo, no cargamos con nada y fuimos de puerta a puerta. Además, el taxista resultó ser un cachondo. Nos fue dando conversación y además tuvimos la oportunidad de ver un choque entre coches en directo en medio de la calle y poder hacer los comentarios pertinentes. El conductor nos dio algunas recomendaciones, de las que entendimos el 25% y nos dijo que habíamos elegido buena zona para alojarnos. Llegamos a destino.
El hotel elegido en Dublín fue Albany House. A ver, cuando entras en este hotel tiene muy buena pinta. Los espacios comunes son bonitos y agradables, de estilo victoriano, parecen querer ser mucho más de lo que luego es. Cuando entras en las habitaciones es algo viejuno y decadente, a mí lo de ver desconchones en una pared nunca me ha dado confianza, Sabíamos que no tenía ascensor y habíamos leído que las escaleras tenían lo suyo. A nosotros nos dan sótano. Está claro que es nuestro sino, porque en Edimburgo también nos tocó habitación, sin vistas, en los infiernos. En este caso lo bueno es que no había demasiadas escaleras que subir y bajar, lo malo que los tranvías pasan por ahí, así que, de vez en cuando, se activa la función vibración del cuarto cuando pasa el tren. Tiene wifi. La habitación está bien de tamaño y la cama es cómoda, la ducha también está muy bien y las toallas en la línea de todas las que hemos encontrado en Irlanda… mal.
El desayuno es continental con algo de buffet, cereales, macedonia, zumo, yogurt. Poco donde elegir, tiramos de los clásicos, que nos valen perfectamente, tostadas y croissant. La cama normal, bien de tamaño.
El hotel está muy bien ubicado, a unos 10 minutos del centro, el barrio es de corte georgiano, al lado del Stephen Green Park.
Nos instalamos, nos vestimos de urbanitas y arriesgamos a no llevarnos el paraguas. Es un día de sol. En el hotel nos dan un mapa y nos vamos a pasear un poquito por Dublín.
Durante una hora y media, más o menos, nos damos una vuelta sin dirección concreta. Llegamos a Stephen Green Park, nos vamos adentrando en el casco y de golpe ¿Qué ven nuestros ojos? En Dublín no llueve pero ha sido tomado por el espíritu de Ennistymon y la Guerra de los Mundos. Dublín está levantado por obras.
Entramos en los jardines del Trinity College, el cual visitaríamos al día siguiente y nos acercamos al Temple Bar.
Temple Bar, ese barrio donde Dublín palpita, está llenísimo de gente. Suena la música por todas partes y el ambiente es espectacular. Nos gusta muchísimo la sensación que nos da.
Nos dejamos llevar por la emoción y entramos en el bar con el mismo nombre que el barrio y que es protagonista en la mayoría de fotografías de la zona, el Temple Bar y nos pedimos unas Guinnes mientras suena música en directo.
Así que decidimos cenar en el barrio. Elegimos la cadena GBK: hamburguesa de queso azul, para el que no escribe y ensalada de chili y pollo para mí. Agua para beber. Total 20€. El local, lleno de gente, nos pareció una buena opción para tomar algo informal a un precio ajustado porque, además, ambas cosas estaban buenas, resaltando la ensalada.
Después de cenar seguimos paseando un poco por el barrio, nos paramos a ver algunas actuaciones, tanto callejeras como otras que se vislumbran a través de las ventanas de los locales. Nos lanzamos a hacer a alguna foto nocturna y de vuelta al hotel.
Ha sido uno de esos días en que las cosas han salido bien. Kilkenny ha resultado ser una ciudad medieval con bastante encanto y edificios históricos, las Wicklow Mountains nos han regalado paisajes irlandeses soleados y la llegada a Dublín nos ha devuelto el ambiente de ciudad con mucha alegría.
El día siguiente lo dedicaremos íntegro a Dublín y aprovecharemos esa entrada para resumir los principales puntos de interés de la ciudad
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