Revista Ilustración
1996, los Héroes del Silencio abandonan la carretera. Muere el rock. Caen los mitos. Enrique Bunbury se lanza en solitario, se corta el pelo y decide que el tiempo de las puntas ajadas es pasado, que no volverá. Suena el silbato y la bocina. El Barça retira el número 15 de Epi y el número 4 de Andrés Jiménez. Termina una época dorada, la época de los créditos por pagar que permitían mantener a la población en estado de shock permanente. Cayó Felipe González y el PSOE sucumbió al avance plomizo de la gaviota. El Mundo acerca posiciones ante El País, la SER lidera el dial, saltan a la fama Take That y Antena 3 decide que es la hora de reponer el Príncipe de Bel-Air o The A-Team. España se desmorona, Hierro y Nadal fallan los penaltys que entierran las escasas aspiraciones de la Selección. Los Olimpiadas de Atlanta, un niño despierto a las 3 de la mañana para ver a Manel Estiarte caminar sobre las aguas hacia la medalla de oro. Nadie habla de dopping, pero Induráin, de forma sospechosa, se baja de la bicicleta para siempre camino de la meta en Asturias. Hay vampiros y no es preciso tentar a la suerte. Es la pequeña crisis del 96 y, en todas las crisis, siempre se esconden jugosas oportunidades.
Una niña observa desde la grada los inocentes movimientos del colegiado, incapaz de mantener fija la mirada sobre ella durante más de dos segundos. Comprenden la timidez. El desasosiego de no saber qué hacer. Alargar la virginidad, posponer los besos, soportar los silencios. Dismular. A sus apenas 13 años son incapaces de saber qué puede ocurrir 16 años después. 73 hombres y mujeres después.
Quizá una novela. Incapaces, ya digo.