Revista Política
Domingo, 19 de julio de 1936. Bajo un calor sofocante y pegajoso, durante la mañana tropas sublevadas y elementos monárquicos y falangistas han salido de los cuarteles de Pedralbes y bajado por la Diagonal, camino del centro de la ciudad. Ya desde el comienzo mismo de la marcha empiezan a desertar numerosos soldados, a los que los oficiales rebeldes han intentado engañar diciéndoles que iban a sofocar otra rebelión separatista como la de octubre de 1934 o que los anarquistas pretendían tomar la ciudad. El despliegue Diagonal abajo se ha hecho inicialmente bajo la bandera tricolor y dando gritos a favor de la República, aunque luego han comenzado los vivas al rey y los ¡Arriba España!, que desenmascaran a los arteros traidores.
Contra sus previsiones iniciales y a medida que avanzaban, los rebeldes han encontrado una resistencia armada progresivamente más dura y organizada. Masas cada vez mayores de trabajadores se han ido incorporando a la pelea, apoyados por Guardias de Asalto y policías de paisano. En la lucha participan en grupos organizados miembros de la CNT, FAI y en menor medida del POUM, pero son decenas de miles los obreros y empleados sin afiliación política que armados con cualquier cosa atacan los flancos de las columnas rebeldes, hostigándoles desde azoteas, balcones, portales, y parapetados detrás de automóviles y tranvías.
Hacia el mediodía llega en hidroavión desde Mallorca el general Goded, que inmediatamente se encierra en la Capitanía General, donde los sublevados tienen secuestrado al jefe de la División, general Llano de la Encomienda. Los rebeldes que avanzaban por las calles son finalmente cercados y se refugian en la plaza Catalunya, donde se parapetan en el hotel Colón y en la Telefónica: otros se atrincheran en el cuartel de Drassanes, junto al puerto. Los cuarteles de Sant Andreu, Lepanto y otras instalaciones militares son abiertas al pueblo por soldados leales. En la avenida Icaria, obreros armados usan como parapetos enormes bobinas de papel y derrotan y ponen en fuga a la columna que había salido del cuartel cercano. Durruti, los hermanos Ascaso, Joan García Oliver, Abad de Santillán, Josep Rovira... son los líderes y estrategas que dirigen la resistencia al golpe.
A primera hora de la tarde, decenas de guardias civiles suben mosquetón en mano y en doble columna por Via Laietana. Al llegar a la Comisaría de Orden Público, el president Companys sale al balcón, acompañado del comandante Guarner, del coronel Escofet, jefe de los Mossos d'Esquadra, y de otros militares leales; el general Escobar, que avanza al frente de la columna pistola en mano, se cuadra y le saluda militarmente. La lealtad de Escobar, que es católico practicante y aunque republicano no resulta muy de fiar, la garantiza el general Aranguren, jefe territorial de la Guardia Civil en Catalunya y militar de firmes convicciones republicanas. Cuando las fuerzas de la Guardia Civil llegan a la plaza Catalunya, varios oficiales rebeldes se suicidan y sólo los más desesperados disparan contra los del tricornio. En unos minutos y tras rápida negociación, se rinden la Telefónica y el hotel Colón.
En Capitanía General, Llano de la Encomienda, al que un grupo de tenientes y capitanes sublevados borrachos y ahora muertos de miedo han insultado y vejado durante las horas pasadas, convence a Goded para que llame a Companys y se rinda. Aeroplanos de la base militar de El Prat, que manda el coronel Díaz Sandino, socialista, sobrevuelan la ciudad, controlando desde el aire con su presencia los últimos focos rebeldes. El cuartel de Drassanes resistirá 24 horas más.
Radio Barcelona EAJ 1 emite continuamente, dando cuenta de los hechos y de la victoria popular. Las noticias vuelan desde la emisora barcelonesa a toda España, y contribuyen a que en Madrid, Valencia y otras ciudades las masas salgan a la calle en las horas siguientes y derroten o cerquen a los rebeldes.
En Barcelona, al caer la tarde, una muchedumbre abigarrada y eufórica invade La Rambla, comenzando una verbena popular que convierte la ciudad en una fiesta que durará todo el "corto verano de la anarquía". Se baila, se bebe y se come en la calle, hay altavoces colgados de los árboles que amplifican música y noticias, todo el mundo se abraza y se llama "compañero", los guardias civiles posan con pañuelos de la FAI anudados al cuello, jóvenes obreras besan a agotados soldados leales, los oficiales republicanos son llevados a hombros por las calles, las sirenas de los barcos atruenan el puerto...
Barcelona ha derrotado en la calle la sublevación militar fascista.
La fotografía que ilustra el post, tomada por Robert Capa en Barcelona en julio de 1936, muestra a un miliciano y a su compañera descansando en unas sillas de La Rambla.