El mundo se ha convertido en una gran partida de póquer. Pasaron las Grandes Guerras y la Guerra Fría y también la guerra contra el terrorismo islámico. Entonces llegó la crisis de las hipotecas basura y se levantó la alfombra de las miserias para dejar al descubierto toda la porquería que el sistema financiero había acumulado durante muchos años. Por supuesto, gracias a la connivencia de políticos y organismos reguladores.
La primavera árabe y el movimiento de los indignados parecían buenas noticias. El pueblo despertaba. Pero, por desgracia, ha servido para poco: durante este 2011, el mundo se ha convertido definitivamente en una gran partida de póquer entre quienes mueven los hilos. Y poco importa lo que hagamos los espectadores de dicha partida...
Emulando a Céline, la cosa empezó así: los mercados compran deuda de los gobiernos y juegan con ella hasta el límite del peligro. Cuando llega la crisis, los gobiernos
, paradójicamente, se ven forzados a inyectar dinero en el sistema bancario con el propósito de que occidente no quiebre debido a la avaricia de unos pocos; y así les pagamos sus vicios. Craso error. Porque finalmente, los mercados, aprovechando la inoperancia de los políticos, terminan por hacerse con el poder; especulan con el futuro de los estados como si estuviesen jugando una partida de Risk; venden deuda que ni siquiera han comprado previamente. Deuda que, por cierto, se puede comprar a crédito -cosa que los bancos no nos permiten a los ciudadanos-, con la esperanza de que algún estado caiga en bancarrota y unos pocos profesionales del póquer y los juegos de azar se conviertan en hombres más ricos de lo que ya son. En resumen, el sistema financiero no roza lo ridículo, es ridículo, y además carece de cualquier preocupación por el bienestar común; algo que, curiosamente, era la base del capitalismo original.Y luego están las agencias de calificación, esas compañías tan amigables que emiten juicios que pueden hacer temblar los pilares de la tierra. En función de las calificaciones -es decir, opiniones- que las agencias otorgan a los estados, las apuestas suben o bajan, se envida a grande, a chica o a pares... Y por eso hay tanto interés en que la prima de riesgo suba: ya no hay guerras en Occidente, el pueblo vive cómodo -sobre todo el europeo, que tiene hasta seguridad social- y se distrae con la televisión. Por lo tanto, el sistema necesita un arma que genere riesgo e infunda miedo.
Hoy día, millones y millones de personas vivimos en vilo gracias a la codicia de unos pocos especuladores. 2011 ha traído un nuevo paradigma; éste es el mundo de hoy, una gran partida de póquer entre banqueros; la confianza de los mercados...