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23. La parálisis

Publicado el 19 abril 2021 por Cabronidas @CabronidasXXI

    Hubo una tarde veraniega en la que me encontraba sentado en el campo en plena meditación, como un discípulo de Osho a punto de levitar. Alguien a mi lado me pasó un sebsi y en un gesto de ignorancia consciente inhalé el humo del polen de la planta del kifi. La percepción de mi entorno transmutó y entré en plena comunión con la naturaleza: la brisa danzaba a mi alrededor arropándome con embeleso; la hierba crecía en un susurro de profunda cadencia y los árboles orquestaban una hechizada coreografía de ensueño. En resumidas cuentas: se me quedó cara de gilipollas y no podía moverme.

    Durante un lapso inconcreto de tiempo estuve sumido en una agradable y sedante parálisis que se vio interrumpida por una legión de hormigas que pugnaban, encarnizadas, por mordisquear con saña el forro de mis pelotas.

    Nunca más volví a repetir tan evocadora experiencia hasta que hace poco me desperté y no podía moverme. Y no porque estuviera esposado a la cabecera de la cama de alguna ramera chiflada experimentando con lo extremo; o encadenado a un altar de sacrificios de alguna secta de acólitos hijos de puta. Estaba acostado en mi habitación, cuando en el mismo instante del que tomé absoluta consciencia de que estaba despierto, también lo hice de que estaba totalmente paralizado. La ciencia lo llama parálisis del sueño. Durante los dos o tres minutos que dura, la naturaleza pasa de ti, se te queda cara de profundo acojone, te preguntas qué mierda te está pasando y la única realidad es una inmovilidad nunca antes experimentada que no hace ni puta gracia.

    Ni que decir tiene que es mucho mejor la parálisis inducida del kifi.



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