Schnitzler, dramaturgo austriaco, provocaba y acaparaba la controversia con estos temas a finales del siglo XIX, apostando por nuevas narrativas que desnudaban a su sociedad y su burguesía. Prohibido posteriormente por los nazis, su obra ha logrado perdurar hasta nuestros días, siendo adaptada en numerosas ocasiones por directores como Max Ophüls (Liebelei, La Ronde) o Stanley Kubrick (Eyes Wide Shut), por mencionar un par de ejemplos. En esta ocasión, 360 retoma el relato de La Ronde, la obra más célebre de Schnitzler, y lo ambienta en nuestros días, trasladando aquel carrusel de parejas y triángulos, de encuentros y desengaños, de besos y silencios culpables.
Detrás de las cámaras, dos nombres que invitan al optimismo: Peter Morgan (The Queen, El último rey de Escocia, Frost contra Nixon) al lápiz y Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel) a la dirección. Sin embargo, la película no resulta tan redonda como cabría esperar. La narración está perfectamente adaptada a nuestra era global y nunca cae en el terreno del aburrimiento; los encadenamientos visuales de una historia con otra son de una factura notable, pero su expresión a través de los actores resulta irregular, siendo la pareja interpretada por los atractivos Jude Law y Rachel Weisz la única que deja poso de realidad. Es imposible no sentir cierto desasosiego al ver una relación tan identificable, tan frustrante y palpable. El conjunto no se cae, pero da la impresión de que el film daba para algo más.
“La felicidad es un estado efímero; sólo se vive esta vida” parece ser el mensaje global de 360, una mirada actual a un ya de por sí relato actual, que dejará distintos sabores en una boca u otra, dependiendo del pesimismo con que cada uno bese.