Revista Cultura y Ocio

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Por Alaurenza
Solía decirme a mí mismo, por lo bajo, como una especie de mantra, que con cada libro vendido estaba un paso más cerca de vivir de la literatura. Me autoconvencía de que no hacía falta mirar el panorama completo, ni hacia adelante ni hacia atrás, sino concentrarse en ese pequeño granito que acababa de suceder, o sucedería pronto.
Eso cuando salía a la plaza, después de haber trabajado todo el día en actividades que en algún tiempo habían sabido cautivarme, pero ya no. Muchas veces cansado mentalmente, y con la necesidad de olvidar ese cansancio, para poder ofrecer de un modo más o menos digno el fruto de desvelos anteriores, de horas de fervor dedicadas al papel y al lápiz.
Cualquiera que haya vendido alguna vez (lo que sea: tomates, productos electrónicos, caramelos, o el objeto de su propia creación) sabe bien que el ánimo lo es todo para que esa venta se concrete, y más aún cuando el comprador no va a buscar lo que necesita a un negocio, sino que de repente se lo están ofreciendo en medio de la calle, y ni lo espera ni lo quiere, al menos de antemano.
Hoy es distinto. Dedico una parte de mi tiempo a escribir, otra a corregir y publicar, y una última a vender. Ya no vengo cansado de otras actividades, e intento elegir los momentos y lugares en los que mejor me siento. Cada mañana, según las ganas con las que me haya levantado, decido a qué lugar de la ciudad iré a ofrecer mis libros. Y la ciudad, por suerte, es lo bastante grande como para dejarse recorrer sin demasiadas planificaciones: alcanza con anotar los barrios transitados, desmenuzados poco a poco en ese ir y venir azaroso.
Todo esto para decir que acabo de vender el ejemplar número cuatromil. Un hito más en el desafío de los números redondos. Sin embargo, aunque ya no me repita todos los días que cada libro es importante, creo haberlo asimilado definitivamente. Entendí, además, que lo primordial es disfrutar del momento en que se vende (como ya lo hacemos al escribir y publicar), y tratar de fluir de la mejor manera posible. El resto viene solo.

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