Vivir no es sólo existir, / sino existir y crear, / saber gozar y sufrir / y no dormir sin soñar. / Descansar, es empezar a morir. Autor: Gregorio Marañon.
Cuando celebraban sus triunfos los generales romanos desfilaban al frente de sus tropas en un carro acompañados del esclavo de turno, que les repetía sin cesar la frase “memento mori” (recuerda que has de morir), en el afán de que los vítores y entusiastas demostraciones de afecto del vulgo romano, no les encumbrarán hasta el punto de hacerles perder la perspectiva de que eran simples mortales con una racha afortunada.
Igualmente, los generales victoriosos eran coronados con guirnaldas confeccionadas con hojas de laurel. Pero si después de haber conseguido el triunfo, dejaban de esforzarse en alcanzar nuevas victorias, se decía que se habían "dormido en los laureles".
La expresión ha llegado tal cual a nuestros días y se emplea en diferentes ámbitos como sinónimo del abandono y la dejación, tras un objetivo satisfecho. Como si un logro manifiesto y reconocido bastará ya para justificar la desidia de ahí en adelante.
Todos sabemos, o al menos deberíamos saber, que las metas se persiguen con tesón, se alcanzan con perseverancia, se celebran con mesura y se archivan con humildad.
No hay que olvidar lo bueno que hemos hecho, forma parte de nuestro currículo vital y estará ahí para siempre, pero entretenerse o regodearse en exceso en aquello que ya se hizo, simplemente indica que no estamos ni preparados ni dispuestos a intentar hacer algo mejor.
La vida es larga y, bien aprovechada, da para mucho más que para aplaudirse enfáticamente porque un buen día acertamos y ganamos. Hay peleas para cada día y el momento victorioso de ayer se perderá pronto en la memoria de los demás, aunque intentemos eternizarlo en la nuestra.
Pronto lo que hicimos quedará obsoleto, porque así es la vida, y perderá toda su vigencia. Tendremos entonces que aprender nuevas técnicas, nuevos modos, atravesar por nuevas experiencias, asimilar nuevos conocimientos y conceptos… y esto vale para cualquier actividad profesional.
Y si tenemos miedo y queremos guardar la viña y conservar lo ya logrado sin intentar mejorarlo o mejorarnos, pronto seremos rebasados por una realidad que no se detiene y que tiene su propio ritmo.
Me admira la gente que se arriesga después de haber triunfado, porque ese gesto implica afán de superación y determinación para romper las fronteras alcanzadas. Están dispuestos a pasar por el sacrifico de construir algo nuevo y a sobrellevar un hipotético fracaso de esa apuesta; pero se atreven y eso es lo que importa.
Reflexión final: los laureles al cajón, o a la cocina, lo que se prefiera, lejos pronto de nuestra vista porque todavía queda mucho por hacer.
Revista Espiritualidad
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