Revista Opinión

45.000 locos y muertos de hambre

Publicado el 03 junio 2018 por Miguel García Vega @in_albis68
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La hecatombe de los locos (L’hécatombe des fous) es el título de un  documental francés. Dirigido por Elise Rouardrecupera una tragedia olvidada: la muerte, por hambre, de 45.000 enfermos mentales en los hospitales psiquiátricos del régimen de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial. No los alimentaron, los olvidaron. A 45.000 personas. A esos muertos, acabada la guerra, los volvieron a olvidar.

La hecatombe de los locos” quedó oculta por la alegría de la liberación y el mito de La Résistance. El hecho indudable es la dejación de funciones de las autoridades –y quizás de la sociedad– que provocó la indefensión y muerte terrible de estos enfermos.

El debate posterior está en si fue una acción premeditada, un “exterminio suave” (l’extermination douce) o fruto de la incapacidad o simple indiferencia.

Unos hechos y un debate que conviene tener presentes estos días.

La hecatombe de los locos

Primero, los hechos probados. Entre 1940 y 1945, los centros psiquiátricos públicos, dependientes del gobierno colaboracionista de Vichy bajo el mando del mariscal Pétain,dejaron morir de hambre a unas 45.000 personas. Quedaron abandonadas tras los muros. Las autoridades no cumplieron con su responsabilidad hacia unos conciudadanos que no podían valerse por sí mismos. Entre otras cosas porque estaban encerrados.

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Las cifras no pueden ser exactas, ya que las causas de la muerte a veces no están tan claras, o unas solapan a otras. Pero los estudios han conseguido consenso sobre el número. La investigación principal proviene de “La hecatombe de los locos: la hambruna en los hospitales psiquiátricos franceses bajo la ocupación”, publicado en 2007 por la historiadora francesa, especializada en sociología de la sanidad, Isabelle von Bueltzingsloewen.

En su estudio documenta cómo en ese período aumenta considerablemente el número de fallecimientos, sobre todo los dos primeros años de la ocupación. Pero, sobre todo,  son importantes las causas. El genérico “otras causas” deja de ser el principal en favor del de “debilitamiento” o “caquexia”. El último es el término médico más próximo a lo que la gente común entendemos por morirse de hambre.

Camille Claudel y Montdevergues

El estudio de von Bueltzingsloewen se quedó en el debate académico. Ha sido la periodista Elise Rouard la responsable de rescatar para el gran público una tragedia de la que nadie quería hablar. Rouard se encontró la historia por casualidad, en una exposición sobre la vida de la escultora Camile Claudel, que  pasó los últimos 30 años de su vida en el psiquiátrico de Montdevergues. Es en ese momento cuando la periodista nota ese subidón tan particular al descubrir una historia que necesita ser contada. En este caso, la hecatombe de los locos.

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Una historia ocultada. Tras la muerte terrible por hambre y frío, esas 45.000 personas –podrían ser su padre, su hermana o su tío– habían desparecido. No contaban para nadie, enterradas en un manto de silencio de más de 60 años. En 2017 el documental de Rouard los desenterraba para el público francés.

Tal había sido el olvido que Rouard tuvo que ilustrar el documental con dibujos. No encontró imágenes, más allá de 4 ó 5 fotos. Ninguna película. Ni durante la guerra ni tras la liberación, como si se encontraron de los campos de exterminio nazis. ¿Importaban tan poco que nadie se tomó la molestia de documentar el terrible estado de abandono de esos enfermos? Apenas una foto que aparece en el post que es más un grito que una imagen ‘médica’. ¿Mala conciencia? ¿Las ‘pruebas’ fueron destruidas tras la guerra?

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Elise Rouard, autora del documental “L’hecatombe des fous”

¿Exterminio suave?

Tras el documental,  se inició el debate. ¿El olvido de esos presos fue intencionado, un ensayo de “exterminio suave” o simple incapacidad? En Francia  hay quienes piensanque es lo primero.

En un reportaje en “Liberation”, a propósito del asunto se recuerda la figura de Alexis Carrel y la importancia en aquella época de las teorías eugenésicas. Ideas consideradas no solo entre la derecha más clasista, sino también en algunos círculos progresistas.

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Alexis Carrel

El doctor Carrel era un eminente médico, premio Nobel de medicina en 1912 por sus trabajos sobre sutura vascular. Había hecho la mayor parte de su trabajo en Estados Unidos, financiado por la Fundación Rockefeller, muy interesada en la eugenesia.

Por resumir, la eugenesia pretende esterilizar a todos aquellos grupos degenerados (razas inferiores, vagabundos, discapacitados físicos e intelectuales,…) para lograr una raza más pura. En el fondo está la idea de no dedicar recursos en aquellas personas que no produzcan lo suficiente. No se sorprendan, se escuchan ahora ideas parecidas de forma más o menos disimulada. Lo llaman gasto social y hay demócratas que dicen que no podemos permitírnoslos.

A principios del siglo XX en Estados Unidos se practicaba la eugenesia. Carrel se lleva esas ideas a Francia. Su libro“El hombre, ese desconocido” (1935), aboga por un nuevo orden social, liberado del igualitarismo y la democracia mediante la eugenesia y la segregación social. El gobierno de Vichy nombra  a Carrel director de la llamada “Fundación para el estudio de los problemas humanos”, en 1941. Las ideas filonazis de Carrel estaban generalizadas en el gobierno de Pétain.

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Pétain y Hitler, en 1940.

De todas formas,  La hecatombe de los locos no se puede comparar con el programa Aktion T4 alemán. Lo de Vichy vendría a ser algo mucho más limitado y más discreto. Aprovecharían las circunstancias de la guerra para desentenderse de los enfermos mentales.  Vendría a ser llevar a la práctica el odioso refrán de “no hay mal que por bien no venga”.

Colapso, no racismo

Pero hay otra parte de la sociedad francesa, y entre ellos la investigadora Isabelle von Bueltzingsloewen, que niegan cualquier intención racista o eugenésica en la hecatombe de los locos. Para ella, simplemente el país colapsó y se vio incapaz de proteger a los más débiles.

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Las diferencias entre zonas rurales y urbanas, entre sexos, así como entre enfermos con dinero y sin él, apoyan esa opinión. Sencillamente, los sanatorios mentales quedaron completamente olvidados. No solo por las autoridades.

Las dificultades logísticas, los problemas de combustible y la rapiña de los recursos por los ocupantes nazis dejaron a los franceses con gran escasez de todo. La cartilla de racionamiento, evaluada por la Academia de Medicina estableció 1.500-1.800 calorías por día, aunque se sabía que las necesidades promedio de un hombre adulto están entre 2.400 y 2.500.

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Entre los franceses de a pie, con mayor o menso fortuna, eso se podía completar con ‘complementos’ conseguidos en el mercado negro. Pero los internos no podían recurrir ni al mercado negro ni a lo que von Bueltzingsloewen llama ‘mercado gris’: intercambio de productos manufacturados –zapatos, vestidos y otros objetos– por comida de las granjas.

Muchos otros no podían recurrir tampoco a lo que la investigadora llama ‘mercado rosa’: paquetes de alimentos enviados por parientes o amigos. Aquí los internos se enfrentaban a varios problemas.

De entrada algunos no tenían familia, perdidos, prisioneros o muertos en la guerra. En otros casos, los familiares tenían serias dificultades logísticas. La escasez de combustible o vehículos, o las trabas burocráticas para moverse entre algunas zonas no lo ponían  fácil.

Una durísima decisión familiar

Y en otros casos, más crueles, los familiares se enfrentaban a la propia pobreza. Apenas tenían para los que estaban fuera, había que elegir. Una elección terrible que en ocasiones le llevaba a dejar al enfermo mental fuera del reparto.

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Fotos Hospital Psiquiátrico Maison Blanche. Fuente: Libération

Otros confiaron sinceramente que el estado se estaba haciendo cargo de sus familiares. Pensaron que era imposible en la Francia del siglo XX las autoridades pudieran dejar morir de hambre a personas que estaban a su cuidado. Aunque fuera durante una guerra.

Que no hubiera una política de exterminio general no hace a la política inocente. Los sanatorios privados o los enfermos que podían comprar alimentos en el mercado negro completaron su dieta y sobrevivieron. Los pobres, que dependían absolutamente del estado, murieron de hambre. Tras lo muros de cárceles y psiquiátricos seguían funcionando las diferencias de clase.

Algunos héroes anónimos

Von Bueltzingsloewen descubre que durante 1941 algunos responsable médicos empiezan a reaccionar, aunque chocan con la burocracia de Vichy. Hay quien se resigna a la evidencia y hay quien no.

Documenta casos como el del doctor Gaston Ferdière, del hospital psiquiátrico de Rodez, que hace lo imposible por alimentar adecuadamente a todos los internos, sin distinción. Incluso recurre al mercado negro, donde cambia las raciones de tabaco por comida. Para el trasporte clandestino utiliza una ambulancia conducida por un gendarme jubilado que se conoce todos los controles. Héroes anónimos de una guerra dentro de la guerra.

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Illustración de Pierre Pintore, del documental “L’Hécatombe des Fous”

Finalmente, en diciembre de 1942, se concede un suplemento calórico a la dieta de los enfermos. A partir de ese momento, según von Bueltzingsloewen, el ritmo de muertes se va frenando y los casos menos graves se pueden recuperar.

Aunque 45.000 sigue siendo una cifra escandalosa, indecente. Sea causa de ideas racistas/eugenésicas o sea pura desatención, la culpa de las autoridades no se borra. La prueba es el manto de silencio. El doble olvido: de sus vidas y de sus muertes.

El debate tampoco se borra. Estamos hoy día postrados ante el dios de la productividad. Quien no produce, quien no consume, no es digno de sentarse a la mesa. Eduardo Galeano hablaba de Los nadies, “que no son seres humanos, sino recursos humanos”. Éstos no eran ni eso. Solo víctimas molestas que, parafraseando al poeta, “no figuraban en la historia universal”. Sí lo harán en esta pequeña crónica. 45.000 recuerdos.

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