Según un estudio encargado de analizar nuestros patrones de movilidad, somos diáfanos; previsibles hasta en un 93% de nuestro comportamiento. Es decir, que si alguien observara nuestros movimientos el tiempo suficiente, podría establecer en qué sitio vamos a estar, casi con absoluta certeza, a una hora determinada del día.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Northeastern, en Estados Unidos, ha estudiado la movilidad de miles de personas, a través de las señales de sus teléfonos móviles. Así, han descubierto que nuestros desplazamientos son siempre altamente predecibles, independientemente de que nos movamos en grandes o en cortas distancias. En concreto, fueron analizados durante tres meses los recorridos de un total de cincuenta mil personas, escogidas de forma aleatoria de un conjunto de diez millones de individuos.Este estudio ha revelado que, a pesar de que se suele creer que nuestras acciones son aleatorias e impredecibles, la movilidad humana sigue patrones sorprendentemente regulares. Según se explica: “los individuos espontáneos escasean mucho entre la población”. Así, a pesar de que se han encontrado diferencias significativas en los patrones de viaje entre los individuos estudiados, los movimientos de cada uno de ellos, por separado, son igualmente predecibles.
Lo más desalentador, y aquí nos incluimos todos, es la conclusión de que los individuos espontáneos escasean. Que en el día a día no asumimos ningún riesgo que nos aparte del carril que la costumbre ha establecido y que nos hace la vida más cómoda, sin duda, pero también absolutamente previsible.
Nos rodeamos de ceremonias y ritos porque, con ellos, no tenemos que pensar, aunque eso es lo triste: evitar el hacerlo. Es mucho más cansado idear un nuevo camino para ir a la oficina que seguir la ruta de siempre, en la que, por cierto, encontraremos a las mismas personas de siempre, en el mismo lugar de siempre, con la misma cara de siempre, leyendo el mismo periódico de siempre, la misma mañana del mismo día... que podía ser el mismo día de siempre, porque, de esta forma, todos los días son intercambiables entre sí.Reflexión final: "El hombre nunca mira al cielo, porque siempre lo tiene a la vista." (Jean de Monet)