¿Qué le dirías a tu Yo de hace 20 años?
Cuando era adolescente, para no abrurrirme solía imaginar en mi camino del súper a casa (en aquella época era yo quien hacía la compra muchas veces) que iba acompañada de mi yo adulta, sabia, segura y mucho más atractiva, quien me iba aconsejando y contándome cosas de mi futuro. Y yo, como me correspondía por mi edad, la escuchaba atentamente y le iba haciendo preguntas concretas.
Ahora soy yo la adulta, algo más sabia que hace escasos 20 años. Y hoy, mientras me estaba secando el pelo —esos momentos de relax y desconexión, ¿por qué será que las mejores ideas nos vienen cuando ni siquiera las esperamos?—, se me ocurrió pensar que podría hacer el juego a la inversa y desde mi yo adulto volver a encontrarme con esa niña delgaducha y pálida, tímida e inocente, aunque con muchísimas ganas de crecer, conocer y con una curiosidad y creatividad enorme.
¿Qué le podría aconsejar yo a esa quinceañera ingenua y soñadora para que sus próximos 20 años fueran mucho más provechosos, más plenos, llenos de sentido, para que no cometiera tantos errores pequeños y grandes, no se tropezara por enésima vez en este hermoso pero lleno de baches camino que es la vida?
Y éstas son las ideas que se me han ocurrido:
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Podría decirle que confiara más en sí misma, que se quisiera más, que ese amor a sí misma era lo más importante en su vida, que se respetara y se aceptara tal como es. Que era joven y maravillosa tal como ya era, y no había nada que cambiar, ni con su físico ni con su forma de ser.
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Le podría sugerir que dejara de pensar en el qué dirán, en cómo la percibe la gente, en si les gusta o les deja de gustar, porque ella ya valía por estar en este mundo, por vivir, por luchar por sus pequeños y a veces invisibles sueños.
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Le podría comentar que no tuviera miedo al futuro, que pasara lo que pasara, ella siempre saldría de todas las dificultades a las que se iría enfrentando, que un cambio de instituto no era para tanto, que haría nuevos amigos y dejaría a otros atrás. Que su vida sería un continuo cambio, viajaría muchísimo y viviría en otros países.
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También podría advertirla de sus futuros errores: enamorarse de personas que no le convienen, desesperarse y pensar que perderlos le rompería la vida… porque al final no será para tanto, sino todo lo contrario, llegará el amor a su vida, un amor de verdad. No el de las telenovelas, romántico y pasional, porque este le acabará haciendo daño y ella misma se dará cuenta, sino alguien en quien confiar, alguien que la entienda y la proteja, junto a quien pasar horas sin dejar de ser una misma, viajando y caminando juntos de la mano y creciendo en este apasionante camino de la vida.
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Le diría que tuviera fe en sí misma y que buscara su vocación. Que no eligiera una carrera por miedo a quedarse en paro o simplemente para ganar dinero, sino escogiera aquello que de verdad la representa: sus intereses, sus pasiones, su forma de ser. Que no se dejara aconsejar por personas que viven en el miedo, sino que siguiera a su corazón.
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Le podría decir que no vale la pena llorar tanto, desesperarse, escaparse de casa para luego volver llena de miedos y de dudas, porque al final todo irá bien y se entenderá con sus padres, de una manera o de otra. Que las pequeñas y grandes broncas con su familia no tienen sentido, ya que al final son eso mismo: familia y siempre se van a querer, aunque estén lejos o discutan o no se entiendan del todo.
Le podría decir todas esas cosas y más, advertir a mi yo adolescente de los grandes cambios que se avecinaban y prevenirla de los grandes errores que podría cometer… pero sinceramente, cuando esta mañana me estaba secando el pelo y pensé en todas las cosas que le podría decir a mi frágil yo del pasado, me di cuenta de que en realidad no cambiaría nada.
Porque todo lo que llegué a hacer, todos mis errores, fracasos, lágrimas, desesperación, noches de insomnio, dudas, desengaños amorosos, profesionales, amigos ganados y perdidos, discusiones con mis padres, lucha por mis derechos, por mi personalidad… todo me sirvió para convertirme en lo que soy hoy. Todo ha sido un camino de aprendizaje que de alguna forma necesitaba.
El hecho de equivocarme con mi profesión también me sirvió para ser más consciente, para darme cuenta de lo importante que es elegir bien y de poder ayudar a otros a tomar mejores decisiones. Y si pudiera decirle tan sólo una cosa a mi yo de hace 20 años, probablemente le diría estas palabras:
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