Autor: Ralph Waldo Emerson Si hay algo que emparente y homologue las biografías de muchos grandes personajes que destacaron en diferentes áreas a lo largo de la historia, quizá sean las situaciones azarosas, cuando no fatales, que se se vieron obligados a superar para alcanzar el éxito.
Es más, hay quien defiende que la adversidad es piedra angular imprescindible en el currículo de la gente que triunfa. Piedra capaz de pulir o desgastar a la vez, dependiendo del carácter con el que tope. Para muchos una especie de losa bajo la cual fenecen todos sus sueños, para otros un obstáculo sobre el cual encaramarse y divisar nuevas y maravillosas oportunidades.
Los más escépticos consideran el elogio de la adversidad como mera palabrería cegadora de las voluntades más débiles y dispuestas a creer, pero si aportamos como prueba los extraordinarios logros de personas que experimentaron la desdicha más cruel en sus vidas, quizá esa falta de fe se disuelva...
Frida Kahlo, destacada pintora mejicana, contrajo polio a los seis años de edad. La enfermedad dejó su pierna derecha más delgada que la izquierda, lo que ella disimulaba cubriéndose con coloridas faldas. Se ha conjeturado que también sufría de espina bífida, una enfermedad congénita que podrían haber afectado tanto a la columna vertebral como al desarrollo de su extremidad. Aunque mejoró de sus dolencias y, finalmente, recuperó su capacidad de caminar, toda su vida estuvo plagada de recaídas, siendo el dolor que experimentaba tan intenso que debió permanecer en cama por largos periodos.
Ludwig van Beethoven, compositor, director de orquesta y pianista alemán. En el año 1796 Beethoven comenzó a perder su audición. A pesar de la enfermedad, se volcó en su trabajo y creó algunas de las más grandes obras de la música aquejado ya de una sordera incorregible. Cabe recordar que las mejores obras de Beethoven son también parte de las mejores obras de la historia de la música: la 9 ª Sinfonía, el Concierto para Piano 5, el Concierto para violín, los últimos cuartetos, y su Missa Solemnis. El compositor creó todas estas maravillas a pesar de su discapacidad.
John Forbes Nash, matemático y Premio Nobel estadounidense. En 1959, John Nash, comenzó a mostrar signos graves de paranoia y empezó a comportarse de forma errática. Creía ser víctima de una organización que le perseguía. En aquel mismo año fue ingresado en el hospital, donde se le diagnosticó esquizofrenia paranoide. Después del tratamiento fue de nuevo ingresado, esta vez voluntariamente, durante un periodo de 9 años. Tras obtener el alta en 1970, poco a poco empezó a recuperarse. Su trabajo cosechó un gran éxito y recibió por ello diversos premios y reconocimientos.
Cuando nos enfrentamos a la adversidad, siempre deberíamos plantearnos el siguiente dilema: ¿Voy a permitir que la desgracia me amargue y acabe conmigo, o la voy a utilizar para crecer y hacerme mejor?
Una de las primeras cuestiones que debemos interiorizar cuando nos golpea la adversidad, es recordar que no somos una excepción. La vida no se ensaña contigo, ni conmigo. Cosas malas, malos días, etapas pésimas, desfavorables circunstancias, les ocurren a todo el mundo en algún momento de sus vidas. Nadie escapa de su particular periodo funesto.
Nunca caigamos tampoco en la trampa de pensar que la vida es injusta. Esto es, a menudo, el primer paso hacia la amargura y el resentimiento; lugares que nunca deberíamos visitar y, mucho menos, pasar el resto de nuestra vida viviendo entre sus ruinas. Al igual que cualquier tormenta, la adversidad pasa. El truco está en saber cuándo hay que volver a levantar la cabeza, secar nuestros ojos de lágrimas, fijar una sonrisa en la cara y seguir adelante con el resto de nuestra vida.
Y, poniéndonos positivos, razonemos que la adversidad nos despierta a los tesoros más importantes que el dinero y la posesión material: nuestra salud, nuestra familia y amigos... De repente, a través de ella descubrimos en qué debemos basar nuestra felicidad. Una enfermedad nos enseña a ser humildes y llevar una vida sana. Una pérdida repentina en la familia nos hace apreciar el ciclo de nacimiento, vida y muerte, etc.
Y, por último, no olvidemos que la adversidad también es orientación. A veces, la fatalidad llega a nuestra vida para sugerirnos que es hora de cambiar de rumbo, algo que de otro modo hubiéramos sido incapaces de ver y de reconocer, instalados en la confortabilidad de una vida sin problemas aparentes.
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