Hoy hace 92 años que nació en Aracataca, Colombia, el genial novelista Gabriel García Márquez, fallecido hace cinco años, figura hegemónica de la corriente literaria que se ha dado en llamar Realismo mágico, y que ha marcado un antes y un después en la literatura en castellano (y en otros idiomas). Sería difícil tratar de destacar alguno de los libros de su trayectoria literaria, plagada de títulos tan emblemáticos y archiconocidos en todo el mundo como Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada, La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, El amor en los tiempos del cólera, etcétera, etcétera, aunque este etcétera no sea tan largo como podría parecer, pues su obra novelada suma solo diez títulos, más tres reportajes novelados, entre ellos Relato de un náufrago o Historia de un recuerdo, y sus libros de cuentos no llegan a cinco. Completan su bibliografía una amplia obra periodística, una de teatro, Diatriba de amor contra un hombre sentado, y una autobiografía, Vivir para contarla. En todo caso, hoy Gabriel García Márquez habría cumplido 92 años y qué mejor homenaje para el gran escritor que recordar algunos párrafos de sus novelas, que no hará falta acotar porque seguro que todos conocemos a qué obras pertenecen:
"El coronel abrió el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata". "En la tercera hornacina del altar mayor, del lado del Evangelio, allí estaba la noticia. La lápida saltó en pedazos al primer golpe de la piocha, y una cabellera viva de un color de cobre intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra quiso sacarla completa con la ayuda de sus obreros, y cuanto más tiraban de ella más larga y abundante parecía, hasta que salieron las últimas hebras todavía prendidas de un cráneo de niña". "El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros"."El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás. Era algo menor que yo, y no sabía de ella desde hacía tantos años que bien podía haber muerto. Pero al primer timbrazo reconocí la voz en el teléfono, y le disparé sin preámbulos:
-Hoy sí".