Brigada artística del ISA en la provincia Guantánamo
Por Amilkar Feria Flores
Siguiendo una potable práctica cultural, ejercida durante años por los fundadores del Instituto Superior de Arte, con anterioridad a la crisis económica de los años noventa, se reeditó este verano, entre el 11 y el 16 de julio, la conocida “Brigada Serrana”. Si bien el pasado año se convocó, institucionalmente, a un ascenso al pico Turquino, sin otro propósito que el de alcanzar la cima de nuestro mayor accidente orográfico, en esta ocasión la iniciativa recuperó las intenciones con las que se organizaban dichas cruzadas durante los meses veraniegos de receso docente.
“¿A dónde tu vas…?” le pregunté unas semanas antes a Fernando Reyna, entusiasta de estas lides y uno de mis camaradas, el pasado verano, en una travesía por el río Toa, quien me comentó que se organizaba una Brigada para Guantánamo; que me “mandara corriendo pa´lla”, para la Vicerrectoría, porque la lista estaba llena de aspirantes. Sin pensarlo dos veces le hice caso al estudiante de cuarto año en la Facultad de Artes Visuales. Una vez allí casi “me dan el bate”, porque, en efecto, la lista ya iba corriendo por una adicional de fallos. Acostumbrado a desandar la isla en tramos de viaje por carreteras, varado en espantosas listas de espera, en infinidad de terminales de ómnibus de casi todas las provincias, aquella que se organizaba en el ISA me resultaba familiar. Finalmente, conociendo de las flaquezas y veleidades del prójimo, mi número de registro llegó al cupo que permitía el ómnibus rentado para la travesía, al tiempo que se sumaban nuevos interesados.
Orquestado por Norma Rodríguez Derivet, a quien no pudiera omitir de ninguna manera en ese rol, a pesar de su modestia, el nutrido equipo estuvo integrado por Carla Valdés León, Eileen López Portilla, Leanet Vega Serrano, Juan Rivero Álvarez, Francisco Speck Silveira, Milva Cala Pino, Fernando Maderas Sol, Lianne Vega Serrano, Yurién Heredia Figueras, Wilber Aguilera Echevarria, Fernando Reyna Escalona, Laura Carralero Morales, Ilena Díaz López, Edel González Govea, Amanecer Amador Oropesa, Yulmis Merencio Cabrera, Roger Toledo Bueno, Carlos Ernesto Escalona Martí, Ana Mely, Yohayna Hernández González, Dailyn Llerena Llerena, Amor López Domínguez y Pablo Agüero Cantera; estudiantes y profesores de Música, Artes Escénicas, Visuales, Comunicación Audiovisual y otras materias teóricas; con el abierto propósito de actuar y organizar actividades artísticas para los pobladores de varios municipios de la oriental provincia.
Ya conocidos los expedicionarios entre si, aunque fuera de vista, el viaje hasta nuestro destino sirvió para cohesionar los objetivos de la empresa. Esas cosas resultan inevitables en el interior de un rectángulo en movimiento, tripulado, durante demasiadas horas como para mantenerse de brazos cruzados, por jóvenes ansiosos de entrar en acción.
Acogidos durante cinco días en la Escuela de Nivel Medio de Artes Plásticas de Guantánamo, estado mayor provisional de la cruzada, a la que regresábamos al final de cada jornada, las actividades se hicieron eco en las localidades de Cajobabo, perteneciente al municipio de Imías, donde tuvimos el privilegio de visitar el punto de desembarco de Gómez y Martí, así como en la propia cabecera municipal; Tortuguilla y Yateritas, pertenecientes a San Antonio del Sur; y Paraguay, enclavada en la periferia de la capital provincial.
Una plaza no conquistada resultó Caimanera, que, a la sazón de nuestro debut, fue saturada por un aguacero como el que no había caído en muchos meses, según nos comentaron los habitantes del lugar. En no pocas de las incursiones, nuestra presencia vaticinaba lluvia, lo cual fue interpretado, por visitantes y visitados, como síntoma de buen augurio, toda vez que nos encontrábamos en la faja semidesértica del extremo Sur oriental del país. Como si fuese parte del mismo plan meteorológico, en rico intercambio entre las autoridades culturales, pobladores de la provincia, y nuestra brigada, se suscitaron encuentros memorables con manifestaciones artísticas endémicas del territorio, como la Tumba Francesa, que si bien cuenta con exponentes en otras regiones orientales, manifiesta aquí síntomas de peculiar identidad. Otro sitio visitado, de singular atractivo por su inusual evidencia en territorio nacional, fue el Zoológico de piedra, obra del Maestro Ángel Íñigo, que tuvimos oportunidad de recorrer en las postrimerías de la estancia.
La naturaleza de nuestras presentaciones, matizadas por un urdido programa, no exento de pocas improvisaciones, demostró lo plausible y elástica que puede resultar una campaña de este tipo, articulada por jóvenes estudiantes y profesores con sobrada capacidad para el ejercicio de sus habilidades docentes. Allí, sin aparente vínculo interdisciplinario, solo manifiesto al calor de los sorpresivos escenarios, fuimos partícipes de actuaciones y coros que el destino nos tenía programado como elocuente potencial de participación interactiva. Creo que en situación de tan entusiasta afecto colectivo, pudimos “descargarnos” del modo tan intenso que lo hicimos, convirtiéndonos en auto fans de la Brigada, a la que se dio en llamar, “Palmiche”.
EL RABO (LA COLA) DEL CABALLO
Ya “Palmiche” se iba despidiendo de la ciudad del Guaso, cuando un grupo de recalcitrantes continuamos viaje a Baracoa, segunda ciudad en importancia de la provincia. En plan exploratorio, que no pudo cubrir el costo de nuestra empresa inicial, sondeamos el exótico territorio del litoral norte con el propósito de allanar probables dificultades que pusieran freno a viajes futuros. Hasta la fecha, todo parece estar dispuesto para un aterrizaje inminente en la tierra del café y el cacao, pues, una vez en la pintoresca ciudad, hicimos contacto con las máximas autoridades del Poder Popular en el municipio. Presentados como el reducto de la Brigada, fuimos acogidos por la instancia local, quien facilitó en mucho nuestro reconocimiento del terreno.
Cuando cumplimos nuestros cerrados cinco días baracoenses, que contemplaron visitas al Yunque de Baracoa, Boca de Miel y Boca de Yumurí, alentados por un fortísimo “Calambuco” (aguardiente de improvisación popular), rompimos fila. Mi presupuesto estaba tocando fondo, y el viaje hasta La Habana se figuraba costoso. Con sana envidia, casi de mi estatura, tuve que dejar partir a cuatro de mis camaradas, que seguían viaje hacia el pico Turquino, y luego al Escambray, mientras otros dos se quedarían en Guantánamo; pero, recordando palabras de mi abuela, “no se puede ser tan cara´e guante durante tanto tiempo”, ya que las últimas jornadas las había tirado con dinero prestado, que no se cuando diantres podré devolver.
Ya lo saben todos: La campaña cultural puede llegar al Norte de la provincia; solo falta un poquitico de empeño, porque la gente con la que tuve el privilegio de rodar por la isla, durante este tórrido verano, estoy seguro que van a sacar la cara en cuanto le pinten fiesta.