Nuestro mundo está lleno de gente con talento para escribir. Auténticos creadores de universos increíbles y artífices de historias maravillosas que enamoran a grandes colectivos por la calidad de su prosa o el carisma de sus personajes. Verdaderos malabaristas de las palabras. Desgraciadamente, no todos llegan a cumplir el sueño de ver publicado aquello que escriben. Aquello en lo que habrán invertido una nada desdeñable suma de horas.
Esta situación puede haber llegado por innumerables razones (que no vamos a tratar en este artículo), pero puede que una de esas razones sea, simplemente, que la historia que se plantea ya le pueda sonar al público. Y es que el mundo de la literatura está lleno de obras que se parecen mucho, por no decir que beben directamente de otras historias (también pasa en el mundo del cine). Así como suena, da la impresión de que ya no se puedan escribir libros sobre vampiros, hombres lobo, piratas o ejércitos imperiales… Y en parte es lo que os vengo a decir.
Está casi todo inventado, y además, se han hecho demasiadas versiones de los mismos cuentos. De las mismas historias. ¿No creéis que se podría oxigenar un poco el mercado? Ya no hablo de la moda de las distopías y los licántropos enamoradizos, que residirán aún en las estanterías durante mucho tiempo, sino de innovar un pelín y darle un soplo de aire fresco a la literatura. Dije antes que estaba casi todo inventado. Pues eso, casi todo.
Los escritores del mañana tendrían que ir un poco más lejos. Además de buscar una historia perfecta para sus novelas y rociarla después con esos polvos de hadas que sólo salen de sus cabezas, deberían preguntarse si su obra es original. Si tiene mucho de ellos. Si han explorado los rincones de su creatividad hasta que han llegado al precipicio y no han podido continuar. Los escritores del mañana tendrían que ser satélites.
Imaginad una galaxia llena de planetas. Estos podrán ser de mil y un colores. Podrán ser áridos, podrán ser húmedos, pequeños o grandes. Podrán tener anillos, lunas, lluvias de meteoritos o formas dispares. Y ahí, en mitad de la galaxia, observándolos, el satélite. Un instrumento creado para explorar y recabar información, pudiendo rodear cada planeta una y otra vez, descubriendo a cada vuelta algo que lo hará más interesante. Y será aquí cuando entre en juego la capacidad de visualización, de análisis e inventiva de los próximos contadores de historias. Deberán esforzarse por crear algo nuevo y diferente que no se parezca a nada ya publicado. Y si por casualidad se pareciera a algo, deberán intentar mejorarlo.
Sed satélites, que nuestro mundo está lleno de contenidos. Lleno de personas de la calle que en vuestra historia serán feroces reyes, de habitaciones que serán castillos, de paseos de una tarde que serán travesías de varios meses de las que puede que no haya retorno alguno…
Siempre he pensado que hay una magia muy especial en eso de que los lectores y los escritores compartan el mismo mundo y no se estorben. El trabajo de los primeros se ciñe a disfrutar del trabajo de los segundos. Lo que hagan las editoriales, sin embargo, lo dejaremos para otro artículo.