Como toda ciudad, Oviedo esconde rincones oscuros, lugares de los que avergonzarse, donde los errores de sus dirigentes tratan de permanecer ocultos, a salvo de miradas indiscretas. Pero sus dimensiones no pueden esconderse tan fácilmente y se erigen como extraños monumentos a las malas gestiones, a la megalomanía de lo que llegó a ser un régimen en la ciudad –el gabinismo- y que hoy trata de transformarse en algo distinto, con la vista puesta en la incertidumbre de unas elecciones municipales dentro de cinco meses.Lugares inhóspitos que albergaron momentos de gloria –así es para quienes tuvimos oportunidad de disfrutar de grandes conciertos- como la Plaza de Toros se muestran como edificios inútiles devorados por la ruina mientras los encargados de salvarlos se enfrascan en ese partido de ping-pong en el que nada se resuelve para gloria de sus intrigas políticas y para ruina de la ciudad y de sus habitantes.Hay más construcciones en Oviedo, inacabadas, en espera de ser rescatadas de la ruina, a punto de estrenarse pero sin que ese momento llegue, como bien hemos podido leer hace unos días en las páginas de EL COMERCIO. Y también están los planes de resurrección -que ahora que llegan las elecciones se apresuran a anunciarnos- como la de un pabellón de deportes en Ciudad Naranco donde se quiso montar ese spa del que hablamos en esta misma columna hace poco. Leo el proyecto y me quedo un poco asombrado por la nula amplitud de miras, no sé si fruto del desconocimiento o de las apreturas. ¿Una capacidad para tres mil espectadores? ¿Por qué no los cinco mil que exige la ACB a los clubs de básket para entrar en su Liga ahora que el C.B. Oviedo aspira a subir a la máxima categoría del baloncesto español? Me quedo anonadado y no dejo de darle vueltas. También sería deseable que, si se plantea la posibilidad de montar conciertos allí, se realice el conveniente estudio para que la sonoridad no sea un festival de rebotes…de sonido, no de los que capturan Juanjo García, Schreiber y compañía.Volviendo a esa Plaza de Toros de nuestros dolores, este mes se reúnen otra vez los de la Comisión de Patrimonio, como cada semestre. ¿Volverán a hacerse los suecos y no adoptar ninguna resolución para que este vergonzoso asunto de la Plaza de Toros se aclare? Mucho nos tememos que sí, porque parecen enquistados en su inoperancia, satisfechos de reunirse para no tomar ninguna decisión, felices por ver cómo un edificio que podría abrir muchas posibilidades a Oviedo se pudre en una galopante ruina para gloria del Señor (ejem) de la Ería y sus carpas multichachiguays y demás sonrojantes manejos que, parece, que volverán el próximo septiembre por encima de quién sea el elegido en las urnas, por encima de cualquier legalidad.MANOLO D. ABADPublicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 13 de diciembre de 2014