Revista Diario

A setenta centímetros del suelo

Por Mamareciente
Desde hace unos días Chiquinina es capaz de caminar. Empezó arrastránsose y reptando (ahora ya gatea) hasta el sofá por ejemplo, donde se agarraba, se ponía de pie, y ahí se quedaba un rato, paseándose de lado a lado del mueble.

Uno de sus sitios favoritos es el cambiador, que tiene una bandeja inferior a su altura donde puede hacer de las suyas, entreteniéndose un buen rato. Así que ahí la dejamos una tarde mientras íbamos de un lado a otro de la casa haciendo mil cosas y ordenando por enésima vez. Gran error por cierto, porque cuantas más veces ordenes más veces desordenarán ellos. Si ya lo dice la termodinámica, que todo en el universo tiende a su estado de máxima entropía ( o sea, desorden), proceso que se ve acelerado si hay niños.

Pues eso.. De repente, al recorrer el pasillo, la vimos: ahí estaba Chiquinina, en la puerta de su habitación, agarrada al marco de madera y con una sonrisa triunfal, emocionada y de satisfacción por su logro, mirándonos a 70 cm del suelo.¡Qué momento!Y así de un día para otro, podemos decir que Chiquinina anda. Aún no lo hace sin apoyo, necesita algo a lo que agarrarse, pero se puede recorrer casi toda la casa sin que la ayudemos. En algún momento de aquel día se decidió a salvar el avismo entre el cambiador y el siguiente objeto al que agarrarse, estirando un pooooco más el brazo, y avanzó. Y de ahí al radiador, y a la pared, y,y,y….Esto ya no hay quien lo pare.Ahora viene lo peor: el dejarse los riñones porque sólo quiere andar. Y el no poder dejarla sola ni un minuto para que no se haga daño. Cosa que no hemos conseguido porque ya luce su primer chichón en la frente. Y los que le quedan, me temo, por mucho que queramos evitarlo…

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