Pues sí. De esta manera tan elegante y tan fina, como es mi natural últimamente, hago la rentrée triunfal en este blog que, tras meses de abandono forzoso, bien podría habérmelo encontrado 'okupado' por alguna de esas comunidades petardas que abundan en las parrillas televisivas y que a mí me producen erisipela visual. O por algún gurú del Social Media de los muchos que últimamente publican de manera compulsiva todo tipo de soflamas tecnológicas en Internet para que el resto del planeta se quede 'in albis' de pura incomprensión. Que haberlos, haylos, ¡vive Dios!. ¡Y qué pesados, pardiez!.
Ya sé que este post tendría más tirón del que, a buen seguro, va a tener, si su título aludiese a la Guerra Civil o comenzase con el célebre 'Decíamos ayer...' de Fray Luis de León cuando se incorporó a su cátedra después de que la Inquisición, ¡qué mona!, lo mandase al trullo por atreverse a traducir al román paladino el Cantar de los Cantares. O con unos versos de Bécquer, que para la cosa poética es de lo más socorrido y fino que tenemos en lengua castellana.
Pero va a ser que no, que el rural debe haberme embrutecido, que los últimos meses me han aportado mala leche a raudales o _mucho más plausible_, que, casi en los 41, la menda lerenda no está por la labor de endulzarle la prosa a nadie. Dicho lo cual, sospecho que cualquier día de estos me sale un bigote a lo Gertrude Stein y me presento en casa de la vecina con cara de galápago a dar por la retambufa de manera encubierta, que es mismitamente lo que ha hecho hace escasas horas la señora cuya casa linda con la mía. Nieta en ristre y bata de boatiné _'arreglá' pero informal_ por añadidura.
No sé si el florecimiento del bigote me aportará, como a ella, el don de la oportunidad, pues justo en el momento en que ambas se presentaron en la puerta de casa andaba yo _¡mecachis!_ tocando el arpa y danzando grácil cual hurí entre los cientos de juguetes, dibujos y toneladas de pelusas desperdigados por los rincones domiciliarios, preguntándome a qué huelen las nubes, liberando toneladas de hormonas de la felicidad y disfrutando como una perra de uno de esos sábados 'sabadetes' en los que toca 'BFB'. O sea, barrer, fregar y bufar.
La cuestión es que, poniendo cara de Krishnamurti y recitando sotto voce unos mantras de Osho crucé el túnel del pasillo y me fui hacia la luz _como Caroline_, donde me esperaban las descritas encantadas y notablemente jacarandosas de coincidir conmigo no en la otra vida sino justamente en esta.
_¡Miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiira!... Que la nena viene a jugar en el jardín con las niñas...
_¡Aaaah!... ¡Pues mira qué bien!...
Mis hijas, que gracias a Dios aún carecen del nivel de agotamiento y mala uva de su progenitora los sábados de 'BFB', ni que decir tiene que se pusieron locas de contento con la visita de marras. Así que, mientras abría la portezuela de la entrada, no dudaron en preguntar _como otras tantas veces_ si, dentro de un ratito, cuando la nena hubiera disfrutado del jardín, podían ir ellas a casa de la nena a jugar con la Draculaura y el resto de las Monster High.
_¡No, no!... -dijo la nena toda relamida-, porque mi abuela dice que está súper ocupada y tiene que limpiar mucho.
_¡Aaaah!... ¡Pues mira qué bien!... -argumenté con cara de Sigourney Weaver en Alien mientras la abuela sonreía nerviosa tratando inútilmente de trepar a un eucalipto-.
Estuve por decirle que podía dejar a la nena triscando por el jardín, comiendo gusanitos y viendo Bob Esponja en el sofá con mis hijas sine die, que aprovechase y se tomase _en mi nombre y en el de mi marido_ unas reparadoras vacaciones con el suyo mientras la nena crecía y pasaba _como Chábeli Iglesias_ de niña a mujer, que viajase a Lesotho, Papúa y Benidorm, que total, yo, como pago a una filipina por tenerme la casa como los chorros del oro, prácticamente no viajo y lo único en la agenda del día por delante era hacerme las ingles brasileñas, que se fuese tranquila, que ya me ocupaba yo de todo.
Por consideración hacia las niñas me contuve de soltar allí mismo semejante cargamento de ironía, así que, con un enérgico y castrense '¡Venga, tó Cristo a jugar al jardín!...' di por resuelta la escena.
No me contuve, no obstante, minutos después, justo cuando sonó el teléfono y una teleoperadora de esas que ahora te llaman desde un Call Center ubicado en la altiplanicie peruana o en el Departamento boliviano de Chuquisaca me espetó, casi sin saludarme...
_Buenas tardes, Señora Ramírez. ¿Ha pensado ya adónde irá las próximas vacaciones?...
Juro que hice todo lo posible por evitarlo, que traté de recordar en ese momento a qué huelen las nubes o alguno de los pacificadores mantras de Osho pero, transmutada repentinamente en hidra y con toda la fuerza pulmonar de la que dispongo, bramé:
-¡A tomar por culo!.
No sé si a estas horas la teleoperadora habrá ubicado exactamente el destino exótico en el mapa, porque colgué acto seguido con el mismo ímpetu que utilizan los jugadores de dominó cuando tratan de partir la mesa con la doble blanca. Lo que es indudable, como apuntaba más arriba, es de que esta rentrée me ha quedado elegante, becqueriana y fina como pocas.
Que no se diga que no avisé.