Revista Cultura y Ocio

A vueltas con el Nacionalismo

Por Cayetano
A vueltas con el Nacionalismo Bandera marciana Imagen tomada de aquí

(Una reflexión que no va a gustar a más de uno)
Me echo a temblar cuando los ciudadanos son capaces de movilizarse más por los símbolos identitarios que por los recortes en sus derechos. Ahí es cuando aparece el agujero negro del nacionalismo, con ese poder terrible para absorberlo y manipularlo todo.  Cuando hablo de nacionalismo no sólo me refiero al independentista sino también al centralizador. Y no sólo me refiero a España. Un “invento” ya antiguo que permite canalizar energías en una sola dirección y lograr que afloren los sentimientos más escondidos, donde prevalece la emotividad frente al raciocinio. Miedo me da un pueblo que se mueve por simple visceralidad y que aparca la sensatez, el diálogo, la negociación y la convivencia. Ello nace de un problema de empatía: la capacidad o la incapacidad para ponernos en la piel del otro. Y si no hay diálogo, las acciones sustituyen a las palabras. La violencia es el siguiente paso. No es la primera vez que ocurre. Y siempre hay alguien detrás que obtiene buenos réditos con ello. No hay más que echar un vistazo a la historia. Los ejemplos sobran.  UN PRODUCTO DE LA CRISIS  Habría que plantearse por qué siempre que hay crisis se agudizan estos sentimientos nacionales identitarios, a la par que aumenta el racismo y la xenofobia (Véase por ejemplo el aumento de apoyo en Francia del grupo ultra de la señorita Le Pen). Es un mal síntoma: el raciocinio se ve desplazado por la pasión y la emotividad. Eso en política no debe ocurrir. Es un camino muy peligroso. Los impulsos viscerales hay que dejarlos para el arte y la poesía. La pasión desbordada traducida en términos estéticos se puede denominar Romanticismo, pero a nivel político y en los tiempos actuales no es otra cosa que una forma de fascismo.  UNA MANIOBRA DE DISTRACCIÓN  El mensaje siempre es parecido: la culpa de que nos vaya mal la tiene el vecino -o el inmigrante- , no una política global equivocada. Es más sencillo buscar culpables en los de al lado aprovechando algún agravio reciente o del pasado. Y si no lo hay, nos lo inventamos. Es fácil. La gente quiere carnaza, chivos expiatorios que paguen los platos rotos. Y el mensaje cala enseguida entre la población. Con esto del nacionalismo los dirigentes tienen entretenida a la gente, a la de allí y a la de aquí, una cortina de humo para que no vean que los problemas verdaderos no son de banderas sino de trabajo, sanidad, vivienda y educación. Los problemas cotidianos de la gente son muy similares en todas partes. Cuanto más viajas más cuenta te das de las similitudes. Todos respiramos, amamos a los nuestros, luchamos para llegar a fin de mes… Hay más cosas que nos unen que las que nos separan. Las banderas y los himnos están muy bien como parte de nuestra cultura, del folclore, como la fiesta de los toros, la ikurriña o el baile de la sardana, pero no debe convertirse en material arrojadizo para agredir a los que no los comparten. Porque precisamente eso sería hacer el juego a los que quieren que busquemos al enemigo fuera de casa, evitando así que reclamemos soluciones a los de dentro.  ¿PARA QUÉ MÁS FRONTERAS?  Los que se quejan de falta de libertad colectiva no deben proponerme a cambio levantar nuevos muros de incomunicación entre las personas. Ya tenemos demasiadas fronteras. Te puedes sentir vasco o andaluz o catalán y a la vez español o europeo o ciudadano del mundo o de la Vía Láctea o de ninguna parte. Y no pasa nada. No vas a ser mejor ni peor por ello. No hay que avergonzarse necesariamente de la pertenencia a colectivos que no te excluyen. 

Y ya puestos, ¿qué sentido tiene hoy el hablar de "nación", de democracia y de pueblo soberano -independientemente del color de tu bandera-, cuando los que toman de verdad las decisiones no son nuestros políticos electos locales, sino en realidad gente que está lejos, en sus despachos, dictando órdenes a diestro y siniestro y moviendo a su antojo los hilos del mundo? ¿Qué es lo prioritario que cambiemos? ¿Qué pesada losa nos tendremos que quitar de encima para ser de verdad libres?

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