“El aborto, una llamada telefónica”, titula Newsweek Polska, constatando que, si bien Polonia tiene una de las legislaciones más restrictivas en Europa con relación al aborto (solo Malta e Irlanda tienen una legislación más estricta en este sentido), “abortar en realidad es más fácil que pedir una pizza”.
Hay dos posibilidades: acudir a una clínica privada del extranjero (a Eslovaquia, por ejemplo) o hacerlo dentro del país, como advierte eufemísticamente el diario. En cualquier caso, el procedimiento costará como mínimo 500 euros. La semana pasada, el Parlamento polaco recibió un anteproyecto de ley ciudadano pidiendo la prohibición completa del aborto y respaldado por 600.000 firmas. “No hay ninguna razón para que el Estado mantenga una licencia legal para asesinar”, afirma Mariusz Dzierżawski, responsable de la iniciativa.
Los opositores a esta idea argumentan que una legislación más restrictiva no hará sino favorecer el “aborto clandestino”. Oficialmente, el año pasado solo se practicaron 538 abortos en un país de 38 millones de habitantes, pero la Federación para la Planificación de la Mujer y la Familia calcula unos 100.000 abortos anuales. Esto significa, escribe el Newsweek Polska, que la actual legislación, en vigor desde 1993, y que solo permite abortar en caso de embarazo por violación, incesto, riesgo serio para la salud o la vida de la madre, o daño permanente e irreversible en el feto, “apenas se pone en práctica”. Una reciente encuesta muestra que la opinión pública polaca está dividida en torno a esta cuestión: un 45% apoya el aborto legal y un 50% es favorable a la prohibición absoluta.